Entrevista

"El covid es la excusa para que Corea del Norte aumente las violaciones de derechos humanos"

Lina Yoon, investigadora jefe para Corea del Norte de Human Rights Watch, analiza las consecuencias de la pandemia en el país más opaco del mundo

Lina Yoon, investigadora jefe para Corea del Norte de Human Rights Watch

Lina Yoon, investigadora jefe para Corea del Norte de Human Rights Watch / Adrian Foncillas

Adrián Foncillas

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No hay casos de coronavirus en Corea del Norte, según las cifras oficiales. Los observadores hablan de cuarentenas estrictas, muertes entre la soldadesca y focos en ciudades como Manpo y Chongjin. Es imposible medir el impacto de la pandemia en el país más opaco del mundo pero su rápido cierre de fronteras permite aventurar un castigo relativamente leve. El blindaje ante el virus, sin embargo, ha provocado efectos catastróficos en los derechos humanos y el suministro de alimentos. Lo cuenta Lina Yoon, investigadora jefe para Corea del Norte de Human Rights Watch, tras entrevistarse durante años con diplomáticos, trabajadores de agencias internacionales en el terreno y norcoreanos huidos. 

¿Qué indicios tenemos de coronavirus? 

Antes Corea del Norte mandaba datos de análisis y eran todos negativos. En enero dejaron de mandarlos y, simplemente, dice que no tienen casos. Pidieron vacunas a COVAX (el programa de la ONU para distribuirlas en el mundo en desarrollo) pero ignoro si han llegado las 1,5 millones de unidades. Las cuarentenas para los extranjeros son extremas, superiores a un mes encerrados en casa. Se cerraron las fronteras pero siguió habiendo un tránsito menor. Informes con fuentes en el interior aseguran que ha habido soldados muertos con síntomas compatibles con el coronavirus y focos en las ciudades cercanas a China. Pionyang dio órdenes de que se disparara a todo el que se moviera cerca de la frontera, no solo a los norcoreanos. Informes aseguran que Pekín se quejó porque fueron alcanzados varios chinos. 

Las organizaciones de derechos humanos denuncian que el cuadro ha empeorado por las medidas extremas para fortalecer el control de las fronteras, la información o la distribución de alimentos. 

El coronavirus ha sido la excusa para que Corea del Norte implemente medidas extremas e innecesarias que violan derechos humanos y fortalecen su poder. El colapso de la URSS provocó las hambrunas de la década de los 90, acabó la falsa ilusión del paraíso socialista y muchos norcoreanos escaparon a China. Esas huidas no fueron una prioridad para Kim Jong Il pero Kim Jong Un, tras llegar al poder en 2011,  extremó el control. Los desertores fueron calificados como "enemigos del Estado" y recibieron castigos mucho más severos cuando eran devueltos. Con el coronavirus se ha complicado aún más cruzar la frontera. En 2020 sólo llegaron 229 norcoreanos a Seúl, la mayoría a través de China, a diferencia de los 1.047 de 2019 y los 2.706 de 2011. 

También se han reducido las vías de contacto con el exterior.  

Corea del Norte aprobó el pasado año una ley que establecía penas mucho más duras para el contrabando de USB, la posesión de aparatos de radio o teléfonos móviles chinos. Las redadas son más frecuentes.  

El cierre de fronteras ha rebajado el 80 %  su comercio con China, su principal socio. 

El 90 % de los productos de consumo diario eran chinos. En febrero empezaron a caer, se redujeron de forma importante en agosto y han desaparecido casi por completo desde octubre. Hablamos de medicinas, de comida (azúcar, harina, aceite, especies…), de higiene (jabón, dentífrico…). El desabastecimiento es grande. Los diplomáticos se han ido por las medidas extremas contra el coronavirus y porque carecían de los bienes más elementales. La producción agrícola es muy limitada. El Programa Mundial de Alimentos ya dijo el pasado año, antes de la drástica reducción de importaciones chinas, que el 40 % de la población necesitaba ayuda humanitaria. 

Kim Jong Un relacionaba esta semana la crisis actual con aquella "ardua marcha" de los noventa. ¿Cuál es su gravedad? 

No lo sabemos pero podría desembocar en hambrunas masivas si no las hay ya. La producción nacional ya era insuficiente por las inundaciones de verano y ahora aún se ha reducido más. Y ha rechazado todas las ofertas de ayuda humanitaria alegando el miedo al contagio. La versión oficial asegura que el coronavirus viaja en los productos importados e incluso en la nieve y las tormentas de arena desde China. La propaganda asegura que es necesario sacrificarse. Es difícil imaginar de dónde sacan la comida para alimentar a su población. Es necesario que llegue ayuda internacional y que se controle que llegue al pueblo.  

La salida masiva del personal extranjero ha aislado aún más a Corea del Norte. ¿Qué consecuencias podemos esperar? 

Se han ido diplomáticos, periodistas, personal de la ONU,  de agencias internacionales… Es problemático porque, aunque con las medidas contra la pandemia carecían de mucho margen de actuación, se comunican con oficiales locales, son testigos de lo que ocurre en el país y comparten información con el exterior. La ONU y las oenegés dan ayudas imprescindibles a niños, madres lactantes y otros grupos en riesgo. Esas vías se han secado. Si hay una crisis alimentaria o de salud sin presencia de la ONU, la ayuda será imposible. El país es ahora aún más opaco.  

Los derechos humanos fueron orillados en las negociaciones con Donald Trump. ¿Son optimistas con Joe Biden? 

Con Trump sólo se habló de armamento y es crucial que Biden los incluya en cualquier negociación. Parece que los asesores empujan hacia ahí. También es importante que acuda el embajador estadounidense de derechos humanos, un cargo ahora vacante. Y no sólo Estados Unidos sino también tienen que ayudar Europa, Japón, Corea del Sur y China para que Pionyang priorice el bienestar de su gente, reabra las importaciones de comida, medicinas y productos de necesidad básica de China, y permita monitorear esa ayuda humanitaria que tanto necesita la gente.  

Es una cuestión delicada. Moon Jae-in, presidente surcoreano y acreditado activista por los derechos humanos, ha aclarado que cualquier exigencia en ese campo arruinaría de inmediato las conversaciones por la pacificación de la península. Sostiene que es más realista incluir a Cora del Norte en la globalización para que el cuadro mejore por la inercia.  

Es un enfoque erróneo porque no mejorarán los derechos humanos con más contacto exterior. No puedes darle más voz a los norcoreanos sin un nuevo sistema. Y el norcoreano está diseñado para subyugar y explotar a su gente, ninguna mejora saldrá de ahí de forma natural. 

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