La estrategia de la nueva administración

Cómo las vacunas (y Biden) salvaron a EEUU de sus peores instintos

Con más de 150 millones de dosis inyectadas, Estados Unidos comanda una de las campañas de vacunación más rápidas del mundo

La llegada del demócrata al poder cambió el curso de la pandemia en una de las naciones hasta entonces más golpeadas

El país más rico del mundo ha acaparado tantos viales que pronto tendrá suficientes para vacunar al doble de su población

El presidente de EEUU, Joe Biden, recibe la segunda dosis de la vacuna contra el covid-19, el pasado 13 de enero en Delaware.

El presidente de EEUU, Joe Biden, recibe la segunda dosis de la vacuna contra el covid-19, el pasado 13 de enero en Delaware. / TOM BRENNER

Ricardo Mir de Francia

Ricardo Mir de Francia

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En muchas playas de Florida, la pandemia no se ha ido, pero es como si no existiera. Restaurantes y bares están llenos, sin limitaciones de espacio en su interior ni horarios reducidos. Casi nadie lleva mascarilla, ni siquiera los camareros o los cocineros, que observan con curiosidad entomológica al forastero enmascarado, como si un insecto gigante acabara de entrar a pedir una cerveza. Su gobernador republicano, Ron DeSantis, se resistió a imponer el uso de la mascarilla y prepara ahora el terreno para anular los mandatos de los municipios que sí lo hicieron, después de haber anulado las multas impuestas por algunas localidades. No hay restricciones de movimiento y casi todo está abierto. Solo Iowa ha impuesto menos restricciones que el estado soleado.

El caso de Florida está lejos de ser excepcional -una veintena de estados no requieren actualmente el uso de la mascarilla-, pero sirve para ilustrar cómo el país más rico del mundo se ha encomendado forzosamente a la vacuna para sobrevivir a sus instintos culturales más destructivos. Después de muchos meses de colosal fracaso colectivo, que convirtieron a los EEUU de Donald Trump en uno de los grandes agujeros negros de la pandemia, el país exuda optimismo tras comandar una de las campañas de vacunación más rápidas del mundo desde que Joe Biden desembarcara en la Casa Blanca.

"La vacuna era la única estrategia efectiva a nuestro alcance porque el país no está dispuesto a adoptar serias medidas de mitigación", dice a este diario el profesor de medicina molecular del Scripps Research Institute, Eric Topol. "Muchos estados reabrieron sus economías y rescindieron los mandatos de la mascarilla en pleno aumento de los contagios". Biden ha tratado de cambiar la mentalidad convirtiendo el control de la pandemia en la prioridad del país, pero su sistema federal restringe seriamente el poder del Gobierno central. Lo que sí ha hecho es aprender de los errores de su predecesor, aprovechar sus aciertos e inyectarle una tremenda dosis de esteroides al sistema de producción y administración de la vacuna. También ha mantenido el nacionalismo sanitario de Trump, negándose hasta ahora en enviar viales a otros países, algo que sí han hecho agresivamente China y Rusia, aunque hay planes para mandar pronto cuatro millones de dosis de Astra Zeneca a México y Canadá.

Inmunidad de rebaño al alcance

El resultado es la novena campaña de vacunación per cápita más rápida del mundo. EEUU ha inoculado completamente al 20% de su población, mientras casi el 40% ha recibido al menos una dosis. Cuando Biden llegó al poder solo el 8% de los mayores de 65 años había recibido al menos una dosis de la vacuna, hoy es el 75%. Entre los profesores, la cifra se acerca al 80%. Y si todo continúa al ritmo actual este verano podría haber inoculado a dos tercios de su población, un porcentaje muy cercano al fijado por los expertos para alcanzar la inmunidad de rebaño.

Trump no hizo casi nada bien en lo que respecta a la gestión de la pandemia, con una excepción, la llamada Operación Warp Speed para financiar el desarrollo y producción de la vacuna antes de que ninguna de ellas hubiese demostrado su efectividad. Su Administración puso 12.000 millones de dólares en manos de las farmacéuticas para ayudarlas en el proceso, aunque no todas participaron en el programa, como fue el caso de Pfizer. También firmó contratos con seis de ellas para asegurarse 800 millones de dosis, suficientes para vacunar a todos los mayores de 16 años.

Centro de vacunación masiva en Seattle, el pasado 13 de marzo.

Centro de vacunación masiva en Seattle, el pasado 13 de marzo. / JASON REDMOND

De esas seis vacunas, solo tres han sido aprobadas hasta ahora (Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson), lo que reduce las dosis contratadas por la Administración Trump a 300 millones. Biden redobló esos contratos para asegurarse hasta 800 millones de viales de esas tres marcas y aceleró su producción echando mano de una ley de los tiempos de la guerra de Corea para obligar a la industria a priorizar la fabricación de ciertos componentes, una ley que su predecesor también utilizó, aunque de forma más tímida.

Su país ha acaparado tanto que, si se le añaden las dosis contratadas con AstraZeneca, todavía pendiente de aprobación en EEUU, muy pronto tendrá suficientes viales para inocular a 650 millones de personas, el doble que su población, según el 'New York Times'. Un desafío hercúleo que la Casa Blanca ha propulsado financiando centros masivos de vacunación en estadios y centros de convenciones, movilizando a más de 30.000 militares en la campaña y acelerando el suministro a clínicas y farmacias, los centros preferidos hasta ahora por los estadounidenses para vacunarse.

Tres millones de vacunas al día

De administrarse menos de un millón de vacunas diarias cuando Biden llegó al poder, se ha pasado a tres millones al día la semana pasada. Un ritmo por el que casi nadie apostaba hace unos meses. Tanto es así que Biden ha prometido que, el próximo 19 de abril, el 90% de los adultos estadounidenses tendrán acceso a la vacuna, aunque el demócrata se resiste a descorchar el champán. "Esta guerra está lejos de haberse ganado. No es momento para bajar la guardia ni para celebrar", dijo la semana pasada. Más de medio millón de estadounidenses han muerto y 31 millones se han contagiado desde el inicio de la pandemia.

La variante británica del covid-19, más letal y contagiosa, ha pasado a ser predominante en el país. Y después de que los contagios empezaran a caer abruptamente desde principios de enero, poco antes de que Biden tomara el poder, se han estabilizado. Quizás porque, como sucede en Florida, muchos estadounidenses dan por terminada la pandemia.

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