EL DRAMA DE LA INMIGRACIÓN

Bosnia, un purgatorio para los inmigrantes

La rígida política de control en Croacia, la frontera balcánica de la UE, traslada la crisis humanitaria al empobrecido país balcánico

Diversas oenegés denuncian miles de expulsiones y violencia sistemática contra las personas como medida de disuasión

El lamento de un inmigrante gay en Bosnia: "No creo más en Dios, no me responde"

migrantes en Bosnia

migrantes en Bosnia

Irene Savio

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En Humci, el cementerio de la ciudad bosnia de Bihać, la distancia entre la vida y la muerte son menos de cien metros. Delante del aparcamiento, en un edificio derruido, tres paquistanís desabrigados tiritan por el frío y el gélido viento en el interior del sitio en el que se han refugiado. Ellos, los vivos, no se resignan a abandonar el reto que ya perdieron aquellos que están debajo de unos bultos de tierra fresca y unos palos verdes. Allí donde, en un rincón de la necrópolis jaspeado por hierbajos y rocas blancuzcas, se ubica un grupo de tumbas dein migrantes fallecidos, varias de identidad desconocida. 

“Me deportaron hace pocos días, pero lo intentaré de nuevo. ¿Qué más puedo hacer?”, dice Mohammed, uno del grupo, de 24 años, mientras camina a pocos metros de las víctimas de 'The Game', el juego, como losin migrantes llaman a la apuesta de intentar llegar al corazón de Europa cruzando a escondidas el confín bosnio-croata, aquí frontera exterior la Unión Europea (UE). Una ruta de bosques broncos y ríos agitados que desde 2018 se ha convertido en el escenario imposible de una crisis humanitaria gangrenada. 

No siempre fue así. Hasta hace cuatro años, este país, él mismo fuente de una emigración masiva de jóvenes que escapan de la corrupción y falta de empleo, no formaba parte del tablero de las rutas hacia la UE. Pero el bloqueo de otros caminos, la persistente inestabilidad de países de Oriente Próximo y África, y la decisión el año pasado de Grecia de endurecer sus procedimientos para obtener el estatus de asilo, han acentuado las llegadas, que la pandemia solo en parte ha frenado. Así, poco a poco, las tragedias están saliendo a la luz, sin que se vean soluciones de largo plazo.

Entidad administrativa

Nermin Kljajić, consejero de Interior de Una Sana, el cantón al que pertenece Bihać, se agita, y habla más rápidamente cuando se toca el tema. No escatima en críticas a la Unión Europea (UE), a las agencias de la ONU que operan en el territorio y al “disfuncional” sistema político de su país, nacido para poner fin a la cruenta guerra de los noventa, y hoy considerado obsoleto. “Todavía no nos recuperamos de la guerra de 1992-1995, y en los últimos tres años han llegado aquí unos 100.000 migrantes (70.000 según la ONU)”, dice, al quejarse también de que en la otra gran entidad administrativa del país, la República Srpska -de mayoría serbobosnia-, no haya estructuras de acogida para migrantes.

Tumbas con personas por identificar

“Una de las primeras tumbas, de 2019, la pagó un grupo de ciudadanos de la zona. Después murieron más”, cuenta Hajrudin Halilović, médico del hospital de Bihać. “Hacemos lo que podemos pero nuestra capacidad es limitada”, aclara, al explicar que no fue posible identificar algunos fallecidos porque no llevaban documentos y nadie reclamó sus cuerpos. Por ello, en algunas tumbas, han escrito solo el lugar donde el cadáver fue encontrado y “NN Lice”, persona no identificada.

Las oenegés y agencias humanitarias han sido testigos del coste humano de esta situación. Han documentado miles de deportaciones colectivas de migrantes efectuadas por varios países europeos (principalmente, Italia, Eslovenia y Croacia), al poner de manifiesto que estas deportaciones se efectuaron sin tener en cuenta si los migrantes tenían o no derecho a alguna forma de protección humanitaria. “En este momento Serbia expulsa los migrantes a Bosnia, y Croacia, también”, se queja, por su parte, Vojin Mijatovic, vicepresidente del Partido Socialista bosnio. 

800 niños expulsados

En concreto, según los datos del Consejo Danés para los Refugiados (DRC) Croacia efectuó al menos 16.000 deportaciones informales en 2020, expulsando a 800 niños. En el 60% de los casos hubo violencia. E incluso se registraron denuncias de abuso sexual. 

“Esto es un claro indicador de la naturaleza sistemática de estas prácticas como forma de disuasión por parte de las autoridades croatas. ‘De facto’ se ha convertido en una herramienta de gestión de la frontera”, dice al respecto Nicola Bay, responsable de esta organización en Bosnia. Otros grupos, como la red de oenegés Border Violence Monitoring Network, y todos los migrantes que esta periodista encontró cuando realizaba este reportaje, también denunciaron estas violencias. 

Caminar sin zapatos

Una adolescente iraní de religión cristiana, hospedada en el centro de recepción de Sedra, en el cantón de Una Sana (norte), dijo que, mientras le apuntaban con el láser de un rifle, un agente sacó su arma y le dijo: ‘¿sabes qué pasará si sigues hablando?’. Otro migrante afgano, un menor no acompañado, contó haber sido obligado a caminar sin zapatos en la nieve y a golpes de palos de madera. Los moretones perduraron días. “Si gritábamos, nos pegaban más”, afirmó. Otros, la gran mayoría, hablaron de móviles y otras pertenencias incautadas y nunca devueltas. 

Tampoco las organizaciones humanitarias en Bosnia tienen el mismo presupuesto que Grecia, país del cual proceden la gran mayoría de los migrantes en este país. “A pesar de que tarde o temprano todos los que están allí llegarán aquí”, según se queja un funcionario de la ONU. Y la pandemia ha complicado más las cosas, advierte una cooperante en Una Sana. “Las autoridades locales nos han limitado la posibilidad de poder desplazarnos para entregar, por ejemplo, comida a los migrantes más desprotegidos”, contó la voluntaria. 

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