Nueva política
Biden pone a los pobres en el centro de su rescate económico
El grueso de las ayudas del Plan de Rescate Americano beneficiará a las rentas más bajas y la clase media
Un estudio de la Universidad de Columbia afirma que la pobreza podría reducirse un 33% y un 57% en caso de la pobreza infantil
El nuevo presidente huye de la ortodoxia neoliberal para poner el dinero en los bolsillos que más lo necesitan

Biden / Joshua Roberts / Reuters


Ricardo Mir de Francia
Ricardo Mir de FranciaPeriodista
Especialista en política internacional y reportero. Fue corresponsal en Washington durante una década, donde cubrió las presidencias de Obama, Trump y los inicios de Biden. Antes estuvo otros seis años en Oriente Medio. Licenciado en Periodismo por la Pompeu Fabra y con estudios de posgrado en Derecho Internacional, se ocupa ahora principalmente de las guerras de Gaza y Ucrania. Interesado también en temas de investigación, geopolítica de la energía, cambio climático y economía.
En ‘La otra América’, uno de los ensayos más celebrados sobre la pobreza en Estados Unidos, publicado originalmente en 1962, Michael Harrington se preguntaba cómo el país más rico del planeta podía tolerar uno de los niveles de pobreza más elevados del mundo occidental. “Hay medios a nuestro alcance para cumplir con ese viejo sueño: la pobreza puede ser abolida. ¿Hasta cuándo seguiremos ignorando esta nación subdesarrollada incrustada entre nosotros? ¿Hasta cuándo seguiremos mirando al otro lado mientras nuestros congéneres sufren? ¿Hasta cuándo?” Aquella vieja aspiración todavía no se ha materializado, pero en medio de la peor crisis económica y sanitaria en casi un siglo, el nuevo liderazgo de estadounidense parece haber hecho suyos los desvelos de Harrington.
El masivo paquete de estímulo de Joe Biden para relanzar la economía y acelerar el combate contra la pandemia, aprobado este mismo miércoles en el Congreso, ha centrado las ayudas en los más desfavorecidos y la clase media, dos grupos de población que llevan décadas viendo como menguaba su poder adquisitivo. La pandemia no ha hecho más que poner al descubierto las tribulaciones de los trabajadores peor pagados del país, incapaces de trabajar de forma remota, pagar por el cuidado de los niños o limitar su exposición al coronavirus. Sus cuadros están sobrerrepresentados entre los 10 millones de parados que acumula la pandemia. Casi la mitad de los hogares con ingresos inferiores a los 35.000 dólares anuales van retrasados en el pago de sus alquileres o hipotecas y una cuarta parte afirma no tener suficiente comida, según un estudio de Human Rights Watch.
Esta vez, sin embargo, los demócratas han convertido su manida retórica contra la desigualdad en una estrategia de acción frontal para combatirla. “Detrás de este plan hay una visión para tratar de reconstruir la economía de una forma más inclusiva, de modo que se va a tratar de invertir en comunidades donde históricamente no se ha invertido lo suficiente”, afirma Danilo Trisi, director del Centro de Investigación sobre la Pobreza y la Desigualdad del Center on Budget and Policy Priorities. Un estudio reciente de la Universidad de Columbia sostiene que el plan de Biden podría reducir un 33% la pobreza en EE UU, que afectaba en 2019 al 18% de la población, según datos de la OCDE. Mayor todavía será el golpe a la pobreza infantil en un país donde uno de cada siete niños son pobres. El estudio sostiene que se reducirá un 57%.
Reducción drástica de la pobreza
“Son porcentajes gigantescos. Las políticas que teníamos hasta ahora han ayudado, pero esto juega en una escala totalmente diferente”, dice Chris Wimer, uno de los autores del estudio realizado por el Center on Poverty and Social Policy de la universidad neoyorkina. “La analogía más cercana que encontramos es el rol que desempeñó la Seguridad Social para reducir la pobreza entre los mayores”. Aquel programa de pensiones se creó en 1935, en pleno New Deal.
El rescate de Biden ha roto con la ortodoxia neoliberal de las últimas décadas que, a la hora de estimular la economía, ha apostado por beneficiar principalmente a las grandes empresas y los más ricos, bajo la creencia de que se traduciría en un aumento de la inversión y el empleo que acabaría reflotando al conjunto de la sociedad. El recorte de impuestos de Donald Trump es un buen ejemplo. Casi la mitad de sus beneficios fueron para los hogares con rentas superiores a los 308.000 dólares anuales, que vieron cómo su patrimonio aumentaba en 193.000 dólares tras pasar por el fisco, según el Tax Policy Center. Para los hogares con ingresos inferiores a los 25.000 dólares la ayuda media fue de 60 dólares.
Ayudas a los que más lo necesitan
Pero como han demostrado muchos estudios ese dinero no se reinvirtió, sino que se ahorró o se dedicó, en el caso de las empresas, a la recompra de acciones, una dinámica que pretende evitar Biden. El 70% de los beneficios fiscales de su plan irán para los hogares que ingresan menos de 91.000 dólares al año. Una madre soltera con un niño de tres años y el salario mínimo recibirá casi 5.000 dólares en ayudas. Para una familia con dos niños y uno de los padres desempleados, será de 12.500 dólares. “Biden ha apostado por poner el dinero en los bolsillos que más lo necesitan, sabiendo que se lo gastarán rápidamente, contribuyendo así a reactivar la economía”, dice Trisi. De acuerdo con los cálculos de la Brookings Institution, los 1.9 billones que inyectará en la economía se traducirán en un crecimiento adicional del 4% para este año y un 2% en 2022.
Las ayudas llegarán en forma de pagos directos, subsidios fiscales y ampliación de los programas sociales. Desde los conocidos cheques de 1.400 dólares para cada adulto y cada niño, que excluyen a las rentas más altas, hasta créditos fiscales de hasta 3.600 dólares por hijo, ampliación del subsidio alimentario para los pobres, ayudas para el pago de los alquileres o extensión de las prestaciones por desempleo. Uno de los aspectos más significativos es que el rescate de los demócratas ha universalizado los créditos fiscales por niño, que hasta ahora beneficiaban únicamente a las familias trabajadoras, excluyendo al 10% más pobre de la población. Por el momento tiene fecha de caducidad, pero los demócratas han iniciado el debate para tratar de hacerlo permanente.
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