Violencia sexual en Tigray

Mujeres etíopes relatan las violaciones sufridas durante la guerra

Las víctimas eran violadas por soldados frente a sus hijos y sus maridos

Los eritreos usaron los abusos como venganza por conflictos anteriores

Eyerusalem es sostenida por un asistente en un centro de acogida para supervivientes de agresiones sexuales, en Mekele, el 27 de febrero de 2021.

Eyerusalem es sostenida por un asistente en un centro de acogida para supervivientes de agresiones sexuales, en Mekele, el 27 de febrero de 2021. / EDUARDO SOTERAS // AFP

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Hacían fila "como cuando se va a buscar agua". Todos los días, delante de la celda de Tirhas, en un campamento militar de la región de Tigray, los soldados etíopes esperaban su turno para violarla. El calvario de esta mujer, de 40 años, duró dos semanas. Empezó el día que los soldados se la llevaron de una calle de Mekele, la capital de Tigray, en Etiopía, inmersa en combates desde noviembre, hasta que la trajeron de vuelta a casa.

Sin embargo, dos noches después de ser liberada, un soldado irrumpió en su casa después del toque de queda y la violó mientras sus tres hijos, de 11, 7 y 3 años, estaban muertos de miedo en la habitación de al lado. "Ya no me siento segura en Tigray. El simple hecho de ver militares uniformados me angustia", cuenta Tirhas, cuyo nombre ha sido modificado para esta entrevista con la AFP en un refugio para mujeres víctimas de violencia sexual. "Todavía estoy conmocionada y me pregunto: ¿qué han hecho las mujeres de Tigray para merecer esto?".

La guerra en Tigray

El 4 de noviembre, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, premio Nobel de la Paz en 2019, lanzó una operación militar para derrocar al partido en el poder en la región, el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF, según sus siglas en inglés), al que acusa de haber atacado bases del ejército federal.

Proclamó la victoria el 28 de noviembre, después de la toma de Mekele, pero desde entonces ha habido combates. Cuatro meses después de que comenzara la operación, aumentaron estos relatos de violaciones, muchas de ellas atribuidas a soldados, tal y como han afirmado en varias ocasiones médicos y enfermeras de esta región del norte de Etiopía, fronteriza con Eritrea.

Violaciones en grupo

Una veintena de mujeres acudieron al mayor hospital de Mekele a pedir ayuda médica tras ser víctimas de una serie de violaciones colectivas cometidas por soldados etíopes y eritreos. Adís Abeba y Asmara niegan que haya militares eritreos en el Tigray, pero su presencia ha sido probada. Según el personal sanitario, las denuncias son solo una pequeña parte de la totalidad de violaciones perpetradas, ya que los combates han impedido que las víctimas accedan a los centros de salud y muchas se encierran en el silencio por miedo a ser discriminadas socialmente.

Aunque no hay cifras, la violencia sexual es una realidad en esta guerra, afirma Saba Gebremedhin, activista de los derechos de las mujeres en Tigray. "Se utiliza como arma para humillar y deshumanizar a las mujeres, y también al pueblo de Tigray", asegura. Las violaciones tardaron un tiempo en conocerse porque las comunicaciones estuvieron cortadas desde el comienzo de los combates y se restringió el acceso a los trabajadores humanitarios y a los periodistas.

El ejército etíope no ha respondido a las preguntas de la AFP. En la actualidad varios dirigentes reconocen que ha habido violaciones, pero evitan decir cuántas e identificar a los autores. La ministra de la Mujer etíope, Filsan Abdullahi Ahmed, anunció el mes pasado la creación de un grupo de trabajo sobre la violencia sexual en Tigray, porque "desgraciadamente se sabe claramente y sin duda alguna que hubo violaciones".

La visita de la presidenta etíope

La presidenta etíope, Sahle-Work Zewde, se conmovió durante una visita al refugio donde Tirhas y otras mujeres reciben atención. "Hablé con las que tuvieron el valor de hablar y leí muchas cosas en los ojos de las que no fueron capaces", declaró. "Lo que han vivido es horrible", zanjó.

Esta visita también sacó a la luz la profundidad del trauma. Cuando los soldados que se ocupan de la seguridad de la presidenta llegaron para inspeccionar el lugar antes de su llegada, las mujeres que estaban en la sala de la televisión gritaron horrorizadas, por miedo a ser agredidas otra vez, contaron miembros del personal.

La mayoría de las mujeres se negaron a reunirse con la presidenta. "Cuando llegó lloramos, gritamos, no queríamos hablar con ella", recuerda Abrehet, quien relató cómo unos soldados etíopes y eritreos la violaron durante ocho días en un campamento militar después de hacerla bajar de un autobús cerca de la ciudad de Wukro, en Tigray.

Para Saba Gebremedhin, esta violencia corre el riesgo de socavar todavía más la frágil unidad nacional etíope. "Esta guerra ha creado una brecha entre los habitantes del Tigray y el resto del país. La gente dice que ya no se siente etíope", explica. "Las violaciones se consideran una forma de deshonrar a los habitantes del Tigray (...) o de mostrar que no tienen dignidad, que son inferiores", añade.

Violaciones como armas de venganza

Los relatos de violaciones más brutales apuntan a soldados eritreos. Etiopía y Eritrea se enfrentaron durante dos décadas en un conflicto fronterizo, cuando el TPLF estaba en el poder en Etiopía. Varias víctimas de violación afirman haber percibido venganza durante la agresión.

Eyerusalem, de 40 años, asegura que los soldados eritreos que la violaron en grupo después de haberla secuestrado en la ciudad de Adigrat le dijeron que se les habían ordenado "ir a por las mujeres". Según ella, agregaron: "Nos ha llegado el momento. Es hora de que los habitantes del Tigray lloren".

En la ciudad de Wukro, los relatos sobre el ejército eritreo son sórdidos. Una mujer cuenta que cuatro soldados la violaron en diciembre, mientras un quinto obligaba a su marido a mirar, apuntándole con un arma en la cabeza. Otra explica, entre lágrimas, que unos soldados eritreos y etíopes la sodomizaron en el salón de su casa, frente a su bebé de seis meses que lloraba. Hoy en día, algunas mujeres de Mekele salen a la calle con faldas largas y con la cabeza cubierta para "no sobresalir", culmina Saba Gebremedhin. "Hay una sensación de inseguridad. Los autores (de las violaciones) querían conseguir esto y lo lograron", zanja.