Crisis sanitaria global

Brasil sufre el peor azote del covid desde el inicio de la pandemia

El gigante sudamericano cerrará marzo con 300.000 muertos en medio de una situación de desborde hospitalario

Los profesionales de la salud reclaman, sin éxito, el juicio político del presidente, que se mofa de los ciudadanos asustados

Aglomeraciones en la estación La Luz de Sao Paulo (Brasil) en plena ola de coronavirus.

Aglomeraciones en la estación La Luz de Sao Paulo (Brasil) en plena ola de coronavirus. / AMANDA PEROBELLI

Abel Gilbert

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Los brasileños son las personas que más soledad y tristeza sienten en el mundo, seguidos por los turcos e indios, según una reciente encuesta de Ipsos. "Se ha sufrido mucho en la pandemia. El espantoso número de contagios y muertes, ayudan a explicar este sentimiento", considera el consultor Marcos Calliari. "¿Cuánto tiempo estarán llorando? Tenemos que afrontar los problemas", dijo el presidente Jair Bolsonaro, como si respondiera a los encuestados. "Parece que en este país solo se muere de covid-19", añadió.

El gigante sudamericano ha tenido una semana luctuosa, con mas de 10.000 muertes, un promedio de decesos diarios cercano a 1.400 y un pico de 1.910. Nunca antes había sucedido algo tan espeluznante desde el inicio de la pandemia . La cantidad total de fallecimientos llegó a 264.446 y, a este ritmo, cerrará marzo con 300.000 casos fatales. Unos 11 millones de brasileños se han infectado. La segunda ola se presenta con su rostro más voraz. En varios hospitales se repite una escena tan anticipada como temida: los médicos de terapia intensiva deben elegir a los pacientes que pueden tener acceso a esas salas desbordadas. Hasta el momento, se han vacunado unos ocho millones de ciudadanos en un territorio ocupado por casi 210 millones. La crisis ha obligado a las grandes ciudades a volver a los días de las restricciones más severas. Sao Paulo, el motor económico de Brasil, ha entrado en fase roja. El gobernador João Doria dijo que el país se encuentra al borde del colapso: "Es una tragedia tener un presidente negacionista".

El peor momento

Según Bruno Boghossian, columnista de Folha de Sao Paulo, Brasil descubrió pronto "la cantidad de daño que un presidente podría causar en una pandemia mortal”. Desde un principio, Bolsonaro "alentó aglomeraciones, realizó campañas de desobediencia a las medidas de protección, difundió información falsa sobre el virus, distribuyó medicamentos ineficaces contra la enfermedad y obstaculizó la adquisición de vacunas". Mientras gobierne, "seguirá causando estragos", añade.

La aprobación del presidente aparece como nunca antes por debajo del nivel del 30%, de acuerdo con una reciente encuesta de IPEC. Solo un 28% de los entrevistados pondera al actual liderazgo. IPEC subraya que el electorado evangélico es la principal base de apoyo de Bolsonaro.

El PIB ha caído más de cuatro puntos en 2020. Desde comienzos de 2021 se ha desatado una fuerte inflación. El alza de los precios y la reducción de la actividad económica han sido también parte del telón de fondo que precedió a la destitución parlamentaria de la presidenta Dilma Rousseff, cinco años atrás. El Congreso ha recibido decenas de llamamientos de juicio político contra el mandatario. El más reciente fue suscrito por los profesionales de la salud, quienes le acusan de haber cometido delitos de responsabilidad durante la pandemia.

Sin salida a la vista

Pero el horizonte de un impeachment se ha desdibujado por dos razones. De un lado, Bolsonaro ha recurrido al "centro político" para blindarse. Les ha dado cargos y prebendas que, por ahora, le garantizan cierta lealtad en la legislatura. El otro factor es el el militar. "El Gobierno se convirtió en una especie de cuartel. Todos están armados, oficiales y soldados en todas partes. Con cada año que pasa, el número de militares que ocupan puestos de confianza en la Administración pública, en puestos estratégicos o no, en ministerios o empresas estatales aumenta drásticamente", señaló el semanario Istoé. Esta prevalencia ni siquiera tuvo lugar durante la última dictadura (1964-85). Los uniformados comandan 16 de las 46 empresas estatales, entre ellas Petrobras. Once ministros provienen de las instituciones castrenses, entre ellos el general Eduardo Pazuello, quien fue designado al frente de la cartera de Salud sin ninguna experiencia en la materia.

Pazuello subestimó el desastre de la ciudad amazónica de Manaos. Ahora el gran miedo es que Brasil entera sea como aquella ciudad amazónica. El capitán retirado no cree esos augurios. Considera que se ha inoculado "el virus del pavor" en los habitantes. Lejos de la ciencia, se ampara en las escrituras. "La propia Biblia dice en 365 pasajes que no hay que temer", añade.

La casa de un millón de dólares del hijo del presidente

La urbanización Ouro Branco de Brasilia tiene un nuevo vecino: el senador Flavio Bolsonaro, quien pagó un millón de dólares en plena pandemia por su casa de dos plantas con gimnasio para templar los músculos, piscina con sauna, sala de juegos y espacio para guardar ocho vehículos: 2.500 metros cuadrados de solaz personal y del propio clan que encabeza su padre. El crédito fue otorgado por un banco estatal.

Flavio Bolsonaro percibe al mes unos 4.400 dólares. Pero la actividad parlamentaria no parece ser la fuente de financiación. El senador es investigado por quedarse con los salarios de sus empleados reales y ficticios cuando desempeñaba su cargo como diputado estatal en Río de Janeiro.

Con ese dinero se financiaron actividades del expolicía militar Fabricio Queiroz, un viejo conocido del mandatario, actualmente bajo arresto domiciliario. Flavio ha sido acusado de lavar dinero, pero la investigación encuentra muchos obstáculos en el camino, al punto de que el Tribunal Superior de Justicia acaba de vetar la posibilidad de que se analicen las cuentas bancarias del senador.

En uno de sus recientes editoriales, el diario paulista Folha se mofó del primogénito del presidente. "Una de las frase de moda de la política afirma que, para la esposa de César, no es suficiente ser honesta; también debe parecer honesta. La variante cínica de la máxima dice que el político no tiene que ser honesto, simplemente parecerlo".

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