Potencia en ascenso

China, una carrera hacia el éxito todavía plagada de obstáculos

Tras décadas de logros, los desajustes demográficos, las reformas económicas pendientes y las tensiones globales complican los planes futuros del Gobierno

El presidente chino Xi Jinping asiste a la primera jornada de la reunión anual de su Asamblea Nacional Popular

El presidente chino Xi Jinping asiste a la primera jornada de la reunión anual de su Asamblea Nacional Popular / EFE

Adrián Foncillas

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El Partido Comunista de China celebra su centenario con la pechera atiborrada de merecidas medallas. El coronavirus sometido, la única economía en números verdes de las grandes, rescatados de la pobreza extrema más de 800 millones de chinos, un histórico acuerdo de inversiones con la Unión Europea y otro elefantiásico tratado comercial que apuntala su liderazgo en Asia Pacífico. Los logros insuflan confianza a Gobierno y pueblo ante la ambiciosa hoja de ruta.

El Plan Quinquenal que se aprobará esta semana que viene en la Asamblea Nacional Popular prevé que China se convierta en un país de altos ingresos en 2025 y doble su PIB diez años más tarde. Será entonces la “sociedad moderadamente acomodada” de la que germinará en 2050 una “nación próspera, fuerte, democrática, de cultura avanzada, armoniosa y bella”, según la florida jerga comunista. En 2028, según los cálculos más conservadores, desplazará de la cúspide económica global a Estados Unidos. Y en ese camino no se vislumbra más égida que la de Xi Jinping. Dinamitada ya la norma de los dos mandatos, la longitud de su presidencia sólo depende de su aguante biológico.

“Estos años van a ser claves. El plan quinquenal sienta las bases de un nuevo modelo de desarrollo. La sociedad armoniosa de Hu Jintao (predecesor de Xi)  ahora toma una forma más integral en forma de urbanización, demografía o tecnología. Apuestan por un crecimiento más moderado, alrededor del 5%”, señala Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China. Han concluido los tiempos de los dobles dígitos y de la expansión económica toda costa, con desprecio a las desigualdades sociales o al medioambiente. La promesa china de acabar con las emisiones de carbono en 2060 exigirá un complicado ajuste del modelo productivo.

Principales desafíos

El listado de desafíos no es menos corto que el de logros. La abundante mano de obra en la que descansó su milagro económico adelgaza y el país envejece sin freno. China encadena récords negativos de natalidad incluso tras la derogación de la política del hijo único y, perdida la esperanza de convencer a sus jóvenes para que procreen, el margen de actuación se centra en los más mayores. La edad de jubilación, 60 años para hombres y 55 para mujeres, se incrementará paulatinamente para adecuarla a la esperanza de vida actual de 77,3 años.

Los nuevos patrones económicos avanzan más lentamente de lo esperado. El consumo interno, largamente anunciado como relevo de las exportaciones en la locomotora económica, se ha quedado en el 39% del PIB a pesar de todos los incentivos. Y la autosuficiencia tecnológica, que debía blindar de las turbulencias geopolíticas, ha avanzado en algunos sectores mientras en otros, como los semiconductores, se intuye lejana. China es aún vulnerable a las sanciones tecnológicas de EEUU, como la que Donald Trump impuso a Huawei con gaseosas acusaciones.

Mala imagen internacional

A las trabas internas al progreso chino se añaden las externas. Su imagen no ha experimentado fluctuaciones en el mundo en desarrollo pero se ha hundido en Occidente y, especialmente, en EEUU. Una encuesta reciente revelaba que el 55% de los estadounidenses restringirían el acceso de estudiantes chinos a sus universidades. En la percepción influyen tanto las injurias trumpianas como los errores chinos: las trapacerías en los albores de la pandemia, el acoso a las libertades de Hong Kong o la represión en Xinjiang contra la etnia musulmana uigur.

“China puede ser su peor enemigo con políticas como la toma de rehenes (por ejemplo, con los dos canadienses encarcelados) o su diplomacia de ‘lobos guerreros’, que funciona muy bien en la audiencia interna al mostrar que China no se achica ante Occidente, pero que es mal recibida en el resto del mundo”, señala Stanley Rosen, profesor de Ciencia Política en el Instituto Estados Unidos-China de la Universidad de South Carolina.

China en el mundo postcovid

El mundo postpandemia es una incógnita para China. De Joe Biden, presidente estadounidense, se sabe que suavizará las formas de su predecesor pero aún tiene que delimitar en qué áreas buscará la confrontación o la colaboración con Pekín. En Europa y Japón se debate qué postura es la adecuada o si China es trata de un socio o un rival.

China ha tendido puentes económicos para endulzar las respuestas pero es improbable que basten para eliminar los roces mientras persevere con actitudes ajenas a los protocolos globales. Y ahí, aventura Ríos, permanecerá el conflicto. “No sacrificará ninguna política que amenace a su estabilidad. En Hong Kong va a ir hasta el fondo sin atender a lo que diga el mundo. La cuestión de los derechos humanos va a seguir porque China no va a cambiar su modelo”, señala.

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