Consecuencias del coronavirus

Los niños saharauis, entre la pandemia y la guerra

El covid retiene en los campos de refugiados de Tinduf a miles de menores, que por segundo año consecutivo no podrán viajar en verano a España

Dos niñas saharauis se hacen un selfi durante su visita a Asturias en 2018.

Dos niñas saharauis se hacen un selfi durante su visita a Asturias en 2018. / MIKI LÓPEZ

Elena Fernández-Pello

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El covid provocará la cancelación por segundo año consecutivo del programa de acogida familiar para los niños que viven en los campos de refugiados de Tinduf, en Argelia, “Vacaciones en paz”. Los menores saharauis no podrán salir durante el verano de la hamada argelina, un desierto inhóspito donde las temperaturas sobrepasan a menudo los 50 grados y el agua, que es escasa, se reparte por las casas en camiones cisterna.

Los niños saharauis no podrán pasar sus revisiones médicas en España y perderán su única oportunidad de que un médico les examine y de visitar al dentista. Con la reapertura del conflicto armado con Marruecos, tras la ruptura del alto el fuego en noviembre del año pasado, las “Vacaciones en paz”, un programa que arrancó en España en 1979.

En España “Vacaciones en paz” ya sobrepasa los 40 años de historia. En el verano de 1979, gracias a la colaboración entre el Frente Polisario y el PCE, llegaron los primeros niños desde los campamentos de refugiados. Aquella primera salida se organizó con el propósito de alejar a los niños de la guerra, que no se detendría hasta entrada la década de los noventa, y ahorrarles las penalidades del desierto durante los meses de verano.

A mediados de los años ochenta se puso en marcha el programa “Vacaciones en paz”, tutelado por las asociaciones de Amigos del Pueblo Saharaui de todo el Estado español. El año pasado fue el primero en el que el viaje tuvo que suspenderse, a causa de la pandemia.

Argelia, en cuyo territorio se levantan los campamentos de refugiados saharauis, en los que viven más de cien mil personas, ha mantenido duras restricciones de movimiento y sus fronteras cerradas. Esas medidas también han endurecido las condiciones de vida entre la población saharaui, que durante muchos meses no ha tenido acceso a los alimentos, medicinas y otros productos básicos que suministran las organizaciones de cooperación internacional.

Como alternativa, el Polisario, con la colaboración de las asociaciones de Amigos del Pueblo Saharaui, pondrá en marcha en los campamentos un programa de actividades educativas, culturales, deportivas y recreativas, como ya se hizo el verano pasado.

El pueblo saharaui, además de la precaria situación sanitaria y humanitaria en la que vive desde hace más de 50 años y de afrontar la epidemia de covid-19 sin apenas recursos, ha retomado la guerra con Marruecos, tras la ruptura del alto el fuego que mantenían desde 1991.

Desde el pasado mes de noviembre, los hombres en edad de tomar las armas se alternan en el frente y los jóvenes se han unido a las academias militares.

En los campamentos de Tinduf, en todos los hogares hay uno o más varones movilizados, aunque el alistamiento es voluntario. “No hay ninguna familia que no tenga algún miembro combatiendo o en las academias, y ninguna que no tenga algún caído en la anterior guerra. Los campamentos están vacíos de hombres, solo quedan mujeres –aunque algunas también se han incorporado al ejército–, niños y ancianos, y el personal que se ocupa de la administración”, refiere Alberto Suárez Montiel, presidente de la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui y vicepresidente de la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sahara, CEAS-Sahara.

Aunque reina el silencio informativo sobre el conflicto, el Polisario asegura haber causado algunas bajas en el ejército marroquí. Tras la decepción que supuso que Estados Unidos apoyase la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, los saharauis siguen esperando que la comunidad internacional rectifique y atienda a la legalidad reconocida por Naciones Unidas.

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