En plena pandemia

Escándalo en Francia por el almuerzo clandestino de un magistrado en París

El presidente de la jurisdicción del Tribunal Nacional del Derecho al Asilo pide la dimisión de uno de sus jueces y de uno de sus asesores por asistir a una comida que contravenía las restricciones sanitarias

Obligados a cerrar sus puertas desde el pasado 30 de octubre, ciertos restaurantes comienzan a sublevarse convirtiendo sus trastiendas en discretos comedores  

Un inspector de policía realiza un control en un bar de París para vigilar el cumplimiento de las restricciones por la pandemia.

Un inspector de policía realiza un control en un bar de París para vigilar el cumplimiento de las restricciones por la pandemia. / STEPHANE DE SAKUTIN

Irene Casado Sánchez

Irene Casado Sánchez

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"Servicio non-stop", reza el toldo anaranjado de un pequeño restaurante situado en pleno corazón de París. No se trata de una metáfora, ni de una exageración. Siguiendo a pies juntillas su eslogan, esta brasserie hizo oídos sordos a la normativa gubernamental que prohíbe la apertura de cafés, bares y restaurantes hasta nuevo aviso. En plena pandemia, en su terraza acristalada, situada frente a la reliquia gótica Sainte-Chapelle y al Tribunal de Apelación de París, el establecimiento recibió a una decena de comensales al mediodía del pasado viernes. El convite, organizado sin disimulo alguno pese a encontrarse a un centenar de metros de la prefectura de policía, acabó con una intervención de las fuerzas del orden y 10 multas. Entre los sancionados aparecen un magistrado del Tribunal Nacional del Derecho de Asilo y un asesor de la misma curia.

Según el relato de Le Parisien, el trajín de la terraza llamó la atención de una patrulla de policías en bicicleta. En el momento de su intervención, los convidados comían y bebían de pie, sin respetar la distancia social y sin mascarillas, en los escasos 15 metros que conforman la terraza cubierta. "En las mesas del bistró, dispuestas a lo largo de la vitrina, los policías cuentan cinco platos con restos de comida", detalla el diario.

"Tenemos que almorzar"

En lugar de entonar su mea culpa, los clientes habrían increpado a los agentes exigiéndoles explicaciones sobre los motivos de su intervención. "Tenemos que almorzar", habrían tratado de justificar tras ser sorprendidos con las manos en la masa. A pesar de su falta de colaboración, la policía consiguió identificarles y sancionarles con una multa de 135 euros.

Este miércoles, L’Annexe, nombre de la brasserie en cuestión, permanece cerrada. Se enfrenta a un eventual cierre administrativo que forzaría al establecimiento a bajar sus persianas durante dos semanas y podría traducirse en la pérdida de las ayudas estatales destinadas al sector. "Se trata de una comida para llevar que se fue de las manos […] Hay 150 policías que pasan [por delante] todos los días, el prefecto [de policía de París] Lallement pasa por la puerta de al lado […] al director le hubiera gustado que alguien viniera a decirle que lo que estaba haciendo contravenía las normas", aseguró una persona cercana al bistró al periódico parisino.

24 cierres administrativos

El asunto podría haber pasado desapercibido. L’Annexe se habría sumado discretamente a la lista de restaurantes clandestinos que exceden las normas destinadas a frenar la curva de contagios, si no fuera por la profesión de dos de sus comensales. El presidente de la jurisdicción del Tribunal Nacional del Derecho al Asilo, entidad dependiente del Consejo de Estado, exigió este martes la dimisión de uno de sus magistrados y de uno de sus asesores, confirmando así la presencia de ambos en el controvertido convite.

Mientras la mayoría de bares y restaurantes respetan con resignación la normativa que les obligó a echar el cierre el pasado 30 de octubre, conformándose en el mejor de los casos con ofrecer a sus clientes comida para llevar o a domicilio, una minoría comienza a sublevarse. El pasado fin de semana, la prefectura anunció el cierre administrativo de 24 bistrós parisinos; todos ellos habrían convertido sus trastiendas en comedores, acogiendo a su fiel clientela a escondidas. Una práctica “desleal”, resumen desde la Unión de Oficios e Industrias de la Hostelería, desmarcándose de la irreverencia y solidarizándose con aquellos que continúan respetando las restricciones a pesar de sus violentas secuelas económicas.