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Mattarella, "el presidente pop"

Tras siete años en el cargo, el jefe de Estado italiano disfruta de una alta popularidad

Como en otras ocasiones ahora debe gestionar consensos que permitan formar gobierno

Presidente de Italia, Sergio Mattarella

Presidente de Italia, Sergio Mattarella

Irene Savio

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El día de Reyes de 1980, Piersanti Mattarella, profesor universitario y gobernador democristiano de Sicilia, salió de su casa y se encaminó hacia la iglesia a la que solía ir a misa los días de fiesta. Recorría con su Fiat 132 las calles de Palermo cuando, a la altura de la calle Libertà, fue tiroteado por unos asesinos vinculados a Cosa Nostra, la mafia siciliana. Murió entre los brazos de Sergio Mattarella, su hermano, el hoy presidente de la República.

Este asesinato, casi olvidado por mucho tiempo por la opinión pública en Italia, fue recuperado en los últimos años para tratar de entender a la figura de Sergio Mattarella (Palermo, 79 años) que, por sus modos parcos y sutiles, ha sido difícil de encajar en definiciones simplistas. Lo fue, por citar un episodio, cuando en 2015 Mattarella fue elegido jefe de Estado durante el gobierno de Matteo Renzi. Italia cerraba entonces la época del presidente Giorgio Napolitano, un antiguo comunista que había capeado energéticamente las tormentas provocadas por Silvio Berlusconi, y cuya herencia muchos consideraban difícil de superar. 

Exjuez constitucional, exvicepresidente del Consejo de Ministros, en tres ocasiones ministro, abogado y profesor universitario, Mattarella “es un nombre prestigioso, pero no incómodo, una persona no demasiado carismática”, se escribía en esos días en Italia, al recordar sus orígenes doroteos, una corriente conservadora de la hoy extinta Democracia Cristiana italiana (DC). No obstante, peor aún fue cuando un exministro democristiano lo incluyó como testigo en la 'trattativa', un caso judicial que luego determinaría la existencia en los noventa de una negociación entre miembros del Estado y Cosa Nostra. Mattarella se libraría finalmente de testificar y no quedaría probada responsabilidad alguna suya, pero aun así sus adversarios no desperdiciarían la ocasión para atacarle.

Orden y disciplina

En una Italia donde a menudo la clase política no alimenta el orden y la disciplina, y la tecnología fomenta los mensajes rápidos, conectar con la gente no fue fácil para el anciano presidente. Pero finalmente ocurrió cuando no le tembló la mano al pronunciar su rotundo ‘no’ a la propuesta de un euroescéptico como candidato a ministro de Economía, presentada en mayo de 2018 por la entonces coalición de la Liga del ultranacionalista Matteo Salvini y el Movimiento 5 Estrellas (M5S). 

La tempestiva intervención dio sus frutos y la coalición presentó otro ministro. “Italia ha descubierto a un presidente pop”, comentó entonces el semanario 'L’Espresso', al subrayar que la popularidad de Mattarella se había disparado. A partir de ese momento, las polémicas sobre él se amortiguaron hasta casi desaparecer. Pero nada comparable con lo que logró cuando, en agosto de 2019, Salvini plantó cara al Ejecutivo del que formaba parte, y Mattarella, respaldado por Bruselas y los mercados, fue clave en la negociación para que Italia virase hacia una coalición de centroizquierda que anuló el desafío del líder de la ultraderechista Liga.

Es con esta cronología que, en el séptimo año en el puesto, el presidente italiano deberá afrontar en estos días su último reto, salvo sorpresas, nunca descartables en Italia. Eso es, escuchar a todas las fuerzas políticas italianas para que se encuentre un compromiso que le dé a Italia un Gobierno y se limite el daño hecho por el primer Gobierno que cae, a causa de y en medio de una pandemia. 

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