10º aniversario de la revuelta

La revolución de Tahrir, entre rejas

El golpe de Estado de 2013 de Al Sisi acabó con la transición democrática nacida tras la revuelta del 25 de enero de 2011. Desde entonces, el régimen mantiene una implacable represión contra la disidencia

Miles de manifestantes celebran en la plaza Tahrir de El Cairo la caída de Hosni Mubarak, el 11 de febrero de 2011.

Miles de manifestantes celebran en la plaza Tahrir de El Cairo la caída de Hosni Mubarak, el 11 de febrero de 2011. / AMR ABDALLAH DALSH

Kim Amor

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En la cumbre del G-7 celebrada en agosto del año pasado en Biarritz, el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, concertó una reunión con el presidente de Egipto, el mariscal de campo Abdelfatá Al Sisi. Antes de que el militar llegara, Trump preguntó: "¿Dónde está mi dictador favorito?". Al Sisi se hizo con el poder en Egipto tras un golpe de Estado en julio de 2013 y desde entonces dirige el país con puño de hierro. La asonada destruyó la esperanza de mantener viva la transición democrática que arrancó gracias a la revuelta popular que estalló hace hoy 10 años.

La conocida como Revolución del 25 de Enero de 2011 se gestó a fuego lento. Desde principios de siglo, Egipto fue el escenario de huelgas obreras masivas y de continuas protestas prodemocráticas contra al régimen represivo de Hosni Mubarak, minoritarias la mayoría e impulsadas muchas de ellas por una generación de jóvenes activistas que usaron por primera vez las redes sociales como arma de lucha política. La revuelta de Túnez y la caída del dictador Ben Alí, días antes del estallido social, hizo el resto. La denominada Primavera Árabe se extendió por toda la región.

La ocupación de la icónica plaza Tahrir de El Cairo al grito unitario de "pan, libertad, justicia social y dignidad" captó la atención mediática mundial. Se difundieron imágenes impactantes, como el intento de asalto que protagonizaron los partidarios de Mubarak a lomos de caballos y camellos. En tan solo 18 días, intensos y dramáticos, la revuelta segó la vida política del 'rais'.

El entonces presidente estadounidense Barack Obama recuerda en el primer volumen de sus memorias, 'Una tierra prometida', las tensas conversaciones que mantuvo esos días con Mubarak, un aliado estratégico de Washington en esta región siempre convulsa. Obama le pidió que dejara el poder, una propuesta que compartía parte de su equipo asesor, entre ellos Anthony Blinken, el diplomático elegido por Joe Biden como secretario de Estado. "Si fuera un veinteañero egipcio", dijo Obama a su equipo y en referencia a Tahrir, "probablemente estaría allí con ellos".

HISTÓRICO MOVIMIENTO

Mubarak dimitió y una junta militar se hizo con el poder con la misión de pilotar la transición hacia unas elecciones democráticas. Uno de sus miembros era Al Sisi. Las urnas auparon en 2012 a la jefatura del Estado a Mohamed Mursi, candidato presidencial de los Hermanos Musulmanes, el histórico movimiento islamista, ilegalizado pero tolerado bajo el régimen de Mubarak. El Ejército perdía así el poder tras 60 años ininterrumpidos.

Mursi confió a Al Sisi el Ministerio de Defensa. Un año más tarde, el mariscal lideró una asonada golpista que echó del poder al único presidente civil y elegido democráticamente en la historia del país. Un mes después, el 14 de agosto de 2013, más de 800 seguidores de Mursi murieron tiroteados en el desalojo de dos plazas de El Cairo que habían ocupado para denunciar el golpe. Se trató de "una de las mayores matanzas de manifestantes perpetrado en un solo día en la historia reciente", según denunció Amnistía Internacional (AI). La masacre de Rabaa al Adauiya y Al Nahda fue la señal de lo que se avecinaba.

Desde entonces, el nuevo régimen ha llevado a cabo una persecución sistemática e implacable de todo tipo de disidencia. Los informes de las organizaciones de derechos humanos son demoledores y documentan la larga lista de denuncias de desapariciones forzosas, torturas o procesos judiciales en tribunales militares sin garantías legales, entre otros.

En las cárceles del país se alojan más de 60.000 detenidos políticos. Los tribunales egipcios han dictado unas 3.000 condenas a muerte desde 2014, entre ellas la del propio Mursi, que murió fulminado por un ataque cardíaco mientras declaraba frente un tribunal en junio de 2019. El año pasado el Estado llevó a cabo "un frenesí de ejecuciones", según lo definió Amnistía Internacional: entre octubre y noviembre ejecutó a 57 personas, casi el doble que en 2019.

Miembros del ejército patrullan las inmediaciones de la mezquita de Al Imán, cercana a la plaza de Rabea al Adauiya, donde se encontraba la principal acampada de los islamistas desmantelada en El Cairo en agosto de 2013.

Miembros del ejército patrullan las inmediaciones de la mezquita de Al Imán, cercana a la plaza de Rabea al Adauiya, donde se encontraba la principal acampada de los islamistas desmantelada en El Cairo en agosto de 2013. / KHALED EL FIQI / EFE

COLECTIVOS REPRIMIDOS

La ley antiprotestas aprobada en 2013 legaliza el autoritarismo, limita las manifestaciones y restringe las libertades de reunión y de asociación. A pesar de la ley, el pasado mes de septiembre se registraron protestas que acabaron con más de 4.000 detenidos. Los medios de comunicación están estrictamente controlados y los pocos periodistas independientes que osan críticar al régimen son hostigados, censurados y detenidos, como ha sido el caso de Lina Attalah, directora de 'Mada Masr', y de Nora Yunes, de 'Al-Manassa'.

"Las autoridades egipcias bajo Al Sisi han cometido violaciones generalizadas a una escala sin precedentes en la era de Mubarak", afirma Hussein Baoumi, responsable de Amnistía Internacional para Egipto y Libia. "En muchos sentidos, parece que esté castigando a los egipcios por rechazar a Mubarak mostrándoles hasta qué punto la situación podría empeorar".

A la lista de colectivos reprimidos habituales (activistas, opositores, defensores de derechos humanos, periodistas o miembros de minorías religiosas o LGBTI) se han añadido los médicos que cuestionan la política o las cifras oficiales sobre la pandemia, una crisis sanitaria que ha debilitado aún más la maltrecha economía del país. El turismo, una de sus principales fuentes de ingresos, ha caído más de un 70%. También ha afectado los bajos precios del petróleo y la reducción de las remesas de dinero que recibe el país del los expatriados.

A lo largo de su presidencia, Al Sisi no ha hecho más que apuntalar su poder a través de elecciones sin rivales en las que ha logrado porcentajes de voto superiores al 96%, cifra habitual entre los autócratas de la región. Una reforma constitucional le permitirá, además, seguir en el poder hasta 2030.

Mursi en el juicio en una tribunal militar en agosto de 2014

Mursi, en el juicio en un tribunal militar en agosto de 2014 / AFP

Todo ello no ha impedido que el presidente egipcio haya sido recibido con todos los honores en las principales capitales europeas, entre ellas Madrid. En diciembre pasado, el presidente francés, Emmanuel Macron, lo condecoró en París y casi a hurtadillas con la Legión de Honor, la más alta distinción francesa. Entre 2013 y 2017, Francia fue el principal proveedor de armas de Egipto.

El país árabe más poblado se erige hoy como una potencia militar en la zona que, junto a Arabia Saudí, mantiene una coalición para hacer frente a la amenaza de Irán, el gran enemigo de los países sunís y de Israel. Trump mantuvo durante su mandato la ayuda anual de 1.300 millones de dólares que Estados Unidos concede al país: es la segunda más cuantiosa tras los 3.100 millones anuales que transfiere a Israel.

"SILENCIO" INTERNACIONAL

Pero la llegada de Biden a la Casa Blanca puede cambiar las cosas, aunque costará mucho trabajo, sostiene Baoumi, que  denuncia el "silencio" que la comunidad internacional ha mantenido durante todos estos años sobre las violaciones de derechos humanos en Egipto, "un factor clave" en el aumento de la represión en Egipto y un aval para la impunidad de Al Sisi.

"Cuando la Administración de Biden envíe un claro mensaje al presidente Al Sisi de que los días de silencio han terminado y lo demuestre con acciones concretas, las autoridades egipcias se darán cuenta de que el precio a pagar por la represión es demasiado alto y revertirán la situación", afirma este investigador de AI.

El pasado mes de julio, Biden publicó un tuit muy crítico con Al Sisi, en el que celebraba la puesta en libertad de un activista estadounidense de origen egipcio que había permanecido en prisión sin juicio casi año y medio. "No más cheques en blanco para el 'dictador favorito' de Trump", escribió.

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