Una nueva era

Los Estados Unidos de Biden

El 46° presidente coge las riendas de un país azotado por la pandemia, profundamente dividido y con la democracia sacudida

Los retos son aún más monumentales en una nación radicalizada donde la realidad ha dejado de ser denominador común

"Sé que estos tiempos son oscuros, pero siempre hay luz", dice el demócrata antes de partir hacia Washington para la investidura

Joe Biden comparece para presentar su plan económico y sanitario.

Joe Biden comparece para presentar su plan económico y sanitario. / JIM WATSON

Idoya Noain

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Este martes, horas antes de ser investido como 46° presidente de Estados Unidos, Joe Biden y su vicepresidenta, Kamala Harris, tenían organizado en el Lincoln Memorial de Washington un acto en homenaje por los 400.000 muertos que el coronavirus ha dejado de momento en el país. 400 luces, una por cada mil fallecidos, para arrojar luz sobre la más oscura y dolorosa factura humana de una pandemia que, tanto con su crisis sanitaria como con la económica, se convierte en el reto más inmediato para Biden. No es, ni mucho menos, el único.

Aunque con un mensaje centrado en la unidad, en el optimismo de la posibilidad de sanación y en la resiliencia de su democracia, Biden coge las riendas de un país sacudido por varias crisis interrelacionadas; una nación quebrada por todo tipo de fracturas. Ahí están las económicas de la desigualdad, que agrava aún más el devastador golpe de una pandemia que ha subrayado la precaria situación económica de millones en una nación próspera.

Están también las brechas raciales, una herida de 400 años que no deja de sangrar y que el año pasado derramó por las calles como no lo había hecho en décadas el grito de basta ya, justo mientras bajo el mandato de Donald Trump el cáncer de la supremacía blanca se metastatizaba. Y están las geográficas que separan a las urbes de lo rural; las culturales, sociales, ideológicas y políticas que han llevado a una radicalización y polarización sin precedentes en décadas.

Pero está, sobre todo, una brecha que viene de atrás pero se ha extremado con consecuencias impredecibles durante la era Trump, el presidente de las más de las 30.000 mentiras: la de la relación con la realidad, que ha dejado de ser un denominador común para los estadounidenses.

¿Qué es "América"?

Biden ha dicho que el asalto al Capitolio del 6 de enero hace su trabajo “más fácil” porque ha hecho más evidente la necesidad de unidad que es su empeño. Como tantos otros, insiste en que lo que se vivió y vio cuando las turbas que Trump incitó a la insurrección, según el cargo que enfrenta en su segundo impeachment, "no es América, no es quién somos". Pero para muchos otros ese episodio es precisamente el recordatorio de lo que sí son los EEUU en 2021. Y como le ha dicho a 'The Washington Post' la profesora de historia de Brandeis Leah Wright-Rigueur, la presidencia de Trump y su culminación en el oscuro pozo del asalto al Capitolio "cuenta la historia de los fallos de la democracia estadounidense: no solo sobre Trump, sino sobre las mentiras de siglos que nos decimos a nosotros mismos sobre quiénes somos".

Los EEUU son un país donde siete de cada 10 republicanos siguen creyendo aunque se haya desacreditado la interesada invención egoísta del demagogo Trump de que hubo un fraude electoral; un país donde esa y otras teorías conspiratorias, la rabia y la paranoia, arrastran en su destructivo magma a decenas de miles de ciudadanos corrientes y han saltado de la nube virtual de internet al terreno real.

Son un país donde se ha disparado la desconfianza en las instituciones y el odio al Gobierno y crecen milicias y movimientos extremistas que buscan el enfrentamiento civil o la guerra racial; un país que tiene que investigar a sus propios militares para asegurarse de que los radicalizados en sus filas no atentarán en una investidura. Los EEUU de 2021 son un país donde el 70% (según un sondeo de este domingo) cree que la democracia está amenazada.

"Siempre hay luz", frente a "la carnicería americana"

La ventaja respecto a los EEUU de hace cuatro años es que su presidente ahora no llega para denunciar, como hizo Trump, "la carnicería americana", un mensaje que con la distancia es imposible no ver como una profecía autocumplida, sino precisamente con el objetivo de corregirla. Y Biden, como decía ya en campaña, es consciente de que "el país está en un lugar peligroso", pero también está convencido de que es posible revertir la situación. "Sé que estos tiempos son oscuros, pero siempre hay luz", recordaba este mismo martes en Delaware antes de salir hacia la capital.

Llega decidido a reinstaurar un gobierno funcional tras cuatro años en que, según ha ratificado su equipo mientras preparaba la transición, se han demacrado agencias y erosionado la moral de los funcionarios y se han abandonado procesos habituales de gobierno. Y Biden cree sobre todo en las posibilidades de un liderazgo moral, en que tan importante como la acción política es ofrecer consuelo emocional y una sanación cívica.

Comedido en un ambiente hiperpolarizado, el veterano demócrata, político de la vieja guardia, cree también en un bipartidismo que hace décadas ha ido perdiendo valor en Washington. "Necesitamos un Partido Republicano, necesitamos una oposición fuerte y con principios", declaraba hace dos semanas. Lleva tiempo hablando en privado con republicanos en el Congreso para intentar buscar terreno común.

La pregunta es: ¿cuántos como Mitt Romney, uno de los senadores con los que ha tenido conversaciones, hay hoy en la formación conservadora? Y la respuesta es una incógnita, aunque otros números concretos no son esperanzadores. 147 congresistas republicanos votaron el 6 de enero, incluso tras el asalto, para objetar los resultados de las elecciones legítimas que han hecho a Biden presidente.

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