Crisis sanitaria

China confina a 11 millones de habitantes tras sufrir su peor brote de coronavirus en cinco meses

Un fuerte rebrote en una provincia vecina de Pekín hace temer por las vacaciones de año nuevo

Ciudadanos en Beijing, China, tras las vacaciones.

Ciudadanos en Beijing, China, tras las vacaciones. / periodico

Adrián Foncillas

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China lidia con su peor rebrote en el peor contexto. Casi 400 casos se han detectado ya en Hebei cuando sus crisis más inquietantes de los últimos meses no superaban las docenas, la provincia abraza a Pekín y el país se prepara para las vacaciones de año nuevo. No extraña, pues, que China le haya dado otra vuelta de tuerca a un protocolo ya enérgico.  

Las autoridades declararon el estado de guerra en la provincia, sellaron días atrás Shijiazuang, la capital, y castigaron a tres funcionarios por su dejación de funciones.  No hay vuelos ni trenes y a los 11 millones de habitantes se les recomendó que no salieran de casa durante una semana. Tampoco hay colegios ni guarderías abiertos, las actividades no esenciales están prohibidas y en las próximas horas está previsto que termine la campaña de testeos sobre toda la población. La estrategia devuelve la rotundidad con la que China gestionaba sus primeros rebrotes tras haber controlado antes de verano la pandemia. Esos análisis urbi et orbe, aún incluso con un puñado de casos, fueron relevados por acciones más quirúrgicas y centradas sólo en los distritos afectados, por la certeza de que la exhibición de músculo era innecesaria. La gravedad del rebrote de Hebei, el mayor desde junio, los ha devuelto. La cincuentena de casos detectados ayer suponen la mitad de las del día anterior y revelan que pecar por exceso sigue funcionándole a China.  

Blindar Pekín de Hebei

Blindar a Pekín de Hebei fue prioritario desde que el primer caso fue detectado a mediados de enero. La provincia se enfrenta a un delicado proceso de reconversión desde que la guerra contra la contaminación obligase a cerrar muchas de las fábricas pesadas que enturbiaban los cielos pequineses. Apenas 260 kilómetros separan Shijiazuang de la capital y en las carreteras se han levantado controles para exigir el código verde del móvil que te identifica como sano. Son días áridos para la población de Hebei que tiene en Pekín su puesto de trabajo y que abriga la sensación de que son rutinariamente sacrificados por el bienestar de la capital. 

 Sobre los distritos de Langfang, Bazhou y Sanhe, fronterizos con Pekín, se ha ordenado hoy el preceptivo cerrojazo y sus habitantes sólo pueden salir de casa para someterse al análisis gratuito de ácido nucleico. También permanecen bloqueados miles de habitantes en Shunyi, el distrito pequinés que acoge al aeropuerto internacional. La crisis en Hebei explica que la capital mantenga las medidas reforzadas desde el tímido rebrote que sufrió el mes pasado. Los supermercados prohíben el paso sin mascarilla y bares y restaurantes toman la temperatura y exigen el código verde a sus clientes. 

 El primer ministro Li Keqiang, recordó este fin de semana que la opacidad será castigada y ordenó que no se repitieran los desmanes de las autoridades de Wuhan en las primeras semanas de la pandemia. “El proceso de prevención y control de una enfermedad infecciosa exige la verdad de los hechos, la información transparente y abierta y nunca los datos minimizados”, dijo Li en una reunión del Consejo de Estado. Su discurso precedió a la aprobación de los visados de los científicos de la OMS que este jueves aterrizarán en Wuhan para investigar el origen del coronavirus.  

 No sobran los esfuerzos cuando apenas quedan unas semanas para el nuevo año y las vacaciones del Festival de Primavera en las que cientos de millones de chinos se mueven por todo el país al encuentro de sus familiares. Las del pasado año fueron suspendidas pero China parecía haber dejado atrás la pandemia con las vacaciones del primero octubre que devolvieron las habituales imágenes de turistas amontonados. Las autoridades tienen previsto vacunar a cincuenta millones de habitantes para minimizar los riesgos, varias provincias han cancelado ya todos los actos multitudinarios y el Gobierno ha prohibido que viajen los funcionarios para dar ejemplo. Al resto se le ha pedido que se quede en casa si no es imprescindible y de la evolución del rebrote de Hebei dependerá que la recomendación no acabe en orden.