Tensión en EEUU
El Congreso confirma a Biden y pone a Trump en el punto de mira
La democracia resiste pero EEUU vive conmocionado el día después del asalto violento al Capitolio instigado por el republicano
El presidente saliente se compromete a una transición "ordenada" el 20 de enero pero sigue sin admitir su derrota ni felicitar a Biden
Los líderes demócratas en las dos Cámaras urgen a destituirlo a través de la Enmienda 25 o con un segundo impeachment
Idoya Noain
Corresponsal en EEUU
Corresponsal en Estados Unidos desde 2001.
Idoya Noain
“Joseph R. Biden Jr,, del estado de Delaware, ha recibido 306 votos”. A las 3.40 de la madrugada del 7 de enero de 2021 el vicepresidente saliente de Estados Unidos, Mike Pence, pronunció en el Capitolio de Washington la frase que, ratificando el resultado del colegio electoral, constataba lo que dictaminaron hace dos meses los estadounidenses en las urnas: que el septuagenario y veterano político demócrata ha sido elegido para ser, a partir del 20 de enero, presidente de Estados Unidos.
La proclamación, puro trámite siguiendo ese dictado de las urnas y la ley, no debería haber sido acontecimiento ni noticia, pero lo fue; lo es. Porque llegó tras dos meses de un reto orquestado desde la Casa Blanca por Donald Trump contra los resultados y tras la jornada más oscura y convulsa de los cuatro años de la oscura y convulsa presidencia del republicano, después de que una turba nutrida por sus infundadas acusaciones de fraude y a la que arengó en persona el miércoles protagonizara durante horas un inédito asalto violento al Capitolio que dejó cuatro fallecidos en Washington; una insurrección, fallida pero insurrección, contra la democracia.
Trump, en el punto de mira
Las instituciones han resistido y la voluntad popular, que también ha dado a los demócratas el trascendental control de las dos Cámaras, lo que facilitará la presidencia de Biden, ha prevalecido, pero la nación queda conmocionada. Y sus líderes y ciudadanos se ven obligados a encarar los problemas y fantasmas, evidentes y ocultos, que han llevado a EEUU al borde del abismo.
Nadie está más bajo ese prisma ahora que Trump, que finalmente se comprometió de madrugada el jueves a una transferencia “ordenada” de poder el día 20 pero sigue sin admitir su derrota y sin reconocer la victoria de Biden y volvió a cuestionar sin fundamentos las elecciones. Lo hizo en un comunicado que, mientras estaba bloqueado por Twitter (un bloqueo que en el caso de Facebook e Instagram se ha decidido prolongar indefinidamente y por lo menos hasta la toma de posesión de Biden), distribuyó uno de sus ayudantes en la Casa Blanca.
El propio Biden este jueves ha señalado sin matices a la responsabilidad de Trump en lo que ha calificado como “uno de los días más oscuros en la historia de nuestra nación”, una jornada donde lo que se vio, según ha dicho, “no fue disenso, no fueron disturbios, fue caos” y acciones de “terroristas nacionales”.
“Me gustaría decir que no lo vimos venir pero eso no es verdad, podíamos verlo venir”, ha declarado el presidente electo en un acto para presentar al juez Merrick Garland como nominado a fiscal general y otros de sus elegidos para el Departamento de Justicia. “Los últimos cuatro años hemos tenido un presidente que ha dejado claro el desdén por nuestra democracia, nuestra Constitución, nuestro estado de derecho”, ha añadido. “Desató un asalto a las instituciones de nuestra democracia desde el principio”.
La destitución
En lo que Biden no ha querido entrar es en lo que el resto de Washington y buena parte del país están discutiendo ahora: la posibilidad de obligar a Trump a que abandone el cargo incluso antes del día 20. Porque lo que el miércoles por la noche eran unas cuantas voces que pedían que el presidente sea obligado a dejar el Despacho Oval bien por la vía del uso de la Enmienda 25 o por un segundo 'impeachment' este jueves se volvían ya clamor.
“Lo que sucedió en el Capitolio fue una insurrección contra EEUU incitada por el presidente. No debe mantener el cargo ni un día más”, ha sentenciado en un comunicado Chuck Schumer, el líder demócrata en el Senado. Poco después la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, le ha secundado.
Los demócratas creen que la Enmienda 25 sería la forma “más rápida y efectiva” para el objetivo pero para ponerla en marcha, algo que ha pedido de momento públicamente solo un congresista republicano, se necesita que lo hagan el vicepresidente y al menos la mitad de los miembros del Gabinete, y en el de Trump empiezan las bajas. Este jueves, tras varias dimisiones de altos cargos en protesta por arengar la insurrección, anunciaba su dimisión como secretaria de Transporte Elaine Chao, esposa del líder republicano en el Senado Mitch McConnell.
La otra opción que se baraja es someter a Trump a un segundo juicio político, la opción por la que están abogando un creciente número de congresistas demócratas, que también consideran Schumer y Pelosi y para la que la representante Ilhan Omar ya ha empezado a redactar artículos de 'impeachment'. Los tiempos juegan en contra de ese proceso pero si Trump fuera condenado no podría volver a ocupar ningún cargo público.
El futuro del Partido Republicano
Lo que se vivió en Washington, no obstante, no es cuestión de un solo hombre ni de un solo día. Y los ojos están vueltos sobre Trump y su futuro, inmediato y a medio y largo plazo, pero se plantean también sobre todo el Partido Republicano.
Incluso tras el asalto al Capitolio, más de un centenar de congresistas y un puñado de senadores conservadores, incluyendo Ted Cruz y Josh Hawley, siguieron planteando un reto a los resultados electorales en Arizona y Pensilvania que no por infructuoso fue menos representativo de su peligrosa disposición a seguir minando la confianza en el sistema electoral. Y aunque otros líderes y altos cargos republicanos denunciaron con contundencia a Trump y su incitación a la violencia y el golpe, son gente como el senador Lindsay Graham, el exfiscal general William Bar o incluso McConnell y hasta Pence, los mismos que durante los cuatro años de su mandato le han dado alas y han sido cómplices, por acción u omisión, de sus impulsos y acciones autocráticos, los que el miércoles el aún presidente levó a un extremo inédito.
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