Crisis sanitaria
Nueva York, navidad con tiempo y pausa
Tradiciones y rituales navideños han cambiado a la fuerza en el año de la pandemia
En una ciudad de masas, contacto y velocidad se hacen vacíos, espacios y pausas
Idoya Noain
Corresponsal en EEUU
Corresponsal en Estados Unidos desde 2001.
Idoya Noain
Cada año en las fechas cercanas a la Navidad, Gerardo Romo se acerca al Chelsea Market para ir a una especie de feria. El miércoles, víspera de Nochebuena, “no había nada, solo oscuridad, la boca del lobo”.
Chileno neoyorquino desde hace 20 años que lleva meses durante esta pandemia retratando con su cámara calles vacías, Romo se ha topado también con locales de comida cerrados en Grand Central, donde el tradicional mercadillo se ha hecho virtual. Y no esperaba impregnarse de una sensación de tristeza viendo todo tan “lento y desolador”, pero lo entiende. Incluso piensa que, por responsabilidad, por seguir las recomendaciones de no salir ni estar en lugares cerrados, “así es como tiene que estar”.
Rituales adaptados
Los rituales navideños más conocidos se han adaptado a la era de un coronavirus que ya ha dejado 37.000 muertos en la ciudad. La elaborada misa del gallo en la catedral de San Patricio solo se podía seguir por internet. También virtual fue desde el Teatro Apollo Kwanzaa, la celebración de la herencia afroamericana en la urbe. Las Rockettes guardan sus energías para el 2021 y por primera vez desde 1861 Santa no ha sentado a los niños en sus rodillas en Macy’s.
Para ver en persona el árbol del Rockefeller Center (si uno se cansa de mirar un abeto por livestream), hay que escanear un código QR, esperar que un sms diga cuándo ponerse en la cola y luego aprovechar los cinco minutos asignados, en grupos de cuatro como máximo. Y como los museos, abiertos pero con capacidad reducida, patinar a su sombra en la pista de hielo es un asunto con hora reservada, mascarilla y distancia social. Igual en Byrant Park, pero al menos junto a la sede central de la Biblioteca Pública se puede surcar el hielo sin pagar.
No queda casi rastro de los siete millones de turistas que visitaron la ciudad en las últimas fiestas. No hay aglomeraciones ni en las zonas donde son habituales y tampoco 100.000 personas abarrotarán en Nochevieja Times Square para ver una bola bajar y marcar la llegada de un año nuevo del que tantos esperan tanto. Y salvo que se tengan unos cuantos cientos de dólares para pagar la noche del 31 alguna de las habitaciones con terrazas privadas o con vistas a la plaza que ofrecen dos hoteles, la forma de estar presente será escribiendo, en persona o por envío digital o a través de redes sociales, un deseo para 2021 en la tonelada de confetti que se lanzará sobre las aceras. Porque las cámaras estarán listas para transmitir en directo. Incluso en esta zona donde los carteles de obras de los cercanos teatros de Broadway son ahora solo recuerdos, o esperanza como pronto para mayo, 'show must go on'.
'Life must go on'
La vida también continúa en un Nueva York cambiado donde gana espacio el vacío, llena el tiempo la pausa, las luces de los apartamentos pasan muchas más horas encendidas y la urbe global se ha hecho extremadamente local, también en Navidad. Lo reconocía de antemano hasta la guía oficial de la ciudad al hablar de estas fiestas. “Los grandes actos, los espectáculos , las exposiciones y actividades... Muy poco será ‘business as usual’. Pero hay muchas cosas sucediendo en los cinco barrios”.
Son justo los barrios dentro de los barrios los que siguen dando vida a Nueva York. Porque por todas partes se prodigan las persianas bajadas y carteles en escaparates que de distintas maneras dicen lo mismo: “se alquila”, “se renta”, “local disponible”... Y duelen especialmente cuando lo que ha echado el cierre es un negocio donde los vecinos saben su historia porque han formado parte de ella. Pero no solo se llora lo perdido sino que se lucha por mantener lo que resiste. Hay un resucitado empeño por el consumo y el paseo de cercanía. Se crean redes comunitarias. Los voluntarios se prodigan, más en estas fechas. Y esta navidad el corazón de Nueva York late. Lo hace, simplemente, a un ritmo distinto.
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