Crisis sanitaria

Una última oportunidad para los negocios históricos de Lisboa

Comercios y restaurantes centenarios del centro de la capital lusa se aferran a la Navidad para sobrevivir

Un cliente compra bacalao en Manteigaria Silva, en el centro de Lisboa.

Un cliente compra bacalao en Manteigaria Silva, en el centro de Lisboa. / LUCAS FONT

Lucas Font

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Pocos discuten que el bacalao es el plato estrella de la Navidad en Portugal. Y muchos coinciden en que uno de los mejores se encuentra en Manteigaria Silva, un negocio inaugurado en 1890 situado en el barrio de la Baixa, en el centro de Lisboa. Con la llegada de las fiestas navideñas es cada vez más habitual ver colas en el exterior de esta tienda, que además del sabroso pescado ofrece quesos, embutidos y conservas de toda clase.

"Cada año vengo con mis tíos a comprar bacalao para Navidad, aunque este es el primero que vamos a pasar separados por la pandemia. Somos muchos en casa y ellos ya son mayores", asegura Raul Jorge, cliente del establecimiento, con una bolsa de bacalao recién comprado en la mano. A pesar de que el Gobierno anunció a principios de diciembre que permitirá las reuniones familiares sin límite de personas, Jorge y su familia prefieren ser precavidos ante la dureza de la segunda ola de covid en el país luso.

Manteigaria Silva es uno de los negocios históricos del centro de la capital que se han tenido que reinventar debido al covid tras décadas trabajando de cara al público. "Empezamos a promocionar cestas de Navidad a través de nuestra tienda online y está siendo todo un éxito", explica Laura Branco, la encargada de las cuentas del negocio familiar. "Muchas empresas han optado este año por cancelar las cenas de Navidad y, a cambio, regalan nuestros productos a sus empleados. Si la cosa sigue así, podremos aguantar unos meses más y mantener todos los puestos de trabajo", asegura Branco con satisfacción.

Restaurantes en peligro

La otra cara de la moneda la ofrece António de Sousa, dueño del restaurante Martinho de Arcada, el más antiguo de Lisboa con casi 240 años de historia. La huida del turismo y de los pocos trabajadores públicos que aún quedan en la Baixa han dejado a este histórico restaurante en una situación muy delicada. Y las previsiones no son esperanzadoras, a pesar de que el Ejecutivo permitirá, de forma excepcional, la apertura de bares y restaurantes hasta la 1.00 de la noche los días 24 y 25 de diciembre, y a las 22.30 en Nochevieja.

"La tradición en Navidad es que las personas se reúnan en casa, así que no esperamos mucho movimiento", lamenta De Sousa. La esperanza de este hostelero estaba puesta en la noche de fin de año, un día fuerte para los restaurantes de la zona por su cercanía con la emblemática plaza del Comercio, desde donde miles de personas se congregan cada año para contemplar los fuegos artificiales. Algo que no será posible este año, ya que el Gobierno ha prohibido los eventos públicos y las reuniones de más de seis personas en la vía pública el 31 de diciembre.

El Martinho de Arcada es de los pocos restaurantes que siguen abiertos en la Baixa, pero De Sousa advierte de que su situación es cada vez más insostenible. "De las 30 personas que llegaron a trabajar aquí, ahora solo quedan 11. Nuestra facturación ha caído un 70% y cada vez es más complicado mantener la carga fiscal, la mano de obra y los gastos de suministros. No sé si podremos seguir abiertos a partir de enero, solo el tiempo lo dirá". 

Pasteles más pequeños

La falta de clientes, locales y extranjeros, también ha afectado a la Confeitaria Nacional, una pastelería de la Baixa fundada en 1829. “Hemos perdido gran parte de nuestra clientela en el local, que eran sobre todo turistas y trabajadores de la zona que ahora lo hacen desde casa”, explica Leonor Amorim, gerente del negocio. La pastelería se aferra ahora a la venta de bolos rei, uno de los dulces más típicos de estas fechas en Portugal y muy parecido al roscón de Reyes.

"Ha habido un aumento de los pedidos a domicilio que realizamos a través de apps de reparto. Gracias a eso apenas estamos notando un cambio importante en la venta de dulces de Navidad este año", asegura Amorim. Lo que sí han notado en la Confeitaria Nacional es que los bolos rei ya no son tan grandes como antes: "Antes hacíamos pasteles de hasta dos kilos, pero este año apenas llegan al kilo y medio". Un síntoma, explica la gerente, de que las reuniones familiares serán más reducidas en este año excepcional.

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