Derechos humanos

El tráfico y explotación de niños crece peligrosamente en Mali

La pandemia, el recrudecimiento de la guerra y la crisis económica ha facilitado el reclutamiento de menores soldado

En el país africano también han crecido los casos de explotación laboral en las minas de oro y las agresiones sexuales

Niños soldados en Gao, Mali, en el 2010

Niños soldados en Gao, Mali, en el 2010 / Danny Caminal

Gabrielle Colchen

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La inseguridad ha crecido de forma alarmante este año en Mali, país que sufre una guerra interna desde el 2012. A la crisis armada se une la económica, agravada por el covid-19. Un coctel explosivo que ha tenido como una de sus consecuencias el aumento en el tráfico de niños con fines militares, económicos y sexuales. La debilidad de las instituciones locales impide poner freno al drama que padecen muchos menores en este país del oeste de África

Un alto porcentaje de esta explotación, el 42%, está relacionado con el reclutamiento militar forzado tanto en el Ejército gubernamental como en los diferentes grupos armados yihadistas, y otras milicias, según el informe del Global Protection Cluster de noviembre del 2020

El número de niños soldado crece cada año. Solo en los seis primeros meses de 2020, se han detectado 230 casos, más que en todo el 2019, que fueron de 215, el doble que los registrados en el 2018, según un recuento de las Naciones Unidas. Este crecimiento se explica también por la mejor capacidad de las organizaciones internacionales para recoger denuncias de víctimas.     

“Alistarse en las fuerzas armadas puede ser una de las pocas opciones que tienen los niños para sobrevivir o ayudar a su familia”, afirma Daniela Luciani, jefa del programa de protección de los niños para UNICEF en Bamako. Estos niños, que tienen entre 12 y 18 años y que generalmente no están escolarizados, a veces reciben una compensación económica como soldados. 

Pandemia y sector informal

Aunque Mali oficialmente ha confirmado menos de 6.000 casos de covid-19 (ha hecho pocos tests), la crisis sanitaria ha tenido unas consecuencias sociales y económicas importantes en un país ya de por sí muy debilitado.

El cierre de fronteras en abril y el confinamiento han perjudicado de manera especial a la población que trabaja en el sector informal, que es la gran mayoría. Además, las escuelas han permanecido cerradas cerca de 6 meses, lo que ha hecho que los niños sean más vulnerables al reclutamiento.

Marie-Emilie Dozin, trabajadora humanitaria para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) en Mali, recuerda que “la escuela es un espacio que protege a los niños, evita que trabajen durante el día y les ofrece un lugar seguro”. El cierre de los colegios ha contribuido a que muchos empezaran a trabajar para mantener a su familia.

El trabajo en minas informales de oro es uno de los problemas más graves del trabajo juvenil en Mali. Según el informe de Global Protection Cluster, unos 6.000 niños lo hacen en unas ocho minas, la mayoría cerca de las ciudades de Gao y Kidal. El 20% de los que trabajan en las minas de Gao son menores de edad y están sometidos a condiciones de extrema explotación económica, además de violencia física, psicológica y sexual.  Daniela Luciani, de UNICEF, afirma que ha habido accidentes de niños en las minas y que los menores “están expuestos al mercurio”, una sustancia química peligrosa para la salud.

Explotación sexual

“Las niñas son extremadamente vulnerables al tráfico sexual. De los casos denunciados de violencia sexual este año, el 66% concierne a menores de 18 años“, explica Marie-Emilie Dozin. Según esta trabajadora humanitaria, las agresiones sexuales suelen ocurrir en desplazamientos cotidianos, como ir a recoger leña, agua o de camino al mercado.

 Otra caso muy común de explotación de menores son los matrimonios. Mali es uno de los países del mundo con una mayor tasa de matrimonios infantiles. El 53% de las niñas se han casado antes de cumplir los 18 años. Así, la familia tiene menos hijos a su cargo y recibe una compensación financiera.  

Luciani recuerda que aunque las familias usan el matrimonio infantil como valor económico, es un tema complejo ya que es una práctica cultural interiorizada en la sociedad maliense.

Investigar sobre el tráfico y la explotación laboral de menores en Mali no es tarea nada fácil. UNICEF y otras organizaciones internacionales y oenegés tienen programas para proteger a los niños y para ayudarles a reintegrarse una vez han sido liberados por los grupos armados.

A pesar de que el trabajo de las organizaciones humanitarias ha dado resultados -se ha conseguido aumentar el número de denuncias- se necesitan más expertos y más recursos financieros. Los servicios sociales malienses casi son inexistentes y el país depende mayoritariamente de la ayuda internacional. Las organizaciones requieren que las autoridades se involucren más en la protección de los menores.