Transición en la Casa Blanca

Intimidación y amenazas: la campaña del trumpismo contra los responsables de las elecciones

Los seguidores del presidente lanzan amenazas de muerte contra decenas de funcionarios

Trump se niega a repudiar la campaña de intimidación y sigue abanderando la teoría del fraude

El Tribunal Supremo desestima el último recurso de sus abogados para anular el resultado en Pensilvania

Noche electoral en EEUU el pasado 3 de noviembre.

Noche electoral en EEUU el pasado 3 de noviembre.

Ricardo Mir de Francia

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Eran casi las 10 de la noche del sábado en un barrio residencial de Detroit. La secretaria de Estado de Michigan, Jocelyn Benson, acababa de decorar el árbol de Navidad con su hijo de cuatro años, cuando un grupo de manifestantes armados se plantó frente a su casa para gritar con megáfonos consignas contra el "robo" de las elecciones. La llamaron "traidora" y "criminal" y le pidieron que se entregara a las autoridades, según los vídeos colgados en las redes sociales. Casi en paralelo y, en ese mismo estado, la legisladora estatal Cynthia Johnson, también demócrata y afroamericana, comenzó a recibir mensajes anónimos en su teléfono. "Estás acabada, deberías colgar de una jodida soga”, decía una mujer al otro lado del teléfono en una diatriba salpicada de insultos racistas y amenazas de muerte

No son hechos aislados. La actitud adoptada por Donald Trump desde que se confirmara su derrota en las elecciones presidenciales ha desatado una campaña de intimidación y amenazas de violencia por parte de sus seguidores contra decenas de funcionarios, interventores y responsables del recuento electoral en varios estados. Por el momento, la sangre no ha llegado al río, pero crece la preocupación ante el insistente rechazo del presidente a reconocer el resultado y repudiar la campaña de acoso lanzada por sus seguidores. “Esto tiene que parar”, clamó la semana pasada el responsable de los sistemas de votación en Georgia, el republicano Gabriel Sterling. 

Instigación a la violencia

“Señor presidente, tiene que dejar de inspirar a la gente para cometer actos de violencia. Alguien va a resultar herido, alguien va a recibir un disparo, alguien va a acabar muerto”. Pero nada cambió. Trump ha seguido presionando a los dirigentes de los estados donde se decidieron las elecciones para que reviertan el resultado y den por buenas sus acusaciones infundadas de fraude. Al secretario de Estado de Georgia, el también republicano Brad Raffensberger, llegó a describirlo como el “enemigo del pueblo”, una de las coletillas que suele dedicar a la prensa, popularizada en su día por el tirano soviético Joseph Stalin. Palabras que han tenido consecuencias. “Tu marido merece enfrentarse a un pelotón de fusilamiento”, decía un mensaje recibido por la mujer de Raffensberger. “Espero que no os equivoquéis con este recuento. Vuestra vida depende de ello”, afirmaba otro. 

Trump no está solo al instigar la violencia. Esta misma semana el Partido Republicano de Arizona preguntaba a sus seguidores en Twitter si estarían dispuestos a “dar su vida por esta lucha”, refiriéndose a la campaña del presidente, que ha fracasado estrepitosamente en los tribunales. Días antes, uno de sus abogados, Joe di Genova, llamó a “fusilar de madrugada” a Christopher Krebs, quien fuera el principal responsable del país en materia de seguridad electoral hasta que Trump le despidiera recientemente por decir que estas han sido “las elecciones más seguras en la historia del país”. 

Amenazas contra Dominion Systems

Las amenazas han obligado a algunos a esconderse temiendo por su vida. Es el caso de Eric Cromer, director de seguridad de Dominion Voting Systems, la empresa que fabrica los terminales utilizados en algunos estados para votar de forma electronica. El presidente y su entorno han acusado a la compañía de ser parte de una trama orquestada desde Venezuela para trucar sus algoritmos y manipular el resultado, una de las muchas teorías conspiratorias que han propagado en las últimas semanas. “Es aterrador. He trabajado en otras elecciones en países de conflicto donde la violencia es real y alguna gente acaba siendo asesinada. Me temo que estamos muy cerca de que suceda aquí lo mismo”, le ha dicho Cromer a ‘Associated Press’. 

Pero Trump sigue a lo suyo, por más que su suerte esté echada. Este mismo martes, el Tribunal Supremo desestimó por unanimidad el último recurso de sus abogados para anular el resultado en Pensilvania, uno de los estados donde se decidió su derrota. Quizás lo más grave, sin embargo, es la actitud del liderazgo de su partido en Washington, que en gran medida permanece callado mientras Trump destruye la credibilidad de la democracia estadounidense y pone en peligro la vida de decenas de funcionarios amenazados por limitarse a hacer su trabajo. 

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