ELECCIONES EEUU

Autopsia del asalto de Trump a la democracia

Donald Trump, durante una conferencia en la Casa Blanca, el 20 de noviembre.

Donald Trump, durante una conferencia en la Casa Blanca, el 20 de noviembre. / periodico

Idoya Noain

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"Alivio" era la sensación que repetidamente aseguraban sentir los estadounidenses que salieron a la calle el 7 de noviembre a celebrar a Joe Biden como presidente electo y ha sido también la sensación dominante entre constitucionalistas, analistas, políticos y otros conforme, en las cuatro últimas semanas, el sistema democrático ha ido aguantando los embistes de Donald Trump, su equipo legal y sus aliados políticos y mediáticos. Junto al alivio, no obstante, hay preocupación. El intento de golpe ha fracasado pero todavía no ha terminado; ha expuesto múltiples fallos y debilidades del sistema y en algo sí ha triunfado ya: Trump, con el silencio o la complicidad de un liderazgo del Partido Republicano acobardado por la lealtad al presidente de sus bases, ha erosionado ya la confianza en un elemento básico de la democracia como las elecciones y hace que millones de personas cuestionen la victoria legítima de Biden.

No ha habido sorpresa en lo que Trump y sus aliados han estado haciendo porque el mandatario ha seguido la hoja de ruta que había deletreado: poner trabas al voto por correo en mitad de la pandemia de coronavirus, retar luego los resultados en los tribunales azuzando fantasmas de un fraude inexistentepresionar a los cargos locales a cargo de la certificación y luego a los legisladores para intentar que envíen al colegio electoral a electores que rompieran con la voluntad popular expresada en las urnas y tratar de que acabe siendo el Congreso, o el Tribunal Supremo, quien determine el ganador. Es lo que Thomas Mann, del Instituto de Estudios Gubernamentales de la Universidad de California en Berkeley, ha definido en la agencia de noticias AP como la "versión de un golpe de estado educado".

Rapapolvo en los tribunales

Trump y los suyos han fracasado, en algunos casos estrepitosamente. En los tribunales, por ejemplo, han tenido que retirar o han perdido o visto desestimados ya más de 30 casos. Jueces de toda ideología han emitido decisiones en su contra salpicadas de demoledores rapapolvos por "acusaciones especulativas" que un magistrado llegó a tildar de "monstruo de Frankenstein cosido a toda prisa" o por lo antidemocrático de las peticiones de anular millones de votos por supuestos y no demostrados incidentes -como mucho anecdóticos- de fraude. "Decir que una elección es injusta no hace que lo sea", escribía este lunes un juez federal nombrado por el propio Trump en Pensilvania. "Los cargos requieren acusaciones específicas y después pruebas. No tenemos ninguna de las dos cosas", añadía.

Trump ha fracasado también en doblegar con sus presiones a republicanos en cargos locales vinculados a las elecciones, de miembros de juntas de certificación de votos a secretarios de Estado estatales. Personas normalmente anónimas ahora se han convertido, por el mero hecho de seguir la ley, en héroes conocidos: del secretario de Estado de Georgia Brad Raffensperger al miembro de la junta electoral de Michigan Aaron Van Langevelde. Y en legislaturas estatales controladas por republicanos, incluso tras ser convocados a la Casa Blanca, también han echado un jarro de agua fría en los sueños de Trump de que enviaran electores alternativos al colegio electoral.

Guardarraíles vulnerables

Los "guardarraíles" han soportado el golpe pero se han mostrado más endebles de lo pensado, vulnerables, y quizá insuficientes si quien realiza el próximo ataque es un autócrata más disciplinado que Trump. Se ha demostrado una dependencia de individuos que realizan trabajos que deberían hacer las instituciones. Y se repiten por doquier variantes de una misma idea: "la próxima vez podría ser peor", ha escrito el experto en derecho electoral Edward Foley; "La próxima vez puede que EEUU no tenga tanta suerte", se ha leído en The New York Times.

Los fracasos de Trump hasta ahora, además, no esconden los peligrosos efectos que ya ha tenido su asalto a la democracia. Según explica en una entrevista por zoom desde California el profesor de Ciencias Políticas y Psicología Shawn Rosenberg, ha explotado, por ejemplo, "la brecha entre la complejidad del sistema político y la comprensión más simplificada que los votantes tienen de cómo funciona Gobierno". Es algo que "ya había hecho en su presidencia pero ahora lo enfatiza", añade. Y está "minando la confianza en todo el sistema, donde hace ver que no hay instituciones independientes: ni el judicial, ni las que aplican las normas electorales, ni la prensa... Insta a sus votantes a retirarse como grupo, a no aceptar a lo que ha pasado y a mirar a 2022 y 2024, contribuyendo a la alienación de sus seguidores para que le sigan en el futuro", dice Rosenberg.

Indiferentes o ajenos a los tiempos y los procesos formales para contar y certificar votos, al proceso legal, hasta tres de cada cuatro republicanos ponen en duda la legítima victoria de Biden, según una encuesta de Monmouth. Y los miedos sobre las graves implicaciones que esas dudas representan para el futuro del país se multiplican. "La democracia puede sobrevivir con la sensación de que el país ha tomado una decisión desacertada, pero es mucho más difícil sobrevivir pensando que el ganador no va a estar en el poder", explicaba en The New Yorker Amel Ahmed, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Massachusetts en Amherst. "En una presidencia que ha hecho mucho daño, esta es la cosa más peligrosa que ha hecho".

Republicanos acobardados

Aunque la transición oficialmente ha comenzado Trump sigue poniendo trabas a su sucesor. Usa cualquier altavoz para seguir insistiendo sin pruebas en que las elecciones han sido "amañadas". Y explota que el <strong>Partido Republicano</strong>, salvo muy contadas excepciones, vive acobardado por la conexión del presidente saliente con su base.

"Estamos viendo el poder duradero de Trump aunque haya perdido y empezamos a ver el principio de la batalla por el control del Partido Republicano", reflexiona también el profesor Rosenberg. "Trump radicalmente ha reorganizado el partido, que se ha hecho más autoritario en la estructura. Y normalmente el candidato que pierde desaparece de la estructura de poder, no vuelven para segundo mandato, pero Trump es distinto. No intenta ejercer control directo del aparato, tiene acceso directo a los leales del partido, usa a ciudadanos y votantes para controlar el aparato y lo ha hecho de forma extremadamente efectiva. Y puede ignorar al Comité Nacional Republicano, a senadores..."

Lecciones de cómo robar una elección

En un análisis de lo que ha sucedido hasta ahora el medio digital Politico ha señalado que Trump, además, "ha enseñado a sus potenciales sucesores lecciones muy poderosas en cómo robar una elección". Los republicanos, que controlan la mayoría de legislaturas estatales, saben ahora dónde poner músculo político para asegurar que solo ocupen cargos vitales en el proceso electoral los más leales, y de hecho ya ha empezado las amenazas de abandonar en sus próximas elecciones a republicanos que se han enfrentado en este episodio a Trump como Raffensperger. Aunque los tribunales han sido hasta ahora consistentes en rechazar sus demandas, no se puede obviar que, con una judicatura federal plagada de jueces elevados por Trump y Mitch McConnell, no está garantizado igual resultado en el futuro.

"El ataque de Trump a la democracia no fue y no es una trama secundaria, es la principal", ha escrito en The Atlantic Uri Friedman. "Una democracia en grave riesgo un día no puede ser declarada sana el día siguiente. Los precedentes que Trump ha establecido, las dudas que ha sembrado y las alegaciones que ha hecho perdurarán. Restaurar la fe en el proceso democrático llevará tiempo y esfuerzo y un resultado favorable no está ni mucho menos garantizado".

Es algo que también ha señalado Michael Li, un abogado del Brennan Center for Justice, en declaraciones al Times: "Es fácil reírse de los retos de Trump porque han sido tan descabellados, pero lo que da miedo es que, si te distancias un poquito, ves cuánta gente ha estado dispuesta a seguir la corriente hasta que el proceso estaba ya muy avanzado. Acabará habiendo elecciones más reñidas. El hecho de que la gente esté dispuesta a ir por caminos peligrosos nos debería dar que pensar".

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