CONFLICTO CENTENARIO

Caos en Armenia tras perder la guerra en el Karabaj

Ciudadanos armenios hacen cola para recibir alimentos en Stepanakert.

Ciudadanos armenios hacen cola para recibir alimentos en Stepanakert. / periodico

Adrià Rocha Cutiller

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Habían pasado pocos minutos desde la firma del acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán cuando, el pasado 9 de noviembre por la noche, un grupo de hombres se dirigía a la residencia del primer ministro armenio, Nikol Pashinyán. Atrás quedaba el Parlamento del país, que había sido tomado y asediado por los manifestantes y de donde el presidente de la Cámara baja, tras recibir una paliza, fue evacuado en ambulancia.

Pero tras eso, el turno le tocaba a Pashinyán, el máximo responsable, según sus detractores, de todo lo que había ocurrido: que Armenia capitulase ante Azerbaiyán, que el Alto Karabaj -la región por la que disputan ambos países- perdiese más de la mitad del territorio que controlaba antes de que empezase la guerra en setiembre, que miles de jóvenes muriesen en el frente para nada y que, además, se perdiese Shusha, la segunda mayor ciudad del Karabaj.

Los manifestantes llegaron y entraron a la residencia del primer ministro: estaba vacía de personas pero no de objetos. Se grabaron robándole varios relojes, riendo con las ropas de su mujer y probándose sus perfumes.

Esa fue la primera noche. Después llegaron otras, algunas también violentas. Pero desde entonces, diariamente, las manifestaciones en contra de Pashinyán y a favor de su dimisión se concatenan en Ereván.

Detenciones

El procedimiento es siempre el mismo: los manifestantes bloquean un par de calles y, como en Armenia, desde el inicio de la guerra, aún impera la ley marcial y las manifestaciones están prohibidas, la policía llega al lugar, identifica a los manifestantes y detiene a unos cuantos. Uno de ellos, hace unos días, fue Armen Khachikyán, profesor de la Universidad Estatal Brusov de Erevan.

"Con las detenciones intentan silenciarnos. Me llevaron a la comisaría y allí me retuvieron durante tres horas. Después, me pusieron una multa de 400.000 drams [670 euros], contra la que apelaré. Este Gobierno, y especialmente el primer ministro, han perdido la guerra, y no pueden continuar. Fallaron en la toma de decisiones y en el proceso de negociación”, dice Khachikyán.

Victoria en la derrota

Victoria en la derrotaUna de las cuestiones más criticadas a Pashinyán es que su Gobierno mintió durante toda la guerra. Ereván y toda Armenia, durante las seis semanas de conflicto, estaba plagada de carteles alabando la labor heroica del Ejército armenio, que, clamaban, conseguía parar todas las ofensivas que lanzaba el enemigo azerbaiyano.

La realidad, sin embargo, era otra: las fuerzas azerbaiyanas penetraban el Karabaj a una velocidad trepidante, ayudados por los drones turcos e israelís, que dominaban los cielos de la guerra. Los cantos de victoria armenios pararon con la firma del armisticio el 9 de noviembre.

Después llegó el silencio y ahora, dos semanas después, rumores constantes de elecciones anticipadas y dimisiones en el Gobierno: el ministro de Exteriores ha abandonado su puesto y el de Defensa fue despedido antes de que presentase su dimisión. La presión contra Pashinyán es tan grande que el primer ministro armenio, durante una semana entera, estuvo escondido en paradero desconocido. Su jefe de Gabinete aseguró que los servicios secretos desbarataron un plan para asesinarlo.

El presidente ruso, <strong>Vladímir Putin</strong>, además, le ha contradicho en público asegurando que si Pashinyán hubiese querido, la guerra habría terminado antes y en mejores términos para Armenia.

Difícil supervivencia

Difícil supervivenciaCon todo, Pashinyán, aunque ha perdido credibilidad, sigue siendo un líder popular, que llegó al poder hace dos años tras liderar una revolución contra el antiguo régimen cleptómano armenio, que basaba su poder en la corrupción institucional a gran escala. Su supervivencia, sin embargo, en las próximas semanas y meses, no será sencilla: al fin y al cabo, es él el primer ministro que ha capitulado ante el enemigo. Y eso, en un país de 3,5 millones, donde llamar traidor a alguien está a la orden del día, es una etiqueta no fácil de dejar atrás.

Khachikyán lo tiene claro: "Pashinyán no puede continuar, ha demostrado que no es el adecuado. En mi opinión, tampoco gente de los anteriores gobiernos tendría que volver. Necesitamos a alguien que pueda sacar al país de esta crisis”.

Azerbaiyán celebra la victoria

Mientras tanto, el otro lado celebra la victoria. El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, que en verano era acusado de cobarde por no conquistar el Karabaj, ahora es un héroe de guerra para los suyos. Azerbaiyán ha declarado su victoria, pero la disputa con Armenia está lejos de resolverse: Stepanakert, la capital del Alto Karabaj, sigue controlada por los armenios, además de otras dos regiones: Martuni y Martakert.

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