50 AÑOS EN EL PODER
Los Asad: medio siglo de autocracia en una Siria en ruinas
Andrea López-Tomàs
Periodista y politóloga.
Andrea López-Tomàs
Pocas familias pueden presumir de mantener un negocio familiar durante 50 años. En Siria, los Asad sí pueden. Este noviembre el presidente sirio, <strong>Bashar el Asad, </strong>celebra que hace medio siglo su padre, Hafez, un joven oficial de las fuerzas aéreas de la costa siria, protagonizó el golpe de Estado definitivo que elevó a su familia al poder. Tras ese medio siglo, el país lleva 10 años bajo las bombas en su peor guerra civil. Pese al medio millón de muertes y el desplazamiento de la mitad de la población, este aniversario no se vive en Damasco con arrepentimiento. Delante de Bashar, ajeno a la crisis económica y la destrucción, se proyecta un conflicto sin fin con solo un posible vencedor: su nombre, el Asad.
El 13 de noviembre de 1970, Hafez el Asad dio un golpe de Estado sin derramar ni una gota de sangre. Parecía otro más de los levantamientos militares que cambiaban abruptamente la historia de Siria desde su independencia de Francia en 1946. Pero no fue así. Este militar, que entonces tenía 40 años, llegó al poder para quedarse. En su empeño, invistió a miembros de su confesión alauí, una minoría entre una población mayoritariamente suní, e instaló el estado policial del partido único Baaz.
Con la mano dura de Hafez, se crearon muchas alianzas que hoy mantienen a Bashar con vida. El que era conocido como el "carnicero de Hama", por la masacre de 1982 en esta ciudad siria por las protestas antigubernamentales lideradas por los Hermanos Musulmanes, erigió a Siria como una potencia de Oriente Próximo. Su apoyo a Irán durante la guerra contra Irak (1980-1988) y su defensa de la intervención estadounidense en Kuwait (1990) le valieron amistades muy valiosas con el régimen de los ayatolás y Estados Unidos.
Trinidad antiisraelí
Líder del mundo árabe, Hafez recibió siempre elogios por su firme posición en los Altos del Golán, territorio sirio ocupado por Israel en la guerra de 1967. Junto a Irán y la milicia chií Hizbulá del Líbano, conformaban la trinidad antiisraelí. A día de hoy, ambas fuerzas mantienen su apoyo a Bashar en su longeva guerra. A la par que su padre, gobernante represivo y autocrático, el actual presidente sirio, de 55 años, se le asemeja en brutalidad.
Cuando en el 2000 Hafez el Asad falleció a los 69 años después de casi tres décadas en el poder, su segundo hijo, el oftalmólogo Bashar, le sucedió en el cargo. Educado en Londres, como si Occidente fuera una garantía de mayor apertura, la sociedad siria esperaba de él reformas y moderación. "Cuando una persona que no tiene sentido de la responsabilidad asume un mandato, no puede sacar nada de ello excepto el poder, y el poder sin sentido de la responsabilidad únicamente trae caos, descuido y la destrucción de las instituciones", dijo en su discurso inaugural.
Represión o reformas
Bashar se presentaba al mundo como un líder laico y liberal que traería el fin de la corrupción al país, rompería con el hermetismo heredado de su padre e impulsaría la economía siria. Y así fue, en un principio. Pese a una represión política inherente a la dinastía de los Asad, sí llegaron mejoras económicas y una apertura al mundo que presentó a la diversa y rica Siria al turismo.
Pero ese joven presidente que asumió el poder con 34 años representa ahora la imagen de una guerra cruel y despiadada con su población civil. A diferencia de su predecesor, Bashar, quien ha pasado la mitad de su mandato en conflicto, no es el abanderado del nacionalismo árabe ni del socialismo. Más bien, representa la dependencia de los líderes autocráticos de potencias extranjeras, como Rusia e Irán en su caso, y el gobernar para que una oligarquía se enriquezca a expensas de su pueblo.
Retorno de los refugiados
En la semana del aniversario de 50 años de la dinastía el Asad en Siria, Bashar pierde a uno de sus pilares. La muerte del ministro de Asuntos Exteriores, Walid al Moallem, este lunes, le deja huérfano de su gran defensor; no tardó en acusar de "terroristas" a los manifestantes que salieron a la calle en el 2011 exigiendo su caída. Inspirados por la Primavera Árabe, sufrieron la brutalidad de Bashar en forma de muerte, destrucción y desplazamiento.
Casi 10 años después, las fuerzas de Bashar el Asad dominan más de la mitad del territorio sirio. La semana pasada, Damasco y Moscú organizaron la conferencia para el retorno de los refugiados sirios, boicoteada por Estados Unidos y la Unión Europea por la falta de seguridad en el país para su regreso. Aislado en su lujoso despacho, Bashar acusó a las potencias occidentales de bloquear el retorno de los refugiados. Bajo la atenta mirada de su padre Hafez, los Asad gobiernan Siria como si les perteneciera. Tras 50 años en sus manos, Siria les pertenece.
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