DRAMA MIGRATORIO

Refugiados a la deriva en el Egeo

Desde marzo, la guardia costera griega ha estado devolviendo en caliente a varios miles de migrantes que intentan acceder a sus costas. Les quitan sus pertenencias, les golpean y les dejan en aguas turcas, según denuncian algunos rescatados

Grecia Gran Reportaje

Grecia Gran Reportaje / periodico

Adrià Rocha Cutiller

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Después de que su bote se estropeara, Benyamín y la gente que iba con él en su barcaza tuvieron que esperar varias horas en la soledad nocturna del mar antes de que la guardia costera griega les rescatase. Benyamín, de Irán, acababa de salir de Turquía en lancha con un objetivo claro: llegar a Europa.

En un principio, todo parecía ir bien: los griegos, tras capturarlos, les dijeron que no se preocupasen, que les diesen sus pertenencias y que, al cabo de unos días, previo paso por Atenas, les mandarían a Italia. Todo bien, podrán seguir. Pero era mentira.

"La policía griega nos pegó, nos quitó todo nuestro dinero y durante dos días no nos dieron ni comida ni agua. Se llevaron todos nuestros objetos de valor: mi teléfono, mi collar de oro e incluso mis gafas", cuenta el joven.

Después de quitárselo todo y ablandarlos a porrazos, los griegos reunieron a varios grupos de migrantes en un mismo barco patrulla y se los llevaron al mar de nuevo, en dirección, eso sí, a la costa turca.

Y allí en mitad del Egeo, en el punto donde terminan las aguas territoriales de Grecia y empiezan las de Turquía, les metieron en tres balsas salvavidas sin motor y les dejaron abandonados a su suerte. Eran 42 personas, y uno de ellos, que pudo esconder su teléfono, consiguió llamar después a la guardia costera turca. Estuvieron una hora a la deriva: "Los policías griegos nos hicieron cosas inhumanas que jamás imaginé. Realmente son los policías más sinvergüenzas del mundo", dice Benyamín.

NO PASARÁN

NO PASARÁNDesde el 2015 -cuando empezó la gran ola migratoria de refugiados de Turquía hacia Grecia- las devoluciones en caliente, tanto por tierra como por mar, han sido constantes: Grecia ha sido acusada una infinidad de veces de expulsar sin contemplaciones ni vías legales a personas que ya habían entrado a territorio heleno. Pero los casos, documentados también por Naciones Unidas, eran muy esporádicos.

Todo cambió, sin embargo, este pasado febrero. El día 28 de ese mes, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció que su policía dejaría de frenar a los refugiados y migrantes que quisieran ir a Europa. Decenas de miles fueron a la frontera y lo intentaron, y allí se toparon con un muro de violencia, gases lacrimógenos, secuestros y robos. El mensaje que daba el Gobierno griego del conservador Kyriakos Mitsotakis era claro: nadie va a entrar.

Desde entonces, aunque las autoridades griegas, consultadas por este periódico lo niegan por completo, las devoluciones en caliente se han vuelto la norma. Tanto que varios informes incluso vinculan a Frontex, la agencia europea de control fronterizo, con las expulsiones sumarias de refugiados. "La percepción dominante en Grecia es que los flujos de migrantes se han convertido en un arma de Turquía contra Grecia y que, por lo tanto, a los migrantes y refugiados se les tiene que tratar como tal", explica Yorgos Christidis, profesor de la Universidad de Macedonia.

"La opinión pública ha cambiado mucho al respecto de este tema y solo una pequeña minoría piensa en términos de derecho internacional y de nuestra obligación de dar refugio a gente que huye de la violencia. En este sentido, el Gobierno goza de apoyo público. Sospecho que si se le pregunta a la gente, la gran mayoría dirá que se está haciendo lo correcto", añade Christidis.

Y lo correcto, pare ellos, es parar el flujo por completo, como sea. Según las estadísticas de ACNUR, la agencia de la ONU para los refugiados, en enero y febrero del 2020 llegaron a Grecia 7.552 solicitantes de asilo. Desde marzo a ahora -desde que las devoluciones en caliente se han convertido en la norma- lo han hecho solo 1.678. La guardia costera turca, en este mismo periodo, asegura haber rescatado a 7.682 personas después de ser devueltas al mar desde Grecia. Es fácil reconocerlas: las balsas salvavidas donde los griegos meten y abandonan a los migrantes, de rojo chillón y con forma de tienda de campaña, se ven a kilómetros.

MISIÓN DE RESCATE

MISIÓN DE RESCATEDe noche, sin embargo, es difícil encontrarlas. El sol aún no despunta por el horizonte y los guardias costeros turcos, que patrullan por el sur del Egeo, cerca de las islas griegas de Rodas y Symi, acaban de recibir un aviso. Cerca de la costa de Marmaris, hacia el sur, hay un grupo de refugiados. Pero al ir allí no encuentran nada.

Es entonces cuando ocurre: reciben la llamada de un refugiado -el que consiguió que no le quitaran el teléfono-. "Es una táctica de los griegos. Nos dan una falsa alarma para que vaciemos la zona donde harán la devolución, para que no les veamos", dice un guardacostas turco.

Rescate de 42 personas en el mar Egeo: "La policía griega nos mintió"

Rescate de 42 refugiados en el mar Egeo: "La policía griega nos mintió" / periodico

A toda velocidad hacia el norte, con la primera luz del día, ahí están: tres tiendas rojas flotantes que, llenas de gente, brillan y reflejan los rayos del sol ya tímido de otoño. "¡Oíd! ¿Alguien habla turco? ¿Tú? Bien, coge la cuerda, y estira, ¿vale? Intenta llegar hacia la parte de atrás del barco. Ahí, a la plataforma. Ahora os subiremos uno a uno. Las mochilas las cogeremos nosotros. Sobre todo, tranquilidad", dicen los turcos.

Y mientras los migrantes suben al barco, a lo lejos, en la costa griega, se divisan dos embarcaciones. Son los guardacostas griegos. "Después de una devolución siempre se nos quedan vigilando desde la distancia", dice un agente turco.

SIN LUGAR ADÓNDE IR

SIN LUGAR ADÓNDE IRCuando la operación termina, los 42 rescatados son llevados de vuelta a Turquía. Algunos están aliviados de volver a pisar tierra firme; la mayoría, desesperados por haberlo perdido todo en el camino y por volver al sitio de donde venían. "¿Qué voy a hacer ahora? Los policías griegos me quitaron el pasaporte, el móvil y el dinero. ¿Dónde voy a ir? Tengo miedo de que me deporten de vuelta a Afganistán. ¿Qué hago ahora? ¿Qué hago?", dice, desesperado, Asir, un chico de 16 años que viaja solo. Quería reunirse con su tío en Alemania.

Benyamín, mientras tanto, arropa e intenta consolar a su novia, que no puede parar de llorar. Han perdido casi todo, pero aún conservan una maleta con ropa. Para ellos, no hay otra opción: "Lo intentaremos de nuevo. No vamos a quedarnos".

Al llegar a puerto, ya en Turquía, la policía les hace bajar del barco y los confina en un sitio aparte. Pasarán unos días en el cuartelillo y, después, quedarán libres de nuevo. Para algunos, será el fin del trayecto; ya se han cansado. Para la mayoría, sin embargo, será un escollo más. Muchos, huyendo de la violencia y pasando por la violencia, ya tienen muy poco que perder.