carrera a la casa blanca

Biden se atribuye un mandato para el cambio

Biden anticipa una "clara victoria" y anuncia que ya se ha puesto a trabajar

Biden anticipa una "clara victoria" y anuncia que ya se ha puesto a trabajar. / periodico

Ricardo Mir de Francia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Estados Unidos empieza a vislumbrar el cambio de ciclo, pero tendrá que seguir esperando para conocer al ganador de las elecciones. En contra de lo que se había anticipado, Joe Biden no se atrevió anoche a cantar victoria, tras ver como ninguno de los cinco estados que mantienen al país en vilo cerraba su escrutinio. “Todavía no tenemos una declaración final de victoria, pero los números nos cuentan una historia clara y convincente: vamos a ganar esta carrera”, dijo el demócrata sobre un escenario preparado para la ocasión en Delaware. [Sigue la última hora sobre los resultados de las elecciones en EEUU en directo.]

Biden se atribuyó un mandato para cambiar el país, después de haber obtenido más votos que ningún otro candidato en la historia y ensanchado el mapa electoral de su partido, que ha recuperado los estados industriales del Medio Oeste y va camino de imponerse en los bastiones conservadores de Georgia y Arizona. “Cada hora que pasa está quedando claro que un récord de estadounidenses, de todas las edades, fes y regiones, han elegido el cambio frente a cuatro años de lo mismo”, aseguró en un discurso con hechuras presidenciales, un tono que en su caso no tiene imposturas. “Nos han dado un mandato para la acción frente al covid, la economía, el cambio climático y el racismo sistémico”.

El demócrata solo necesita imponerse en Pensilvania o en los estados occidentales de Arizona y Nevada para alcanzar la cifra mágica de 270 votos electorales que abren las puertas de la Casa Blanca. Pero nuevamente urgió paciencia para "dejar que el proceso se complete y se cuenten todos los votos”. Biden ha obtenido de 74 millones de sufragios, cuatro millones más que por Donald Trump, un presidente que no ha perdido apoyos en estos cuatro años frenéticos de economía vigorosa y ruido. Sus rivales han ganado el voto popular en siete de las últimas ocho presidenciales, pero en la más más petulante de las democracias del mundo no gana quien más votos obtiene, sino quien más compromisarios rasca en el colegio electoral

Canto de un duro

De ahí la espera agónica para que se cierre el escrutinio en Arizona, Nevada, Pensilvania, Georgia y Carolina del Norte. Ese último parece en manos de Trump. Pero en el resto Biden se impondrá por el canto de un duro, de confirmarse el resultado. Poco más de 4.000 votos de diferencia en Georgia, sobre cinco millones emitidos; 23.000 en Nevada, 29.000 en Pensilvania y algo más en Arizona. Lo que queda por contar es lo más farragoso: los votos que requieren revisión, los provisionales y el correo de los militares en el extranjero, según la comisión electoral de Pensilvania. Pero si confirma el desenlace, Biden acabará con 306 votos electorales, exactamente los mismos que sacó su rival hace cuatro años. 

Aplastante. Paliza. Histórico”, dijo hace cuatro años la asesora del presidente Kellyanne Conway, una mujer que pasará a la historia por haber acuñado la peste de los “hechos alternativos”. No era para tanto entonces, ni lo es ahora, pese al mandato que ha reclamado Biden, más enclenque que otra cosa. Trump no da públicamente por perdidas las elecciones, aunque la marcha fúnebre ha empezado a sonar en la Casa Blanca. El hombre abatido que compareció el jueves para gritar una vez más que le habían robado las elecciones era una sombra de sí mismo. Nerón tocando la lira, que dijo una periodista catalana. El viernes estuvo callado mientras Georgia anuciaba que volverá a contar los votos, un escenario también previsible en Wisconsin

Pero su tormenta legal para relitigar el resultado, basada en alegaciones que solo han visto los cortesanos de su partido, está perdiendo fuerza a marchas forzadas. Tanto en Michigan como en Georgia ya se han desestimado dos de las demandas en las que el presidente puso sus esperanzasuna lenta desbandada empieza a telegrafiarse. Toman forma imágenes prácticamente insólitas. Desde un periodista de Fox News que niega reiteradamente a su presentadora que se impidiera a los observadores la entrada en un colegio electoral a diarios amigos que llaman a su presidente mentiroso. “Un Trump abatido hace afirmaciones infundadas de fraude desde la Casa Blanca”, tituló el jueves el 'New York Post', el tabloide de Rupert Murdoch.

Mientras tanto, Biden está haciendo lo que mejor sabe hacer: quedarse en la retaguardia transmitiendo tranquilidad y confianza. El viernes se reunió con su equipo de asesores económicos y sanitarios mientras meditaba el discurso de la noche, con el que lleva soñando desde que estudiaba en colegios de monjas. “La democracia es a veces liosa. Y también requiere en ocasiones paciencia”, dijo la víspera a sus seguidores. “Esa paciencia ha tenido premio durante más de 240 años, un sistema de gobierno que ha sido la envidia del mundo”. 

Bulos ridículos

Hizo bien Biden en utilizar el pretérito perfecto porque la democracia de EE UU hace tiempo que dejó de dar envidia. En estos últimos cuatro años su rival se ha dedicado a fertilizar las semillas de su destrucción. Y ese será el gran reto de Biden, pacificar un país que es incapaz de ponerse de acuerdo en nada, que se come los bulos más ridículos como si fueran hamburguesas de dos pisos. Esencialmente porque ya no quedan fuentes de autoridad compartida. Ni los medios de comunicación, ni los jueces, ni las instituciones. Lo que ha contemplado el mundo estos cuatro días y estos cuatro años es su propio futuro, a menos que se invierta la tendencia de los últimos años: el resultado de la descomposición a cámara lenta de principios básicos de la democracia.

Es improbable que pueda subsanarse pronto en EE UU, a tenor del rechazo del Partido Republicano a condenar enérgicamente a su presidente y poner tierra de por medio. Lo que sí debería calmarse es esa oposición furibunda hacia Trump, a ratos insana e histérica, de la América progresista, sus televisiones y sus popes. 

La campaña de Trump no dio ninguna señal el viernes de que esté dispuesto a conceder su aparente derrota. Pero los demócratas no van a ir con contemplaciones. "El Gobierno de EE UU es perfectamente capaz de escoltar fuera de la Casa Blanca a aquellos que la traspasan", dijo el jefe de campaña de Biden.