JORNADA ELECTORAL

Votar en tiempos de pandemia

elecciones en eeuu voto en un colegio electoral de washington

elecciones en eeuu voto en un colegio electoral de washington / periodico

Ricardo Mir de Francia

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El coronavirus no se ve, ni se huele, ni se toca, al menos a sabiendas, pero todo se ha preparado como si el elefante estuviese a punto de entrar en la cacharrería. Son las nueve de la mañana en un colegio electoral de la capital de Estados Unidos. Pegatinas rojas en el suelo obligan a los votantes a mantener una distancia de seis pies (180 cm) en la cola de la entrada. Un dispensador de gel desinfectante espera en la puerta, así como mascarillas y guantes para todos aquellos que no los hayan traído de casa. Y mamparas de metacrilato separan las mesas como escudos transparentes de los votantes que acuden a registrarse. Pero este martes no hay colas ni aglomeraciones, nada que ver con el serpenteo que otros años daba la vuelta a la manzana. Más de uno está perplejo. Como mínimo, resulta inquietante.

"Pensamos que es porque la mayoría de la gente votó por correo o por anticipado, pero yo esperaba más afluencia y la verdad es que no la estamos viendo", afirma Yvonne Garner, la presidenta de este colegio electoral en un barrio del noreste de Washington, más negro que blanco. Los datos respaldan hasta cierto punto su intuición. Casi 100 millones de estadounidenses habían votado antes de la jornada electoral, una cifra que representa el 71% de los 139 millones que participaron en los comicios del 2016. Pero esa tendencia no parece estar manteniéndose este martes, al menos en la capital, según corroboran otras fuentes. Quizás porque la pandemia atraviesa por su peor momento en todo el país, con cerca de 85.000 nuevos contagios diarios en la última semana, que se suman a los más de nueve millones acumulados hasta ahora. 

Los médicos de la Casa Blanca han hecho sonar las alarmas en los últimos días, dejando en evidencia al presidente Donald Trump, que sigue insistiendo en que el país "está dejando atrás la pandemia". La doctora Deborah Brix dijo la víspera que se ha entrado en "la fase más letal y preocupante", mientras que su colega Anthony Fauci alertaba de que se avecina una época de "mucho sufrimiento" a menos que "cambien abruptamente" las políticas de la Administración. Lejos de escucharle, Trump ha insinuado que despedirá a Fauci después de las elecciones, uno de los gritos de guerra escuchados estos días en sus mítines. 

Facilidades para votar

Washington lo ha puesto fácil para circunvalar el covid-19. Por toda la ciudad hay buzones para depositar las papeletas sin tener que entrar en espacios cerrados y, por primera vez, la alcaldesa demócrata, Muriel Bowser, ha permitido que se pueda escoger colegio electoral. Lo ha hecho tan fácil que ni siquiera hay que identificarse al votar, siempre que el nombre aportado aparezca en los registros. Semejante práctica no pasaría el corte en otros países, pero aquí se justifica porque no existe nada parecido al DNI y, particularmente entre las minorías, muchos no tienen carnés de identificación con foto. Las facilidades demócratas contrastan con las trabas que han puesto los republicanos en otras regiones, limitando al mínimo los centros de votación o tratando de invalidar cientos de miles de sufragios porque se emitieron sin salir del coche, en esos ‘drive-thru’ que no estaban previstos antes de la pandemia. 

Para la afroamericana Letizia McNeill han sido su salvación. McNeill tiene 95 años y ha votado desde el asiento del copiloto. “Tengo nietos y quiero que tengan una vida mejor. El país está en una situación terrible, es imposible estar peor”, afirma la anciana. Para su amiga, mucho más joven, estos comicios trascienden el debate racial, las desigualdades de género u otros nichos habituales. “Está en juego nuestra democracia. Es importante que la honremos porque Trump quiere desmantelarla”, afirma Marie Bilk. Washington es posiblemente la ciudad más demócrata del país, donde sus candidatos a la presidencia suelen llevarse más del 90% de los votos. 

La pandemia también ha cambiado el paisaje humano de sus colegios electorales. Ha dejado en casa a los pensionistas que solían ejercer de forma abrumadora como interventores, voluntarios y observadores para reemplazarlos por gente mucho más joven. "No te lo negaré, tiene sus ventajas, porque se manejan mucho mejor con la tecnología", dice Garner, la presidenta del colegio electoral. 

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