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Trump recrudece sus ataques a una semana de las elecciones

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Ricardo Mir de Francia

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Quizás el mundo no se acabe si Joe Biden gana las elecciones en Estados Unidos, pero habrá “una recesión devastadora”, “se hundirán los mercados” y una “familia del crimen organizado” dirigirá los destinos del país. Esas son algunas de las cosas que ha dicho Donald Trump en los últimos días sobre su rival demócrata, al que describió el lunes como “un candidato patético” durante varios actos de campaña en Pensilvania. A medida que se acerca la fecha electoral y se nublan sus perspectivas de reelección, el presidente ha optado por recrudecer sus ataques contra Biden en una estrategia que busca fomentar el miedo entre el electorado. Es pronto para conocer sus resultados, aunque varios sondeos de los últimos días sugieren que la ventaja del demócrata se está estrechando

Trump anda hiperventilado, como se vio el domingo durante la tradicional entrevista de cierre de campaña que cada cuatro años emite el programa ‘60 minutes’ con los candidatos a la Casa Blanca. El presidente se marchó antes de que terminara, tras quejarse airadamente de las preguntas de la veterana periodista Lesley Stahl, que le interrumpió varias veces para cuestionar la veracidad de sus afirmaciones. No son los únicos aspavientos de los últimos días, en los que ha llamado “idiotas” a los científicos que le asesoran en la gestión del coronavirus, ha descrito al doctor Anthony Fauci como “un desastre” y ha vuelto a referirse a la prensa como “una auténtica basura”

Campaña a la defensiva

La inquietud de Trump se refleja en su campaña, que está jugando a la defensiva.  Para esta última semana el presidente ha preparado un maratón de actos electorales, hasta cuatro al día, en algunos casos. Incluye paradas en varios estados que ganó sin demasiadas complicaciones en 2016, como MaineNebraska y Arizona. Una señal de que no las tiene todas consigo, a pesar de la confianza que expresa diariamente en su victoria. Sus mítines siguen llenándose hasta la bandera, con total indiferencia hacia el repunte de la pandemia, que ha batido récords de contagios en los últimos días.

Todo lo contrario que Biden, que sigue restringiendo las entradas de público para dar ejemplo y evitar que sus mítines puedan convertirse en focos de infección. El demócrata no ha anunciado demasiados actos para esta semana, en consonancia con la tónica de su campaña, pero jugará al ataque. Este martes estará en Georgia, un estado que su rival ganó en 2016 por cinco puntos porcentuales. 

Aumento de la participación

En lo que no parece haber muchas dudas es en el interés por la democracia que han despertado estas elecciones, que serán fundamentalmente un referéndum sobre Trump. Más de 62 millones de estadounidenses ya han votado por anticipado, lo que representa cerca del 45% de todos los votos emitidos en 2016. Los expertos creen que se registrará la mayor participación del último siglo, que podría rondar el 65% del electorado. En Tejas, por ejemplo, ya se han emitido el 82% de los sufragios de hace cuatro años. La cuestión es a quien beneficiará el incremento de la participación. La lógica apunta a Biden, dado que Trump ha sido incapaz durante su primer mandato de aumentar su base electoral, a menos que exista esa mayoría silenciosa de la que hablan continuamente los conservadores. 

En el debate de la semana pasada, Biden pudo haberle hecho un regalo inesperado a Trump, cuando dijo que espera pilotar durante su presidencia una “transición” energética para dejar atrás el petróleo y el gas natural. El republicano no ha dejado de explotarlo desde entonces. Y aunque su rival niega que vaya a prohibir el ‘fracking’ (fracturación hidráulica) para extraer hidrocarburos, el mensaje de Trump resuena con mucha fuerza en estados que dependen de los combustibles fósiles, como Pensilvania, Ohio o Tejas. “Él quiere apostar por molinos de viento fabricados en Alemania y China”, dijo el lunes en Pensilvania. “El plan de Biden representa la pena de muerte para el sector energético de este estado”. 

El demócrata insiste en que su apuesta por las renovables creará millones de empleos bien pagados, pero en medio de la pandemia y con millones de estadounidenses con el agua al cuello, es un acto de fe que no muchos parecen dispuestos a aceptar en las regiones que dependen de los hidrocarburos.