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¿Podemos fiarnos esta vez de las encuestas en EEUU?

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Ricardo Mir de Francia

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De todos los estadounidenses que se levantaron hace cuatro años aturdidos como si un tornado acabase de pulverizar su mundo, pocos desayunaron tan mal como los principales encuestadores del país. El suyo fue un pinchazo colosal: prácticamente ninguno predijo el triunfo de Donald Trump. Antes de que comenzara el recuento, Nate Cohn le daba en ‘The New York Times’ un 85% de probabilidades de victoria a Hillary Clinton, mientras que Nate Silver las situó desde el influyente portal ‘FiveThirtyEight’ en el en el 71%. Esta vez las predicciones no son muy distintas. Silver otorga a Joe Biden una probabilidad de conquistar la Casa Blanca del 88%, mientras Cohn le da 357 votos electorales, bastantes más de los necesarios para ganar las elecciones. La pregunta, por lo tanto, es obvia: ¿debemos creernos en esta ocasión las predicciones?

Charles Franklin es uno de los encuestadores más respetados del país, director de los sondeos que realiza la Facultad de Derecho de la Universidad de Marquette, en Wisconsin. Y antes de empezar quiere hacer una aclaración importante: los encuestadores acertaron en el 2016 al predecir que Clinton obtendría más votos en todo el país (voto popular), pero se equivocaron al anticipar su derrota en el colegio electoral, la suma de los sufragios asignados a cada estado en función de su población. Para ganar las elecciones hay que llegar a los 270 votos electorales. “Es un matiz importante porque muchos dijeron que la demoscopia ya no es de fiar, pero estos resultados lo refutan”, dice en una entrevista telefónica.

Los errores –“grandes errores”, admite—se concentraron en tres estados: PensilvaniaMichigan y Wisconsin. Solo una de las 130 encuestas realizadas en todos ellos situaba a Trump por delante, pero fue semanas antes de los comicios. “El principal problema fue que la mayoría de los sondeos no tuvieron en cuenta el nivel educativo de los encuestados”, afirma el profesor. O lo que es lo mismo, sus muestras incluyeron a más votantes con formación universitaria de los que hay en el conjunto de la sociedad. Principalmente, porque suelen ser más proclives a contestar a los sondeos. Un desequilibrio que impidió calibrar con acierto las preferencias de los votantes blancos sin educación superior, “que han basculado hacia el Partido Republicano en la última década”. Particularmente en el 2016, cuando se convirtieron en el núcleo duro del trumpismo

Corregir errores

Franklin añade otros dos factores más: tanto los indecisos como aquellos que aborrecían a los dos candidatos se decantaron mayoritariamente por Trump en el último momento. Desde entonces muchos encuestadores han cambiado sus modelos para corregir los errores, aunque como advierte el profesor de Marquette las encuestas siguen sin ser infalibles. “Esta vez hay motivos para pensar que no habrá un cambio tan dramático al final. Principalmente porque Trump lleva cuatro años como presidente y la gente ha tenido tiempo para determinar si lo ama o lo odia”. En estos momentos Biden lleva una ventaja de siete puntos en la media de las encuestas nacionales de 'Real Clear Politics'. Y también va por delante en la mayoría de estados bisagra por márgenes más estrechos. Trump solo lidera en Ohio y Florida, en ambos, por menos del 1%. 

El presidente está perdiendo apoyos entre varios grupos que fueron fundamentales hace cuatro años: los mayores de 60 años, las mujeres blancas sin formación universitaria y los hombres blancos con educación superior, según Franklin. Sus datos salen de las encuestas de Marquette en Wisconsin, pero son similares a los de los sondeos nacionales. Las preferencias de los hispanos y los negros, mayoritariamente demócratas, no han variado demasiado desde el 2016. 

La pregunta final pasa por saber qué pasará si se consuma el aumento significativo de la participación, como predicen los expertos a tenor de la explosión del voto anticipado. “Históricamente el aumento de la participación ha beneficiado a los demócratas, pero este año no está claro”, dice Franklin. “Los trabajadores sin formación universitaria no suelen votar demasiado, de modo que es posible que si se movilizan en estos comicios el aumento de la participación beneficie a Trump”.