último cara a cara presidencial

Trump y Biden chocan en un debate limpio y sin un ganador claro

Ricardo Mir de Francia

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A tan solo 12 días de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, Donald Trump afrontó la noche del jueves (madrugada del viernes en España) la que podría haber sido su última oportunidad para alterar el curso de una contienda que se le ha puesto muy cuesta arriba y lo hizo con una actitud radicalmente distinta a la que exhibió en el primer debate contra Joe Biden. El presidente desplegó su versión más comedida y respetuosa con las reglas del juego para tratar de frenar la sangría de votos que amenazan con convertirle en una anomalía histórica de un solo mandato. Es muy cuestionable, sin embargo, que lo consiguiera porque se encontró con un Biden muy sólido, que nunca perdió los nervios y supo contratacar con acierto para mantener su estatus de favorito en esta recta final de la campaña. 

La buena noticia es que el país pudo finalmente ver un intercambio de ideas civilizado entre dos candidatos que venden visiones antagónicas para el país. El nacionalismo reaccionario de Trump frente al posibilismo progresista de Biden. Una proeza que deben agradecer a la Comisión Electoral, que optó por silenciar a ratos los micrófonos para impedir las interrupciones constantes que marcaron el primer debate. Desde el primer minuto, no obstante, quedó claro que el presidente no pretendía repetir aquella caótica pelea a navajazos, criticada incluso por sus correligionarios y castigada en los sondeos. Y ambos supieron aparcar el rencor visceral que ha marcado la campaña para atacarse con relativa educación y desplegar sus argumentos.

Actitud frente a la pandemia

Al hablar de la pandemia, quedó claro que el republicano sigue apostando por una huida hacia adelante que prioriza la economía sobre la salud y vende una suerte de desaparición mágica del virus. "Estamos dejándolo atrás. Esto se va a ir pronto", dijo Trump pese a que los casos crecen en casi 40 estados y la curva asciende inexorablemente desde mediados de septiembre. Esa actitud resuena con fuerza en una parte importante del país, más preocupada por pagar las facturas que por los riesgos de un virus que ven como una lotería.

Biden trató de contrarrestarla defendiendo las inversiones para garantizar que tanto los negocios como los colegios pueden reabrir con seguridad. "Yo voy a cerrarle las puertas al virus, no al país", dijo el demócrata, que volvió a acusar al presidente de eludir su responsabilidad ante la pandemia y los más de 220.000 muertos que ha dejado hasta la fecha. "Cualquiera que sea responsable de tantas muertes no debería seguir siendo presidente de EEUU. Yo acabaré con esto, me aseguraré de que tenemos un plan", sentenció Biden.

Lo más paradójico de Trump en esta campaña es que sigue comportándose más como si fuera el aspirante a la Casa Blanca que el líder que ha dirigido los destinos del país en los últimos cuatro años. Este jueves, nuevamente fue incapaz de articular sus planes para un segundo mandato y se esforzó en presentar a su rival como un político vacuo y corrupto. "Es todo palabras, nada de acción", repitió durante el debate celebrado en Nashville (Tennessee).

Negocios de los Biden

Como viene haciendo en los últimos días, también trató de acusar al demócrata de tráfico de influencias  por los negocios de su hijo Hunter en Ucrania o China. Los recientes correos publicados por el tabloide 'New York Post' le han dado nueva artillería. "Son como una aspiradora", dijo refiriéndose a la familia Biden, a la que acusa de haberse enriquecido ilícitamente.  Pero el demócrata venía con el lance preparado y le respondió cuestionando la credibilidad de Rudy Giuliani, el abogado personal de Trump que entregó al 'Post' los correos supuestamente comprometedores. "Está siendo utilizado como un peón de Rusia", dijo antes de recordar que, según medio centenar de exaltos cargos de la seguridad, todo huele a montaje de algún servicio de espionaje extranjero.

A la postre el demócrata acabó saliendo bastante indemne de una controversia que Trump esperaba que se convirtiese en su sorpresa de octubre, algo que no ha conseguido porque el 'escándalo' no ha pasado el filtro de los grandes periódicos estadounidenses. "No he tomado ni un solo penique de fuentes extranjeras en toda mi vida", dijo para tratar de cerrar el caso.

Defensa de los trabajadores

A lo largo de la noche el vicepresidente de Barack Obama recurrió a las sonrisas ladeadas y los gestos ostentosos para desactivar las andanadas más gruesas de Trump. Un presidente que llegó a describirle como más izquierdista que Bernie Sanders o a decir de sí mismo que es un gran defensor del medio ambiente. Biden estuvo mucho más convincente a la hora de erigirse como el defensor de los trabajadores. Defendió planes de estímulo multimillonarios para salir de la recesión, abogó por aumentar el salario mínimo y se mofó de la obsesión del republicano con las Bolsas.

Uno de sus grandes momentos llegó a raíz de los niños inmigrantes separados en la frontera por las políticas de tolerancia cero de la Administración. Más de medio millar todavía no han podido encontrar a sus padres. "¿Quién construyó las jaulas?", le dijo el presidente tratando de desviar la atención. Biden  le respondió con pasión, acusando a Trump de haber violado los principios más básicos de EEUU para convertir al país en el "hazmerreír" del mundo. "Es criminal, totalmente criminal".

Aunque la noche tuvo sus momentos tensos y suficientes afirmaciones falsas para romper un detector de mentiras, el debate resultó mucho más sustancial y edificante que el primero. A la postre, sin embargo, impera la sensación de que los esfuerzos de Trump por reconducir su campaña llegan demasido tarde. Más de 45 millones de estadounidenses ya han votado por anticipado. Y los indecisos escasean. Lo que no quita que el presidente mantenga todavía sus opciones de reelección porque la ventaja de Biden en los estados decisivos es mínima. Tanto que en algunos casos está dentro del margen de error de las encuestas.