ANÁLISIS

Elecciones en río revuelto

Trump no se ha cansado de repetir, sin ningún tipo de pruebas, que la votación puede ser amañada

Una mujer deposita su voto en Wisconsin.

Una mujer deposita su voto en Wisconsin. / periodico

Rafael Vilasanjuan

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Donald Trump le impulsó a la Casa Blanca el descontento de las capas más populares de la población blanca, un nacionalismo extremo bajo la idea de que la grandeza americana se mantiene de fronteras para adentro y una turbia trama rusa que él mismo se ha encargado de ir tapando a medida que aparecían nuevas revelaciones. A pesar de esas injerencias –parece que no menores- nadie puso en duda su victoria, se le desplególa alfombra roja para que entrara sin mácula en el despacho oval. La pregunta ahora es cuántos de esos factores seguirán siendo decisivos para su reelección.

Conocemos lo que ha pasado con la política de poner únicamente sobre la mesa los intereses de Estados Unidos como si no hubiera un mundo fuera, que se mueve y genera nuevas alianzas. En estos cuatro años, el nacionalismo tribal ha avanzado por todo el mundo a la sombra de la primera potencia mundial; China se ha hecho más grande, más potente, y ha lanzado sus redes por África y Latinoamérica; la Rusia de Putin ya muscula al estilo del líder, regresando con arrogancia al centro de la la agenda global y dominando buena parte de las relaciones en Oriente Medio. 

Nada de esto seducirá a la mayoría blanca principalmente sin estudios universitarios, para que corte con la terapia del líder. Pero en el momento en que las encuestas le dan una aceptación mucho menor que a cualquiera de sus antecesores en una reelección, tal vez la injerencia extranjera con la revelación de que Irán y Rusia han conseguido datos de votantes para interferir de nuevo en la elección pueda ayudar.

A medida que los Estados bisagra apuntan del lado de Joe Biden,Trump no se ha cansado de repetir, sin ningún tipo de pruebas, que la votación puede ser amañada, que los votos por correo apuntan a un fraude generalizado y que la única forma en que puede ser derrotado es si sus oponentes hacen trampa. Es cierto que los sondeos pueden fallar –pero, ¿todos?-. En parte eso ocurrió en las pasadas elecciones cuando Trump derrotó a Hillary Clinton, pero no menos cierto es que con un presidente así ¿Para qué poner urnas, si ya sabe que es él el elegido? Tal vez esa sea la estrategia, suprimiendo el voto seguro que gana Trump: cualquier alegación de fraude va en ese sentido. 

La revelación del FBI de que Irán y Rusia intentan influir en la campaña aparece en el momento en que los americanos ya caminan hacia las urnas. ¿A quién puede favorecer esta injerencia? El sentido de los correos electrónicos y mensajes en las redes buscan polarizar aún más a una sociedad partida por el eje. Hay todavía información oculta sobre cómo han conseguido los datos y que objetivo persiguen. Pero es evidente que los dos países pretenden un declive progresivo de la primera potencia y un gobierno en el extremo, más próximo a su manera de entender el poder, les hace mucho mas felices. Por lo que ha desvelado la inteligencia americana, la amenaza no afecta a la seguridad de las elecciones, pero hay quien solo sabe pescar cuando el río está revuelto.

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