PRIMERAS MINISTRAS

Mujeres y poder: ¿otra forma de gobernar?

Sanna Marin, Mette Frederiksen, Katrín Jakobsdóttir y Jacinda Ardern.

Sanna Marin, Mette Frederiksen, Katrín Jakobsdóttir y Jacinda Ardern. / periodico

Laura Puig

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La primera ministra de Nueva Zelanda, <strong>Jacinda Ardern</strong>, reelegida este sábado en los comicios celebrados en el país oceánico, forma parte de la última hornada de mujeres políticas al frente de jefaturas de Gobierno. Tienen entre 34 y 44 años y, además de su juventud, tienen en común su ideología de izquierdas. En ese grupo también están <strong>Katrín Jakobsdóttir</strong> (44 años, Islandia), <strong>Mette Frederiksen</strong> (43 años, Dinamarca) y <strong>Sanna Marin</strong> (34 años, Finlandia), que se suman al reducido número de mandatarias del resto del mundo que encabeza la cancillera alemana, Angela Merkel. Según datos de Naciones Unidas, de los 194 países del globo, únicamente 21 están liderados por mujeres.

¿Se trata del inicio de una nueva tendencia? Tània Verge, politóloga y profesora de la Universitat Pompeu Fabra, lo pone en duda. Desde 1990 hasta nuestros días, "hay una cifra estable de unas 20 mujeres líderes mundiales, combinando presidentas y primeras ministras", subraya antes de destacar que el hecho de que ahora varias de ellas sean más jóvenes "es una coincidencia". "Que se haya estancado el número de mujeres jefas de Estado y de Gobierno no resulta sorprendente. La nuestra sigue siendo una sociedad patriarcal", apunta Miquel Domènech, profesor de Psicología Social en la Universitat Autònoma de Barcelona.

Ardern, Jakobsdóttir, Frederiksen y Marin han destacado por su gestión de la pandemia del covid-19, tanto por la rapidez en la aplicación de medidas para frenar los contagios como por su política de comunicación, con mensajes alejados de aquellos más en clave de "guerra contra el virus" expresados por sus colegas hombres. En esto coinciden con las mandatarias más veteranas, como Merkel, la taiwanesa Tsai Ing-wen o la noruega Erna Solberg. "Estas dirigentes parecen haber entendido que sin salud no habrá economía, y esa visión puede tener algo de visión 360º, periférica, integral, más femenina", asegura la politóloga y consultora Verónica Fumanal. Domènech abunda en esta idea: "Es muy diferente enfocar la gestión de la pandemia como si se tratase de ir a la guerra y centrar los mensajes en retóricas y consignas militares que hacerlo desde la lógica de los cuidados".

¿Mejores en las crisis?

Un artículo publicado en pleno impacto de la primera ola de la pandemia en la revista 'Forbes' sugería que el hecho de ser mujer implicaba una mejor gestión de crisis como la del covid-19. La socióloga Marina Subirats se muestra cautelosa ante esta afirmación. "El hecho de tener ovarios no nos predispone a hacer política de una manera diferente (…), sino que es la educación que hemos recibido durante siglos las mujeres la que nos hace primar la preservación de la vida", destaca. Según Verge, el número de primeras ministras es tan reducido que no se puede sacar una conclusión en este sentido. "En buena medida estas afirmaciones están basadas en estereotipos sociales de lo que se espera de cada uno de los géneros. Los estudios que se han hecho de manera más sistemática no encuentran una relación entre el género del jefe del Estado o de Gobierno y las tasas de mortalidad de la población", añade.

La profesora de la UPF apunta a dos factores que pueden haber contribuido al éxito de estas dirigentes: que lideran países con un Gobierno efectivo y eficiente y que, por el hecho de ser mujeres, han tenido que pasar unos filtros y unas exigencias superiores a las de los políticos hombres. Aunque Fumanal avisa de que, a pesar de superar más trabas, "no todas son ejemplo": "Hay mujeres con indicadores muy malos, como <strong>Isabel Díaz Ayuso</strong>".

Subirats coincide: "Que las mujeres tengan que superar más filtros no quiere decir que lleguen las mejores a los puestos de responsabilidad, sino las que se adaptan mejor al modelo androcéntrico que domina la política". De hecho, muchas de las mujeres dirigentes adoptan un patrón masculino (más asertivo y agresivo) que llega incluso a influir en su forma de vestir. No obstante,  la socióloga y exconcejala del Ayuntamiento de Barcelona destaca que en las primeras ministras de los países nórdicos sí que se aprecia una forma de hacer política diferente a la de los hombres, con "un estilo menos competitivo", menos "androcéntrico".

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