a un mes de los comicios

El positivo de Trump por covid-19 da un vuelco a la campaña en EEUU

Donald y Melania Trump llegan al aeropuerto de Cleveland para participar en el debate, el pasado 29 de septiembre.

Donald y Melania Trump llegan al aeropuerto de Cleveland para participar en el debate, el pasado 29 de septiembre. / periodico

Ricardo Mir de Francia

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En la jerga política estadounidense, la expresión sorpresa de octubre se utiliza para referirse a los acontecimientos inesperados o a las revelaciones periodísticas de última hora que son capaces de alterar el curso de la campaña. Esa sorpresa ya ha llegado, pero no es la que nadie esperaba. El presidente Donald Trump ha dado positivo por covid-19 a tan solo 32 días de las elecciones del 3 de noviembre, una sacudida de dimensiones sísmicas que deja la campaña en territorio desconocido. Su jefe de gabinete aseguró que tiene "síntomas leves" y "no solo está animado sino con mucha energía", pero como mínimo estará dos semanas en cuarentena. Habrá que ver cómo evoluciona porque Trump es un paciente de riesgo: tiene 74 años y está oficialmente obeso

Su positivo ha puesto más que nunca en evidencia su desastrosa gestión del coronavirus, una pandemia que siempre ha minimizado a pesar de los estragos que está causando en su país. Con más de 7,3 millones de contagios y 208.000 muertos, EEUU acumula el 20% de los fallecidos en todo el mundo, cuando su población que no llega al 4% del total. Este mismo jueves, durante un evento de recaudación de fondos en Nueva Jersey al que asistió tras conocer que una de sus asesoras más cercanas había dado positivo por covid-19, dijo que "el final de la pandemia está a la vista". Y dos días antes volvió a mofarse de Joe Biden por llevar siempre la mascarilla. Algo que ni él ni sus seguidores han hecho, ni siquiera en los mítines multitudinarios que viene celebrando todas las semanas desde agosto.

"Cada vez que lo ves, lleva la mascarilla, aunque esté hablando a 200 metros de distancia. Y se pone la más grande que hayas visto nunca", dijo durante el primer debate cara a cara entre ambos. "Nosotros no hemos tenido efectos negativos y eso que tuvimos hasta 40.000 personas en algunos de esos mítines". Ahora su chamba se ha acabado, como se acabó en su día la de Boris Johnson y Jair Bolsonaro, otros líderes populistas que hicieron bandera de su desdén hacia el coronavirus. También se ha contagiado su esposa Melania, aunque su vicepresidente, Mike Pence, ha dado negativo.

Estrategia de la negación

"Esta noche la primera dama y yo hemos dado positivo por covid-19", escribió Trump en Twitter casi a la 1 de la madrugada del viernes. "Comenzaremos nuestra cuarentena y recuperación inmediatamente. Saldremos de esta juntos". No deja de ser llamativo que haya involucrado al país en su desdicha, cuando raramente ha tenido gestos hacia los estadounidenses que han contraído el virus o agradecimientos hacia quienes han combatido la pandemia. Su estrategia ha sido la negación y las prisas por reabrir la economía para evitar que hundiera sus perspectivas de reelección, por más que los científicos de la Casa Blanca recomendaran lo contrario

Entre los demócratas había preocupación por la suerte de Biden, que se pasó 90 minutos debatiendo con Trump en un entorno cerrado. Pero tanto su PCR, como la de su esposa, han dado negativo. "Tanto Jill como yo enviamos nuestros mejores deseos al presidente Trump y la primera dama Melania para que se recuperen cuanto antes", escribió el demócrata con elegancia en las redes. No se sabe todavía dónde contrajo el virus, aunque las alarmas saltaron el jueves, cuando se confirmó el positivo de Hope Hicks, una de las asesoras más cercanas al presidente.

Hicks le acompañó en el Air Force One al mitin de Pensilvania del pasado sábado, al debate de Cleveland y al mitin también multitudinario del miércoles en Minnesota. Eventos que han dejado varias fotos de ella sin mascarilla. Pero lejos de achacarlo a su irresponsabilidad, Trump sugirió que fue culpa de los militares y la policía, sus héroes inmaculados cuando le conviene. "Es muy difícil porque se te acercan, quieren abrazarte y darte besos por lo bien que lo has hecho", dijo el jueves.

La campaña, en un limbo

Su contagio ha dejado su campaña en un limbo. No hay ningún precedente similar en la historia moderna. Reagan fue tiroteado en 1981, pero fue solo dos meses después de jurar el cargo. Y Eisenhower sufrió un ataque al corazón, pero fue más de un año antes de enfrentarse a la reelección. Por el momento, Trump ha cancelado todos sus mítines y se da por hecho que tampoco podrá asistir al segundo debate presidencial, previsto para el 15 de octubre. Por bien que le vaya con el virus, es muy cuestionable que pueda volver a hacer campaña fuera de la Casa Blanca en las poco más de dos semanas que le quedarán hasta las elecciones tras la cuarentena. 

Su campaña ya andaba por la cuerda floja por la crisis económica, la desaprobación mayoritaria hacia su gestión de la pandemia o su incapacidad para dar con la tecla mágica que sirva para cuestionar la integridad de Biden. Algo que sí consiguió con Hillary Clinton. Y esta misma semana ha tenido que añadirle un alud de escándalos, desde las revelaciones sobre sus impuestos al audio de Melania en el que se mofa de la Navidad, todo un sacrilegio para la América conservadora.   

En las encuestas nacionales, Biden le lleva siete puntos de ventaja y va también por delante en los estados que decidirán las elecciones, aunque con márgenes más estrechos. De momento el demócrata ha mantenido su acto de esta noche en Michigan, que llega horas después de que su partido levantara las restricciones impuestas a sus cuadros para hacer campaña puerta a puerta o abrir oficinas sobre el terreno. Todas ellas derivadas de su precaución hacia la pandemia, una actitud con la que han tratado de dar ejemplo.

Mensaje radicalizado

"El presidente sabe que está perdiendo y tiene miedo, según cuenta crudamente la gente de su entorno", escribía esta Maggie Haberman en 'The New York Times'. Eso explica que Trump haya radicalizado todavía más su campaña en los últimos días para movilizar a sus incondicionales, en cuyas manos ha dejado exclusivamente su salvación. No ha hecho un mínimo gesto hacia los votantes moderados o los independientes, como se vio en el debate del martes, insufrible por su agresividad y falta de respeto hacia las reglas del juego. Un día después recuperó la xenofobia hacia los inmigrantes, aparcada desde algún tiempo, con una diatriba en la que anunció también la reducción de las cuotas para los refugiados a mínimos históricos. 

Lo que no parece haber cambiado es la actitud de su entorno. En la Casa Blanca algunos siguieron deambulando el viernes, después de que se confirmara su positivo, sin mascarilla ni distancia de seguridad, según la prensa estadounidense.

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