carrera electoral en eeuu

Trump convierte el primer debate con Biden en un espectáculo bochornoso

Ricardo Mir de Francia

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“Momento épico de vergüenza nacional”. “El peor debate presidencial de la historia reciente”. “Festival caótico de insultos”. Cualquiera de estas frases empleadas por la prensa estadounidense sirve para describir el primer debate entre Donald Trump y Joe Biden, celebrado a poco más de un mes de las elecciones en Estados Unidos. Con el país de luto por la pandemia, sumido en una grave crisis económica y atenazado por las tensiones sociales en la calle, el presidente impidió que se pudiera llevar a cabo algo parecido a un intercambio de ideas medianamente civilizado. Y lo hizo con interrupciones constantes, acusaciones falsas, ataques a la familia de Biden y un desdén absoluto por las reglas pactadas. El demócrata trató de hilvanar sus argumentos con estoicismo, pero su frustración acabó dando pie a los insultos. Al final perdió el público y la democracia estadounidense. 

Poco pudieron sacar en claro los telespectadores de las propuestas políticas de ambos candidatos. La bronca y el guirigay lo ensombreció todo. Fue una hora y media de viacrucis que dejó en evidencia los peligros que acechan al país en estas elecciones, en las que muy probablemente no habrá resultado tras la noche electoral debido al aumento masivo del voto por correo y los planes de algunos estados para recontar esas papeletas después del 3 de noviembre. Nuevamente Trump no quiso comprometerse a aceptar el dictamen que salga de las urnas o a esperar si quiera a que la comisión electoral certifique el resultado antes de cantar una victoria. “Esto no acabará bien”, llegó a decir tras reiterar que habrá “un fraude masivo” en el voto por correo y pedir a sus seguidores que acudan a las urnas a vigilar la jornada electoral. 

Más preocupante fue su llamamiento velado a la extrema derecha para actuar cuando llegue el momento. Trump invocó a los Proud Boys, un grupo neofascista, después de negarse a condenar al supremacismo blanco y los grupos paramilitares que han sembrado el caos en alguna de las protestas contra el racismo de los últimos meses. “Proud Boys, quédense atrás y estén preparados”, afirmó en una frase que traerá cola. Desde el principio estuvo tenso, agresivo y a la defensiva, más preocupado en interrumpir a su rival que en exponer porqué debería ser reelegido. Llamó a Biden "socialista" a las primeras de cambio, se mofó de su inteligencia y describió sus logros con brocha gorda. "He hecho más en 47 meses de lo que hiciste tú en 47 años", le dijo al demócrata. En ningún momento trató de apelar a los pocos indecisos que quedan a estas alturas. Ni siquiera a la legión de mujeres que le están abandonando en las encuestas. 

Biden apenas pudo terminar una sola intervención sin ser interrumpido. Y acabó saliéndose de sus casillas. “Te quieres callar, hombre. No se puede ser menos presidencial”, le espetó en un momento. “Es difícil decir una palabra con este payaso”, dijo en otra ocasión. O "no estoy aquí para poner en evidencia sus mentiras, todo el mundo sabe que es un mentiroso”. El demócrata trató de comportarse como el único adulto en la habitación. Lleva ventaja en las encuestas y le bastaba con demostrar que no ha perdido sus facultades mentales, como insiste constantemente Trump. Superó el examen con holgura, por más que haya perdido reflejos y recurra al exabrupto cuando se siente acorralado. Sus intervenciones sobre la gestión de la pandemia y la crisis racial fueron de lo mejor. Los primeros sondeos le dieron como ganador del debate.  

Trump acusó a su hijo Hunter de corrupción o de ser un cocainómano y se mofó cuando hablaba del servicio en el Ejército de su primogénito Beau, fallecido por un cáncer a los 46 años. Biden le llamó “racista”, dijo que es la “mascota de Putin” y reiteró que no tiene ningún plan para sacar al país del desaguisado de la pandemia, que ha dejado más de 200.000 muertos. “Este es el mismo hombre que dijo que para primavera habría desaparecido. Que se iría con el calor y que quizás podríamos inyectarnos un poco de lejía en el brazo”. Trump le respondió afirmando que fue una broma.

Horas antes del debate, el demócrata hizo pública su declaración de la renta del año pasado. Pagó 300.000 dólares en impuestos sobre unos ingresos cercanos al millón de dólares. Una forma de poner en evidencia al presidente, después de que el 'New York Times' revelara que solo pagó 750 dólares en 2016 y 2017, un tercio menos de lo que paga el ciudadano medio de clase media. Trump trató de defenderse ante las preguntas del moderador de Fox News, Chris Wallace, incapaz de moderar la que fue una insufrible pelea de gallos. "Pagué millones de dólares en impuestos sobre la renta", afirmó sin comprometerse a hacer públicas sus declaraciones del IRPF.

Ante el lamentable espectáculo, la comisión de debates ha anunciado cambios para los que quedan hasta el día de las elecciones.

A pesar de que los dos candidatos acabaron bajando al barro, el espectador tuvo tiempo para ver el claro contraste que existe entre ambos. Solo falta saber si después de semejante dosis de podredumbre política saldrá a votar o pensara totalmente asqueado que el país está perdido.