LA CARA OCULTA DE UNA METRÓPOLI

Stalingrad, el barrio parisino víctima del crack

Vecinos del barrio XIX, situado al noreste de París, denuncian el aumento de la violencia ligado a los consumidores de crack. La prostitución, los robos y las refriegas a altas horas de la madrugada son ahora parte del día a día del vecindario parisino

Un drogadicto fuma crack a plena luz del día en el distrito XIX

Un drogadicto fuma crack a plena luz del día en el distrito XIX / periodico

IRENE CASADO SÁNCHEZ

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Erran, con la mirada perdida. La euforia desemboca en ataques de pánico, alucinaciones, delirios persecutorios, paranoia, depresión e insomnio. Pasan de un estado al otro, atrapados en el círculo vicioso de una de las drogas más adictivas y destructivas: el crack. Hombres y mujeres, errantes la mayoría, esclavos de su adicción, deambulan, día y noche, por el distrito XIX de París. Su dependencia, un problema social desatendido, degrada desde hace años la vida del vecindario: escenario de riñas, robos y agresiones varias. Este es terreno de traficantes y drogodependientes ignorados por las autoridades locales.

"Vivimos un infierno", resume una residente del barrio, situado al noreste de la capital. "He tenido que explicar a mi hijo de cinco años qué es la droga y sus consecuencias […] Imposible evitar el tema cuando cada mañana de camino al colegio te tropiezas con más de 50 toxicómanos, algunos exaltados por su última dosis y otros en pleno síndrome de abstinencia", lamenta.

La circulación de droga y su consumo no es nada nuevo en el barrio parisino, especialmente en los alrededores de la estación de metro Stalingrad. "La problemática existe desde hace 30 años. Sin embargo, se ha ido degradando poco a poco", explica Patricia, miembro del vecindario desde hace más de cuatro décadas y cofundadora de la iniciativa Collectif19, destinada a recopilar los testimonios de sus vecinos y denunciar la inacción política.

“La colina de crack”

“La colina de crack”La degradación tendría entre sus orígenes una fecha clave: el 27 de junio de 2018. Por aquel entonces, la Porte de la Chapelle, al norte de la capital, se había convertido en un campamento clandestino de venta y consumo de estupefacientes. Bautizado como "la colina de crack", se alzó como un punto de encuentro ineludible para drogodependientes, donde cohabitaban más de un centenar. "En 2018 la prefectura echó el cierre a la ‘colina’ […] Lejos de solucionar el problema, lo dispersó por los barrios colindantes, entre ellos, el nuestro", explica Patricia.

Cerrado el campamento y sin una asistencia médico-social capaz de auxiliar a los consumidores, la mendicidad y la droga fueron imponiéndose poco a poco en las calles del distrito XIX. La noche del 10 de septiembre de 2018, el borde del canal de Loire, en el corazón del distrito parisino, se convirtió en el escenario de una tragedia que muchos vecinos veían venir: un hombre de 31 años acuchilló a siete viandantes. Las autoridades privilegiaron la hipótesis de una tragedia ligada a problemas psicológicos provocados por el consumo de estupefacientes.

"Una hora antes, vimos al individuo en cuestión paseándose por el canal, amenazaba con cortarse sus genitales […], ya sabemos cómo terminó el asunto", lamenta indignado Marc, dueño de un restaurante situado en pleno canal. "Podría ser uno de los barrios más idílicos de París, tenemos el mayor estanque de la capital y los mejores espacios verdes, pero las autoridades han dejado que la situación se pudra", denuncia.

Para Marc, el problema tiene consecuencias tangibles: el aumento de la violencia se traduce en una pérdida de entre el 20 y el 30% de su cifra de negocios en el último año. “Hemos contratado a una persona que se dedica únicamente a evitar que los fumadores de crack se acerquen a la terraza para mendigar, muchos de ellos, bajo el efecto de la droga, agreden a los clientes, cogen comida de sus platos […] ¡Una vez se llevaron un solomillo recién servido! Evidentemente, cada día perdemos parte de nuestra clientela”, relata hastiado. La clientela no vuelve, pero tampoco algunos empleados: “en lo que va de año, veinte camareros y camareras han dimitido… ¡Cómo no!… Cada noche, de camino al metro tras el último servicio, vivían algún tipo de agresión”.

Muchos fumadores de crack, bajo el efecto de la droga, agreden a los clientes, cogen comida de sus platos. !Una vez se llevaron un solomillo recién servido!, denuncia Marc, un vecino.

La violencia es ahora parte del día a día del vecindario. "El punto de inflexión fue el confinamiento -relata ‘Stalincrack’ nombre de un usuario de Twitter, tras el cual aparece un residente del barrio-. Cientos de toxicómanos -entre 200 y 300- se vieron abandonados por las asociaciones y centros de asistencia que cerraron sus puertas, desde el primer día las calles se convirtieron en su casa". Los vecinos insisten, se trata de un problema social, de mujeres y hombres enfermos que necesitan asistencia específica y urgente.

Un problema social

Un problema social"Todos los días, para salir de casa tenemos que evitar a consumidores y traficantes […] Algunas veces los encontramos dentro del descansillo. Las personas que viven en las plantas bajas no pueden abrir sus ventanas. Vivimos rodeados de robos y agresiones, también de amenazas… ‘Estamos en nuestra casa’, nos increpan a menudo los vendedores de droga. Dada la impunidad que les rodea, no es de extrañar”, continúa ‘Stalincrack’ quien, con el objetivo de denunciar la degradación del barrio, trabaja actualmente en un documental sobre la problemática.

Las trifulcas a altas horas de la madrugada, la prostitución, los robos, son  consecuencias visibles de una adicción. "La policía interviene, pero no es la solución, no se trata de un problema de delincuencia, la delincuencia es un efecto secundario, la alcaldía del distrito debería asumir su responsabilidad y crear las estructuras necesarias para asistir a los consumidores de crack", continúa el residente.

En el centro de todas las miradas, aparece el ‘Plan Crack’ de París dotado de 9 millones de euros y destinado a resolver la problemática en el noreste de la capital, donde se contabilizan cerca de 5.000 fumadores de crack. Acompañar a los usuarios para reducir los riesgos y promover vías de atención, reforzar la capacidad de alojamiento y descanso, e intervenir en el espacio público tanto para asistir a los usuarios como a los habitantes, son tres de los objetivos del plan. Adoptado en 2019, con tres millones de presupuesto anuales, debería concluir en 2021.

Movilización local

Movilización local "No sabemos nada del plan, no hay visibilidad ni comunicación sobre las medidas que han sido adoptadas […] Muchos vecinos están traumatizados, también los niños del barrio, pero no hay ningún tipo de apoyo psicológico a nuestra disposición", denuncia una vecina cuya indignación se traduce hoy en la organización de un grupo local de activistas.

Ignorados por las autoridades locales, una cuadrilla de vecinos pega a diario etiquetas con frases como 'Stalin-crack' o 'Zona de Deal', en los espacios más candentes, para recuperar su barrio. "No se trata de estigmatizar a los drogodependientes, sino de exigir la intervención de las autoridades pertinentes para sofocar la situación", insiste.

Y mientras las autoridades locales continúan desentendiéndose del problema -contactadas en el marco de este reportaje no respondieron a nuestras preguntas-, el barrio languidece. “Muchos apartamentos se han quedado vacíos, muchos vecinos han tirado la toalla… Nuestro día a día es insoportable”, concluye ‘Stalincrack’.

A media tarde de un día cualquiera, es imposible ignorar la problemática, hombres y mujeres erran por el barrio XIX con la mirada perdida, presos de su dependencia, esclavos del crack. “Y esto no es nada -explica un residente-. Por la noche, esto parece un verdadero campo de batalla”.

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