ELECCIONES PRESIDENCIALES

Trump redobla su asalto a la democracia

Donald Trump, este miércoles en la Casa Blanca.

Donald Trump, este miércoles en la Casa Blanca. / periodico

Idoya Noain

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Los asaltos de Donald Trump a la confianza en el sistema democrático de Estados Unidos, a sus instituciones y sus elecciones, son un  martilleo constante y alarmante. El golpe que le dio el miércoles, no obstante, cobra especial relevancia al llegar a solo seis semanas de las elecciones del 3 de noviembre y en un país polarizado y en elevada tensión social. Como ya hizo en julio en una entrevista en FoxNews, en una rueda de prensa el presidente de EEUU se negó a comprometerse con una transferencia pacífica del poder en caso de que Joe Biden gane esos comicios.

La declaración llegaba el mismo día en que Trump reiteraba su interés electoralista en colocar antes de la cita con las urnas a una nueva jueza que solidifique una mayoría conservadora 6-3 en el Tribunal Supremo. Su abierta pretensión es que el Alto Tribunal resuelva las elecciones si los resultados son cuestionables, una duda en la integridad del proceso para la que lleva meses abonando el terreno con declaraciones como las de los últimos días, cuando ha acusado sin pruebas a los demócratas de estar “orquestando un fraude”. Y sus palabras son otro elemento de politización que sacude la separación de poderes y la imagen, ya tocada, de independencia del judicial.

“Deshacernos de las papeletas”

“Bueno, vamos a tener que ver qué pasa”, dijo Trump cuando un reportero le planteó si se comprometía a una transición pacífica, un interrogante que el periodista enmarcó en la tensión y las revueltas que se viven en el país por los casos de injusticia racial.

Era lo mismo que había dicho en julio a Chris Wallace en Fox, pero ahora Trump dispara en un terreno que ya ha minado con meses de reforzado asalto al voto por correo, un sistema perfectamente legal y ya en uso y que va a ser más vital que nunca en unas elecciones en medio de la pandemia de coronavirus.  

Trump, que ya da la parte por el todo para cuestionar la integridad de las elecciones, añadió: “Las papeletas son un desastre. Queremos deshacernos de las papeletas”, supuestamente una referencia solo a las de correo que demoniza. Y la frase provocó rechazo inmediato de gente como Ellen Weintraub, integrante de la Comisión Electoral Federal. “En caso de que alguien no tenga claro el concepto: en EEUU no nos “deshacemos” de las papeletas, las contamos. Contar las papeletas, todas las papeletas, es la forma en que determinamos quien dirige nuestro país tras nuestras elecciones. La única manera”, tuiteó.

Los republicanos, rechazo pero no condena

Numerosos republicanos se han desmarcado de la idea de Trump y se han comprometido públicamente a que no se romperán siglos de tradición democrática y, si hay transición y no continuación, será pacífica. Pero en declaraciones como la del líder de la mayoría en el Senado Mitch McConnell, como de costumbre, no ha habido rastro de condena al presidente.

Figuras como el exgobernador de Wisconsin, Scott Walker, han llegado a defender que Trump se concentre en “lo que haga falta para ganar”. Y solo Mitt Romney usó lenguaje duro al decir: “La transición pacífica de poder es fundamental para la democracia. Sin eso, tienes Bielorrusia. Cualquier sugerencia de que un presidente puede no respetar esta garantía constitucional es impensable e inaceptable”.

Son los mismos republicanos, incluyendo Romney, que han garantizado a Trump los votos para lograr la confirmación de la jueza que nomine para sustituir en el Supremo a la fallecida Ruth Bader Ginsburg, un nombre que anunciará el sábado.

Supremo

Tiene prisa Trump porque esa magistrada supere los trámites que marca la ley, urgencia en la que no enmascara su interés electoral. Y lo había explicado ya martes y miércoles en otras declaraciones. “Tenemos hasta el 20 de enero pero creo que es mejor si es antes de las elecciones porque creo que este “timo” que los demócratas están haciendo , porque es una estafa, llegará ante el Supremo”, decía. “Tener 4-4 no es una buena situación”, dijo.

Representaba erróneamente la actual distribución ideológica del actual Supremo, con cinco jueces nombrados por republicanos y tres por demócratas, quizá mostrando su miedo a que el presidente, el conservador John Roberts, votara como en algunas decisiones recientes con el bloque progresista. Pero no dejaba espacio a la duda de que si le interesa especialmente tener un sólido 6-3 es porque piensa retar cualquier resultado electoral adverso. “En caso de que sea más político de lo que debe, creo que es muy importante tener el noveno juez”, dijo.

Este jueves Trump no reculaba de la polémica. Su portavoz, Kayleigh McEnany, aseguraba en rueda de prensa que el presidente “aceptará los resultados de elecciones libres y justas”.  El propio mandatario afirmaba en una entrevista de radio que aceptará “lo que diga el Supremo”. Y las dos declaraciones dejan meridianamente claro el camino que el republicano mantiene abierto, uno donde el escenario de una batalla legal que dirima el ganador no es una posibilidad remota, sino muy real, especialmente con numerosos casos sobre las elecciones ya peleándose en tribunales inferiores.