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EEUU despide con honores de madre de la patria a la jueza Ginsburg

funeral por la jueza ruth bader ginsburg en eeuu

funeral por la jueza ruth bader ginsburg en eeuu / periodico

Ricardo Mir de Francia

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El coche fúnebre se detuvo frente a la Biblioteca del Congreso, antes de recorrer los metros finales que separaban a Ruth Bader Ginsburg de la que fue su casa durante 27 años, el Tribunal Supremo de Estados Unidos, donde le esperaban alineados como festones negros el centenar de pasantes que tuvo durante su larga carrera como magistrada. El público de la fila se recompuso. No hubo aplausos ni vítores, solo rostros solemnes y algún empujón para inmortalizar con la cámara el momento histórico. “Sentí muy dentro como si Dios me obligara a presentar mis respetos a esta luchadora por los derechos de las mujeres”, contaba Cecelia Ryan, que condujo durante 12 horas desde Chicago para visitar la capilla ardiente de Ginsburg. “Como mujer, necesitaba darle las gracias”.  

La historia no sería la misma sin el trabajo de esta brillante jurista que dio sentido al principio de igualdad ante la ley inscrito el pórtico del Supremo, negado a las mujeres hasta que sus victorias legales empezaron a desmontar en los años setenta el armazón que había servido para avalar la discriminación de género. No llevaba escrito en su ADN la misión a la que dedicó su vida, pero los desplantes que sufrió en Harvard, los portazos que le dieron los bufetes neoyorkinos recién salida de la facultad o las lecciones que el feminismo sueco le enseñó durante las temporadas que pasó allí en los años sesenta, le mostraron el camino. Al fallecer el pasado viernes a los 87 años por un cáncer de páncreas ya no era una simple jueza, sino un símbolo de la América progresista.

Ceremonia privada

“Se ha dicho que Ruth quería ser una virtuosa de la ópera, pero acabó convertida en una estrella del rock”, dijo su compañero del Supremo, John Roberts, durante la ceremonia privada que se celebró el interior del tribunal. “Eligio la Ley porque fue discriminada en la Facultad de Derecho y el mercado laboral por ser una mujer”. Esa condición de icono pop quedó reflejada fuera de la corte. Abundaban las camisetas con los eslóganes “Notorious RGB” o “Yo disiento”. Un cartel decía: “Que su memoria sea una revolución. Descanse en el poder”. 

Ginsburg será excepcionalmente honrada como una de las madres de la patria en un país que siempre las ha ninguneado. Hasta el jueves su capilla ardiente permanecerá bajo el pórtico del Supremo, instalada sobre el mismo catafalco en el que reposó el ataúd de Lincoln. Y el viernes se exhibirá bajo la cúpula del Capitolio, un honor nunca concedido a una mujer. “Su importancia no solo reside en lo que hizo por la igualdad sino en cómo lo hizo”, decía Jill Alexander, cuyo marido trabajó como pasante de Ginsburg en el Tribunal de Apelaciones, antes de que fuera nombrada en 1993 por Clinton para el Supremo. “Siempre trató de entender a todas las partes y expresó su disensión con respeto. La prueba es la estrecha amistad que mantuvo con Antonin Scalia. En un momento tan polarizado como el actual, es una lección muy valiosa”. Fallecido en 2016, Scalia fue uno de los héroes conservadores en el Supremo. 

Mayoría abrumadora

Pero esa concordia y espíritu cívico que Ginsburg encarnó, no durará mucho. Su baja del tribunal ha abierto la caja de los truenos a poco más de 40 días para elecciones presidenciales. Aunque la jueza expresó en su última voluntad que quería que fuera el próximo presidente quien escogiera a su sucesor, tanto Donald Trump como sus correligionarios republicanos quieren suplir su vacante antes del 3 de noviembre. De conseguirlo, lograrían una mayoría abrumadora en el Supremo: seis jueces conservadores frente a tres progresistas, todos ellos vitalicios, un desequilibrio que les daría las riendas del tribunal durante la próxima generación. Avances vitales como el derecho al aborto o la igualdad de los homosexuales podrían volar por los aires.

“Es muy hipócrita lo que están tratando de hacer los republicanos”, se quejaba Anna Primosch, una consultora política de 24 años. En 2016 bloquearon la nominación propuesta por Barack Obama para reemplazar a Scalia con el argumento de que debía ser el próximo presidente quien lo escogiese ante la cercanía de las elecciones. “Si se salen con la suya nos espera una época terrible con consecuencias muy duraderas”, añadió Primosch.