NACIONES UNIDAS

El cumpleaños enfermo de la ONU

La organización marca su 75 aniversario con luces de logros pero bajo sombras de ineficiencia

Banderas ondean frente al edificio de Naciones Unidas, el pasado 18 de septiembre.

Banderas ondean frente al edificio de Naciones Unidas, el pasado 18 de septiembre. / periodico

Idoya Noain

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Como tantas cosas en el año de la pandemia, la celebración del 75 aniversario de Naciones Unidas se ha visto forzada a ser un asunto austero y, por primera vez en su historia, prácticamente virtual. No es solo el coronavirus, no obstante, el motivo que impone la contención en los actos que, con jefes de Estado participando a distancia, se celebran en la sede de Nueva York este lunes, punto de partida para el debate de la Asamblea General y las reuniones de alto nivel que, de forma casi exclusivamente telemática (con solo un embajador por país físicamente en el hemiciclo de la Asamblea), arrancan el martes. La organización establecida en 1945 en la Conferencia de San Francisco tras dos guerras mundiales ha llegado al señalado cumpleaños bajo las luces de logros innegables, pero también bajo dos oscuras sombras: la de la ineficiencia y, peor, la de la irrelevancia.

Sirve para ejemplificar la situación la declaración que los 193 países miembros han acordado adoptar para conmemorar el aniversario. El texto solo se logró después de largas y pesadas negociaciones, tras batallas por el lenguaje usado para abordar cuestiones como la necesaria e improbable reforma de un Consejo de Seguridad anclado en un formato que no responde a un mundo completamente distinto al de 1945, el Acuerdo del clima de París o los derechos humanos. Acabó siendo, en palabras de un diplomático, "buen reflejo del terreno de mínimo común denominador que hay en la organización". O como más contundentemente lo ha definido en Efe el profesor de CUNY Peter Weiss, "cuatro páginas de tópicos".

Desunión ante la pandemia

La pandemia ha dejado de manifiesto, precisamente, las dificultades de la ONU para hacer frente a una crisis planetaria, una debilidad que es también dolorosamente evidente ante la emergencia climática. Meses tardó el Consejo de Seguridad en respaldar la llamada a un alto el fuego global que el secretario general, Antonio Guterres, ya hizo en marzo y va a renovar esta semana. Con cada país sometido a las presiones económicas que acompañan al covid-19, solo hay compromisos para aportar una cuarta parte de los 10.000 millones de dólares que el portugués fijó como meta para ayuda de emergencia a los más necesitados.

En un mundo donde para finales de año se calcula que habrá 250 millones de personas afectadas por el hambre extrema, las cuatro primeras hambrunas de la pandemia ya amenazan Yemen, Sudán del Sur, Nigeria y la República Democrática de Congo. Y la incapacidad de coordinar esfuerzos entre países ha lastrado una respuesta que podría haber sido más efectiva, algo que ahora se urge a corregir, especialmente ante la amenaza de la segunda ola y en el trabajo con la vacuna, que Guterres ha recordado que debe ser "un bien público global", "asequible y disponible para todos".

Los retos

En todo laten otros retos que enfrenta la ONU en este momento de 75 aniversario: de conflictos abiertos como los de Yemen, Siria y Libia a la multiplicación por dos del número de desplazados forzosos en la última década hasta los 80 millones en todo el mundo, pasando por los problemas presupuestarios y de financiación o un gris horizonte para los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, donde no solo 12 van retrasados sino que en algunos casos incluso se está retrocediendo, incluyendo, peligrosamente, en temas de género.

En nada ayuda, ante todo, el embate creciente de una ola de nacionalismos desatados y un alejamiento del multilateralismo cuyo máximo exponente son los Estados Unidos de <strong>Donald Trump</strong>, para colmo inmerso ahora en una nueva guerra fría con China que se siente fuera de la ONU pero también dentro de la organización. Y mientras Trump, que finalmente ha decidido intervenir también por vídeo este año, lidera una retirada (de la Organización Mundial de la Salud, del Acuerdo de París, del Consejo de Derechos Humanosde la agencia que ayuda a refugiados palestinos, en una cruzada contra el Tribunal Penal Internacional o cuestionando las contribuciones de 9.500 millones que hacen a Washington principal financiador del organismo), Pekín trata de aprovechar para avanzar en posiciones de liderazgo.

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