RELEVO EN EL PAÍS NIPÓN

Un hombre hecho a sí mismo para pilotar a Japón en la tormenta

El Parlamento ha ratificado a Yoshihide Suga para sustituir a Shinzo Abe

Yoshihide Suga, nuevo primer ministro de Japón.

Yoshihide Suga, nuevo primer ministro de Japón. / periodico

Adrián Foncillas

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<strong>Yoshihide Suga</strong>, el <strong>nuevo primer ministro japonés</strong>, ha prometido que perseverará en las políticas de su predecesor, Shinzo Abe, tras ser ratificado esta mañana en una votación parlamentaria que la mayoría liberal convirtió en un trámite. Ha sido un discurso tan previsible como lo ha sido el relevo al frente del Gobierno. El sensible contexto interno y externo no aconsejaba experimentos.  

Suga no se explica sin Abe, amigos y aliados desde hace casi tres décadas. El segundo animó al primero a presentarse a su segundo término presidencial, tras haber tenido que finiquitar el anterior por la misma <strong>colitis ulcerosa crónica</strong> que ha puesto fin al último. Suga ejerció de secretario de Gabinete desde entonces, un cargo que aúna la jefatura de personal con la portavocía del Gobierno.  

Suga y Abe coinciden en su visión política y divergen en el resto. Al líder saliente le sobraba carisma para empujar medidas antipopulares como la reforma de la constitución pacifista mientras el entrante es un grisáceo burócrata apodado "muro de hielo" por su rostro hierático con el que lee los papeles y despeja las preguntas áridas en las ruedas de prensa. Abe pertenece a una dinastía política que ya había dado primeros ministros mientras Suga es el hijo de un agricultor de fresas y una profesora que ha protagonizado la más improbable carrera política: será el primer líder del hegemónico Partido Liberal Democrático sin pedigrí en casi tres décadas.  

Hecho a sí mismo

Suga epitomiza al hombre hecho a sí mismo. Nació hace 71 años en la septentrional y fría prefectura de Akita, renunció al negocio familiar, marchó a Tokyo tras terminar el instituto y se empleó en una fábrica de cartón y en el célebre mercado de pescado de Tsukiji hasta que ahorró para la universidad.

Pronto se decantó por la política desoyendo a los que le alertaban de que su falta de conexiones le aseguraba al fracaso. Las mitigó con mucho sudor: en su campaña para el Ayuntamiento de Yokohama arruinó seis pares de zapatos tras visitar 30.000 casas, a razón de 300 diarias. Ya septuagenario, cuando muchos disfrutan de su plácida jubilación, sigue fiel a su ética de trabajo. Su jornada como secretario de Gabinete incluía el toque de diana a las 5 AM, una hora de lectura de prensa, cuarenta minutos de paseo y un centenar de abdominales antes de llegar a la oficina, donde compaginaba sus dos ruedas de prensa diarias con variadas reuniones ministeriales. Unos tallarines ventilados en cinco minutos eran su almuerzo habitual, según la agencia de noticias Kyodo. 

Suga es pragmático, abronca a los perezosos, consigue acuerdos y adelanta el trabajo. Son las virtudes idóneas para un hombre en la sombra pero se duda de que sean suficientes para subirse al escenario político en estos tiempos mediáticos. Ni su exposición diaria ni campañas de un perfil populista como la rebaja de los precios del tren o de la suscripción a la cadena nacional de televisión le han labrado algo lejanamente parecido al carisma.

Tampoco su ausencia de linaje le ayudará a sobrevivir en un país que antes de Abe cambiaba de primer ministro como de cepillo de dientes. A Suga, además, le falta rodaje internacional y hereda un cuadro complejo, con las inminentes elecciones estadounidenses, las maltrechas relaciones con Corea del Sur y las cíclicas pugnas con China. Sumemos la pandemia, una economía en recesión y las incertidumbres sobre los Juegos Olímpicos de Tokyo y tendremos un horizonte sombrío. Pero nadie confió tampoco en aquel jovenzuelo advenedizo que gastaba suelas en Yokohama. 

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