cierre de la convención republicana

Trump: "Biden es el caballo de Troya del socialismo"

TRUMP

TRUMP / periodico

Ricardo Mir de Francia

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Con fuegos artificiales dibujando sobre el cielo de Washington la meta electoral de “2020” y un cantante de ópera en el balcón de la Casa Blanca se ha cerrado esta pasada madrugada la Convención Nacional Republicana, convertida en una oda exuberante a la figura de Donald Trump, el líder que ha convertido al partido de Abraham Lincoln en poco más que un culto a su persona. El presidente de Estados Unidos ha aceptado formalmente la nominación para disputar las elecciones de noviembre con la promesa de hacer a su país “más grande de lo que nunca fue” y presentarse como el salvador de la patria ante el peligro que representa Joe Biden. Un candidato demócrata al que describió como “el caballo de Troya del socialismo” radical que aspira, según sus propias palabras, a desmantelar el modo de vida americano

Este fin de fiesta del cónclave conservador pasará a la historia, pero no lo hará por el discurso leído por Trump, demasiado largo y tedioso, sin el procaz entretenimiento de sus mítines, sino por su puesta en escena. Nunca antes un presidente había utilizado un edificio público tan sagrado como la Casa Blanca para ponerlo al servicio de su partido político durante una Convención, algo que según algunos expertos es sencillamente ilegal. Pero eso es lo que hizo anoche el neoyorkino en los jardines de la mansión presidencial, donde sentó a unos 1.500 invitados, casi todos ellos sin mascarilla y apretujados en las sillas. Todo un símbolo de cómo ha gestionado la pandemia de coronavirus. “Para salvar tantas vidas como sea posible, nos estamos centrando en la ciencia, los hechos y los datos”, llegó a decir sin ningún rubor. 

Salvar al sueño americano

Su discurso perfiló un horizonte tan optimista si su mandato se renueva como aterrador si los demócrata recuperan el poder. “Todo lo que hemos conseguido está ahora en peligro”, dijo Trump. “Nunca el votante se enfrentó a una decisión más clara entre dos partidos, dos visiones, dos filosofías y dos agendas. Estas elecciones decidirán si salvamos el sueño americano o permitimos que la agenda socialista derribe nuestro estimado destino”, añadió tras presentarse como el ousider que lucha contra una élite corrupta e hipócrita. “Ellos no ven a EE UU como el país más libre, justo y excepcional sobra la tierra. Lo ven como una nación malvada que debe ser castigada por sus pecados”. 

Fue más de una hora de ellos contra nosotros, el divide y vencerás que Trump ha utilizado durante toda su presidencia. Y lo cierto es que en esta Convención ha habido un esfuerzo genuino de atraer a un sector del electorado demócrata. Tanto a sus votantes más moderados, como a los afroamericanos, mucho más representados en este cónclave de lo que están en la Administración, donde solo hay un ministro negro. “Yo he hecho más por la comunidad negra en tres años que Joe Biden en 47 años”, dijo tras recordarles que el paro afroamericano estaba hasta hace unos meses en mínimos históricos o la reforma del sistema penal que firmó con apoyo bipartidista.  

Pero el miedo sigue siendo su arma favorita, un recurso que también utilizaron los demócratas hace una semana, con la diferencia que han tenido cuatro años para sustentar sus argumentos. “Biden no es el salvador del alma de América, sino el destructor del empleo estadounidense y, si le dan la oportunidad, también de nuestra grandeza”. Trump afirmó que, si llega a la Casa Blanca, “los violentos anarquistas, agitadores y criminales amenazarán a nuestros ciudadanos”. Se destruirán los suburbios, se confiscarán las armas y China pasará a ser dueño del país.

Biden, traidor

“El historial de Biden es vergonzoso, una de las traiciones más catastróficas de nuestra historia reciente”. Le acusó de haber vendido a los trabajadores con su respaldo a los tratado de libre comercio que él mismo ha rescindido o renegociado. Hasta en 41 ocasiones llegó a pronunciar el nombre de su rival.

Su hija Ivanka lo había presentado antes como el “presidente del pueblo”. Y Trump defendió sus logros y perfiló sin sopresas su agenda para los próximos cuatro años. Todo ello, con los elementos marca de la casa. El patriotismo, las invocaciones al Altísimo para la galería evangélica, el proteccionismo comercial o su rechazo a embarcarse en nuevas guerras en el extranjero. Respecto a la pandemia, que en gran medida vendió como una cosa del pasado, dijo que había “estado a la altura del desafío”, a pesar de que su país sigue siendo el epicentro mundial del Covid-19. “Derrotaremos al virus, acabaremos con la pandemia y emergeremos más fuertes que antes”, clamó sin mucho énfasis en la voz.

No faltaron las habituales exageraciones y las falsedades palmarias, como cuando dijo que “volveremos a construir la mejor economía de la historia”, algo que nunca hizo pese a los buenos indicadores de los últimos años. Y terció en el debate racial que arrecia en las calles, reduciendo las multitudinarias manifestaciones de los últimos meses a nada más que un torbellino de caos y violencia instigado por los demócratas. “Cuando hay mala conducta policial, los responsables tienen que rendir cuentas ante la justicia, pero no podemos permitir que EE UU este gobernado por una muchedumbre”, clamó para presentarse una vez más como el candidato de la ley y el orden.