crisis en el país sudamericano

La pandemia, campo de batalla político en Argentina

Protesta contra la cuarentena impuesta por el Gobierno argentino, el pasado 17 de agosto en Buenos Aires.

Protesta contra la cuarentena impuesta por el Gobierno argentino, el pasado 17 de agosto en Buenos Aires. / periodico

Abel Gilbert

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Argentina ronda los 330.000 casos positivos de covid-19 y el ritmo de los contagios, más de 7.000 diarios, no parece detenerse desde hace semanas. El total de fallecidos se acerca a los 7.000, un número bajo si se lo compara con Brasil, Chile o Perú. Pero los éxitos del presidente Alberto Fernández en la contención de la pandemia corren peligro de entrar en una zona de turbulencias. Después de cinco meses de confinamiento, la oposición de derechas se ha lanzado a capitalizar el cansancio social. "¿Cuánto más se demora esto en explotar?", se pregunta el dirigente radical Ernesto Sanz.

La calle es un espacio de desafío a la misma cuarentena, como lo ha demostrado una reciente protesta en la que participaron miles de personas. El Gobierno peronista ha responsabilizado a sus promotores de favorecer el contagio masivo. En la actualidad, la tasa de ocupación de las camas de la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) es de 58,6% a nivel nacional y de 68,7% en la ciudad de Buenos Aires y su populosa periferia, donde se concentran casi el 90% de los enfermos. Pero por primera vez, y a partir de la creciente tensión política, la posibilidad de un colapso del sistema hospitalario ha dejado de ser una hipótesis descabellada.

Dos meses atrás, y a pesar de los primeros signos de hastío colectivo con el aislamiento, Fernández conservaba una popularidad cercana al 70%. Una reciente encuesta da cuenta de que ha caído hasta el 37,1%. El derrumbe ha encendido la alarma. "Tenemos un plan y no lo vamos a cambiar. No nos van a doblegar los que gritan, porque los que gritan no suelen tener razón", dijo Fernández después de que el sector más intransigente del PRO, el partido del expresidente Mauricio Macri, movilizara a sus adherentes, en especial de clase media y alta, por la principal avenida capitalina, la 9 de Julio, y las ciudades más importantes del país. 

"El virus del marxismo"

Subidos a automóviles de alta gama o amontonados en las aceras, sus participantes maldijeron la corrupción y el lenguaje inclusivo, el "virus del marxismo", como rezó más de un cartel, y "la cuarentena más larga del mundo". Hubo además llamamientos a <strong>no utilizar la vacuna del laboratorio británico AstraZeneca</strong> que se desarrollará en este país, y a evitar, ante todo, la consolidación de un "sistema comunista".

La guerra fría tiene un insólito y trasnochado capítulo en esta parte del mundo. El intento de que el 1,1% de los contribuyentes paguen un impuesto por única vez para ayudar con 3.000 millones de dólares a la recuperación económica de un país cuyo PIB caerá este año un 12% y arrojará al 52% de los argentinos a la pobreza, ha sido tachado de chavista. Las palabras se han inflamado a un punto que, temen algunos observadores, dificulte el retorno del sentido común.  Hasta se ha reivindicado el "patriarcado unido" frente a las reivindicaciones de género. Desde Suiza, Macri dijo sentirse "orgulloso" de los miles de argentinos hayan decidido salir de sus casas para "decirle basta al miedo y al atropello".

Indisciplina social

El jefe de ministros, Santiago Cafiero, pidió "perdón a los médicos y las médicas, enfermeros y enfermeras, y a todo el personal esencial que está poniendo el cuerpo todos los días, por no haber logrado evitar que la oposición buscara otra manera de protestar que no ponga en riesgo a la gente". Un reciente informe de la Iniciativa por el Resguardo de los Derechos Humanos covid-19 advierte de que el aumento considerable de la movilidad de la población, como consecuencia de una indisciplina que incluye las fiestas familiares y bacanales, ha acelerado la velocidad de propagación del virus.

La cepa no tiene ideología. Dionisio Scarpín, el fogoso alcalde de un pueblo de la provincia de Santa Fe que administra la derecha, marchó sin mascarilla y no dejó de abrazar seguidores. Pocas horas más tarde, le informaron de que se había contagiado. Lo mismo le ocurrió a Eduardo Feinmann, un presentador televisivo que llegó a definir al Gobierno como una "dictadura de los infectólogos". Tras conocer su positivo por covid-19 pidió a su audiencia que se cuide y mantenga el distanciamiento social.

El trasfondo de la disputa

Medio siglo atrás, Patricia Bullrich, la portavoz del PRO, simpatizaba con la guerrilla peronista a pesar de su linaje aristocrático. El tiempo, suele decir, ha puesto las cosas en su lugar y por eso se mira sin rubores en el espejo del brasileño Jair Bolsonaro. Para Bullrich, la protesta ha excedido el fastidio que existe con estos cinco meses de confinamiento. "No podemos permitir que haya impunidad", dijo en relación a un proyecto del Gobierno de reforma del sistema judicial.

Para la analista María O'Donnell, "el macrismo alienta a las movilizaciones en la calle en plena cuarentena" y contra los consejos de Horacio Rodríguez Larreta, el alcalde de la ciudad de Buenos Aires, que pertenece a ese partido pero debe administrar la crisis sanitaria, por una cuestión de supervivencia. Macri, añade O'Donnell, "está convencido" de que la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, urde una venganza personal después de haber sido perseguida en los tribunales durante cuatro años.

El nombre del expresidente figura en varias causas sensibles, entre ellas la de espionaje ilegal a propios y extraños. Bajo su gestión se intentó perdonar al Grupo Macri, que encabezaba su extinto padre Franco, una deuda multimillonaria con el Estado contraída 14 años antes cuando manejaba el Correo. Pero además, se facilitó el blanqueo de capitales de su hermano Gianfranco, después de que estallara el escándalo de los 'papeles de Panamá'. Por lo pronto, el exmandatario ha decidido permanecer en Suiza en calidad de responsable de las actividades benéficas de la FIFA. Se desconoce la fecha de su retorno.

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