NUEVO DESTINO

Emiratos Árabes Unidos: dinero, petróleo e influencia mundial

La nueva residencia del rey emérito es un país pequeño, situado encima de la mayor bolsa de petróleo del mundo y controlado por una monarquía con ansias expansionistas

Mohammed bin Zayed Al Nahyan habla con Juan Carlos I, en el 2011.

Mohammed bin Zayed Al Nahyan habla con Juan Carlos I, en el 2011. / AFP / CRISTINA QUICLER

Adrià Rocha Cutiller

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Hay países que nacen con suerte y hay otros, como Emiratos Árabes Unidos, que lo hacen aún más. Hace unas cuantas décadas, este país no era nada: un territorio de arena, roca y nada de vegetación, en la península arábiga, uno de los sitios en el mundo más quemados por el sol.

Pero a partir de la segunda mitad del siglo pasado, todo cambió: se descubrió en esa zona castigada y en cuyas tierras vivir es casi imposible la bolsa de petróleo subterránea más grande del mundo. La península arábiga y los países que la llenan —exceptuando la pobre Yemen— pasaron, de la noche a la mañana, a estar entre los países más ricos del mundo. Así nacieron los enormes rascacielos que coronan las dos grandes ciudades de los Emiratos, Dubái y Abu Dabi. El rey emérito los podrá ver y visitar de cerca porque, según ha confirmado este lunes la Casa Real, Juan Carlos está allí desde el pasado 3 de agosto.

El anterior rey, se supone, se hospeda estos días en un hotel de lujo en Abu Dabi, invitado por el presidente emiratí y emir de Abu Dabi, Jalifa bin Zayed Al Nahayan, amigo de Juan Carlos I. Los dos comparten intereses parecidos: el dinero y el deporte.

Deporte mundial

Por eso, en los últimos años, el Gobierno emiratí ha centrado buena parte de sus esfuerzos internacionales en meter una o varias patas en el deporte mundial. El país —a través de Jaldun al Mubarak, miembro del Gobierno— es el propietario del Manchester City, del Melbourne City y del New York City.

Su pasión por el fútbol, en parte, también viene de la competencia emiratí con Catar, el enemigo acérrimo del país y vecino de la región. Catar controla el Paris Sant-Germain de Neymar y una de las mayores cadenas de deportes internacionales del mundo, ‘Bein Sports’.

Pero Emiratos —como los demás países de la región— no solo ha exportado fútbol, carreras de Fórmula 1 y eventos deportivos. Millonarios de la región —saudís, catarís, emiratís, kuwaitís, etcétera— han estado sufragando durante años a grupos yihadistas. El más famoso de todos ellos, el Estado Islámico, fue el que más se benefició de las transferencias de millones y millones de dólares desde las monarquías del Golfo Pérsico a sus arcas en Siria e Irak.

Mano de obra semiesclava

Por el lado contrario, estos países, a parte de importar toda la comida que consumen —porque su clima imposibilita cultivarla—, importan, también, mano de obra semiesclava. Emiratos y los demás utilizan un sistema llamado kafala, que significa mecenazgo y que significa que cuando un trabajador extranjero —paquistaní, bangladeshí, indio, filipino...— llega a Emiratos, se le retira el pasaporte. Entonces, la persona que le ha contratado pasa a ser legalmente el amo y propietario del trabajador a cambio de un salario irrisorio y unas condiciones de trabajo indignas.

“El sistema 'kafala' da a los emiratís la posibilidad de explotar a sus trabajadores extranjeros si estos quieren conseguir un trabajo nuevo o volver a casa. Muchas trabajadoras domésticas de Tanzanía entrevistadas explicaron cómo sus antiguos propietarios les reclamaban dinero para aprobar sus transferencias de domicilio”, expone un informe de Human Rights Watch (HRW), que cuenta con varias decenas de entrevistas de trabajadoras domésticas del país africano que residían tanto en Omán como en Emiratos:

Ley opresora

“En Dubái vi como unos agentes pegaban a una trabajadora porque estaba cansada y quería volver a casa. Le decían que si ella no quería ir a trabajar, ellos le forzarían a hacerlo”, dijo a HRW Anisa, una mujer tanzaní que estuvo trabajando varios años en Emiratos.

Y luego está la sharia, la ley islámica: en Emiratos, país cuyo código penal se basa en el Corán, el consumo de alcohol y el sexo prematrimonial están penados con varios latigazos. El aborto, con latigazos y cinco años de cárcel; la homosexualidad, con 14 años entre rejas. Por ser adúltero, muerte por apaleamiento. Hasta que decida —o no—cambiar de destino, esta es la nueva casa del rey Juan Carlos.

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