PERFIL

Los equilibrios de Kamala Harris

Kamala Harris, de niña, en el laboratorio de su madre en Berkeley (California).

Kamala Harris, de niña, en el laboratorio de su madre en Berkeley (California). / periodico

Ricardo Mir de Francia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Durante su reciente presentación en sociedad junto a Joe BidenKamala Harris (Oakland, 1964) recordaba que cuando era una niña pequeña su madre la llevaba "atada en el carrito" a las manifestaciones por los derechos civiles en Berkeley (California), una de las cunas de la protesta universitaria en los convulsos años 60. Fue en aquellas marchas donde su madre, una investigadora india contra el cáncer que emigró a California en 1958 para estudiar un máster, conoció a su padre, un estudiante de Economía jamaicano que acabaría como profesor en Stanford. Y fueron aquellas demandas por la justicia las que conformaron los primeros trazos de su conciencia política. "Mi madre nos inculcó que iba a depender de nosotros y de cada generación de estadounidenses seguir marchando. Solía decirnos: 'no os quedéis sentadas protestando, haced algo'", contó durante su discurso.

Aquella niña con trenzas es ahora la candidata demócrata a la vicepresidencia de Estados Unidos, la primera mujer negra y de origen asiático en aspirar al cargo. Un nombramiento que ha reactivado la energía en el Partido Demócrata y ha concedido a Harris oficiosamente las riendas de su futuro. Aunque muchos estadounidenses la conocen por su participación en las recientes primarias del partido, la senadora de 55 años sigue siendo hasta cierto punto una incógnita. Su historia personal solo la ha contado a retazos, sin sacarle hasta ahora la punta que le sacó Barack Obama. Y a lo largo de su carrera se ha vendido como una abanderada del progresismo cuando su currículum está plagado de contradicciones y posturas ancladas en el pragmatismo.

Harris se crio con su madre, Shyamala, y su hermana, Maya, desde que sus padres se divorciaran cuando tenía 7 años. "No pelearon por el dinero, la única cosa por la que pelearon es por ver quién se llevaba los libros", contó el año pasado en sus memorias, 'The Thruth We Hold'. Ya como un matriarcado, la familia se mudó a un barrio de trabajadores afroamericanos de Berkeley, donde Harris aprendería los sonidos, la cocina y la jerga de una cultura que acabó haciendo suya. En vacaciones visitaban a la familia en la India o en Zambia, donde su abuelo materno sirvió como funcionario del Gobierno indio, pero su madre entendió pronto que para sus vecinos estadounidenses aquellas niñas medio indias no serían más que niñas negras. Y como tal las educó. "Quiso asegurarse de que nos convertiríamos en dos mujeres seguras y orgullosas de ser negras", cuenta en su autobiografía.

Rompiendo barreras

Harris fue a la universidad en Howard, una de las cunas de la élite intelectual negra en Washington, antes de volver a California para acabar sus estudios de Derecho y comenzar a trabajar como abogada. No tardó en romper barreras. A los 40 años se convirtió la primera fiscal del distrito de San Francisco negra, y en el 2011 fue la primera mujer en asumir el cargo de fiscal general de California. Las dos etapas más controvertidas de su currículum, debido a la cautela y la tendencia a proteger el estatus quo que demostró durante aquellos años.

En un caso sonado del 2004, se negó a pedir la pena de muerte para un pandillero que había matado a un policía, pero una década después apeló como fiscal general la decisión de un juez para declarar inconstitucional la pena capital. Puso en marcha programas de reinserción para los presos, pero a ojos de sus críticos no hizo nada para reducir los números de la población carcelaria. Unas decisiones que han recuperado actualidad en esta campaña, marcada por las demandas expresadas durante las recientes protestas de 'Black Lives Matter'.

Interrogadora dura e inquisitiva

En el Senado, sin embargo, Harris tiene uno de los historiales de voto más progresistas de la cámara. Una etiqueta que trató de vender durante su fallida candidatura a la presidencia y de la que fue alejándose progresivamente, como quedó patente al renunciar a la propuesta para una sanidad pública universal que había apoyado inicialmente. En esa cámara también se ganó su fama de interrogadora dura e inquisitiva, como comprobaron el exfiscal general Jeff Sessions o el juez del Supremo, Bret Kavanaugh.

Falta ver ahora la Kamala (pronunciesé Ká-ma-la) que emerge en esta campaña, si es la hija que creció soñando con la justicia social o la mujer que parece haber calibrado cada uno de sus movimientos para llegar hasta lo más alto.