La paz entre Israel y Emiratos dibuja un nuevo Oriente Próximo

pacto israel emiratos arabes unidos

pacto israel emiratos arabes unidos / periodico

Ricardo Mir de Francia

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Donald Trump se sacó el jueves de la chistera un acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, un hito histórico que abre las puertas del Golfo Pérsico al Estado judío y rubrica el realineamiento de fuerzas que llevaba años tomando forma en la región ante el enemigo común iraní. Su importancia no debería subestimarse, ya que implica la ruptura de viejos consensos y el alumbramiento de un nuevo Oriente Próximo

Pero tampoco puede entenderse sin atender a los intereses políticos de sus tres protagonistas. A Donal Trump le da puntos ante el electorado judío y evangélico a menos de tres meses de las elecciones. Al autócrata Mohammed bin Sayed le concede un aura de respetabilidad en Washington, cuando más oposición enfrenta en el Congreso por sus abusos en Yemen o Libia. Y a Binyamin Netanyahu le permite finalmente dárselas de estadista de paz cuando ha dedicado toda su carrera a avivar el miedo a la guerra. El primer ministro israelí ha tenido que renunciar temporalmente a sus planes de anexión de Cisjordania, pero el precio es insignificante porque por primera vez un Estado árabe acepta normalizar sus relaciones sin que Israel tenga que hacer concesiones territoriales. Ese cambio de paradigma elevará su estatura y le permitirá desviar momentáneamente la atención de las investigaciones penales que le persiguen y los problemas por los que atraviesa su Gobierno de coalición. 

En esta jugada maestra a tres, hay dos perdedores: los palestinos e Irán. 

Realineamiento en la región

El acercamiento entre Israel y las monarquías árabes del Golfo llevaba años fraguándose como respuesta a las ambiciones iranís para desafiar su hegemonía en la región. Y, en menor medida, el auge del yihadismo y la creciente influencia turca, patrón del islamismo moderado. Una dinámica que se aceleró tras el pacto nuclear firmado con Teherán por la Administración de Barack Obama en 2015, un acuerdo que sus aliados árabes y judíos interpretaron como una maniobra de apaciguamiento que los dejaba solos ante su enemigo chií. Desde entonces, y con la discreción como bandera, se ha ido estrechando la cooperación en seguridad e inteligencia entre Israel y las monarquías sunís, particularmente Arabia SaudíEmiratos y Bahréin

Esa relación ha florecido con Trump en la Casa Blanca, que no tardó en romper el acuerdo con Irán y en poner a su pueblo a dieta con uno de los paquetes de sanciones más draconianos de la historia reciente. Empresas israelís han vendido armas cibernéticas a sus nuevos amigos del Golfo. Políticos y atletas israelís han sido recibidos en Omán, Emiratos o Washington por dirigentes árabes. Y se han dado los primeros pasos para abrir oficinas comerciales israelís en el Golfo y apoyar unos intercambios comerciales que actualmente rondarían los 1.000 millones de dólares anuales. 

Los viejos tabús se han roto. Y el resultado es un frente antiiraní de árabes e israelís con Abu Dhabi y Dubai como punto de encuentro. Esa alianza podría dejar a los ayatolás sin la que ha sido hasta ahora una de sus principales válvulas de oxígeno. Emiratos es su segundo socio comercial, un puerto crucial tanto para sus importaciones como para la exportación clandestina de su petróleo. 

Ruptura del consenso árabe

La fórmula “tierra a cambio de paz” ha guiado las complicadas relaciones entre las naciones árabes e Israel desde hace décadas. Egipto firmó la paz en 1979, después de que Begin se comprometiese a retirar a sus tropas y colonos del Sinaí. Y Jordania hizo lo propio en 1994, después de que Rabin y Arafat acordaran en Oslo una autonomía palestina que tendría que haber desembocado en la creación de su Estado cinco años después. Esa misma fórmula está también reflejada en la iniciativa de paz de la Liga Árabe del 2002: normalización de relaciones a cambio del final de la ocupación y de un Estado palestino.  

Pero este acuerdo rompe con esa premisa. Emiratos ha firmado a paz a cambio de una amenaza de anexión que no solo es ilegal a ojos del derecho internacional, sino que probablemente no se hubiese llevado a cabo. Diversas fuentes israelís sostienen que Netanyahu se había replanteado sus planes ante la oposición europea y las dudas estadounidenses. Pero fue el embajador emiratí en Washington quien dio a la Casa Blanca la idea de utilizar la anexión como moneda de cambio, tras publicar este verano un editorial en la prensa hebrea en el que afirmaba que los planes de Bibi eran una “bomba de relojería” que destruiría el acercamiento árabe a Israel. 

¿Camino a una nueva guerra?

Las autoridades palestinas han descrito el acuerdo como una “traición”, tras constatar que ni siquiera fueron informados de las gestiones secretas que lo precedieron. Se sienten engañados, particularmente al ver como Emiratos vendía el pacto como un gesto hacia los palestinos para evitar la anexión. “Por favor, no nos hagan ningún favor, no queremos que nadie nos utilice para encubrir sus verdaderos motivos”, ha dicho la asesora de la OLP, Hannan Ashrawi

Tras contemplar en los últimos años como Trump alteraba las reglas del conflicto, con su reconocimiento de Jerusalén y del Golán o un plan de paz que avalaba el expolio de sus tierras, ven ahora cómo sus ‘hermanos’ árabes normalizan a Israel cuando prosiguen la ocupación y las maniobras para destruir solución de los dos estados. Es mal negocio predecir cómo reaccionarán, pero su debilidad y sus divisiones internas no les dejan muchas más opciones que acostumbrarse a la nueva realidad. 

Otra cuestión pasa por saber el impacto que tendrá la nueva alianza árabe-israelí en la región. Emiratos es uno de los regímenes más belicosos y mejor armados del Golfo, un cliente preferencial de la industria armamentística estadounidense. Se opuso firmemente a las primaveras árabes, respalda a los dictadores de Siria y Egipto, y participa activamente en las guerras de Yemen o Libia. Algunos analistas creen que si Trump sale reelegido, más que la paz, este acuerdo podría allanar la guerra. Partidarios de "cortarle la cabeza a la serpiente iraní", por emplear una expresión de la monarquía saudí, no faltan.