carrera a la casa blanca

La elección de Harris reactiva la ilusión en las filas demócratas

Biden y Harris protagonizan su primer acto de campaña como compañeros de fórmula

Biden y Harris protagonizan su primer acto de campaña como compañeros de fórmula. / periodico

Ricardo Mir de Francia

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El universo demócrata ha amanecido este miércoles mucho más ilusionado de lo que estaba el martes. La elección de la senadora Kamala Harris como número dos en la candidatura a la presidencia de Joe Biden no solo asegura el relevo generacional en el partido, sino que denota la intención del candidato de abordar las inequidades sociales y el racismo sistémico que galvanizan a su electorado. Algunos titulares describen la designación de Harris como una “apuesta segura” o una “elección lógica”, principalmente porque cumple con el principio hipocrático que se aplica a la elección de los vicepresidentes: “lo primero es no hacer daño”. Pero la trascendencia histórica de la decisión es innegable. Nunca antes una mujer negra había sido nominada para la vicepresidencia, un cargo al que solo optaron previamente otras dos mujeres.

Ambos celebraron el miércoles su primer acto de campaña conjunto en Delaware. Sin público, aplausos ni carteles electorales, todo un símbolo de los tiempos que corren. Pero bastó para evidenciar la química que les une, fruto de la estrecha relación que Harris cultivó en su etapa de fiscal general de California con su colega de Delaware, Beau Biden, el hijo primogénito del candidato, fallecido en 2015. “No tengo dudas de que he escogido a la persona adecuada”, dijo Biden. “Kamala es inteligenteduraexperimentada, una mujer que ha luchado por la clase media y está lista para gobernar desde el primer día”. La senadora de 55 años, que es hija de inmigrantes, le devolvió los halagos subrayando su "empatía" y su "compasión", antes de presentar las elecciones de noviembre como "una batalla por el alma de EE UU".  

Biden ha pagado su deuda con el electorado negro que resucitó su campaña, pero no ha tratado de contentar a la izquierda del partido que desafío su nominación en la figura de Bernie Sanders. Ideológicamente Harris se le parece mucho. Bascula por el centro-izquierda, entronca plenamente con el 'establishment' demócrata y abandera el pragmatismo como vía para librar las batallas legislativas en el Congreso. También es una máquina de recaudar fondos, un imperativo para mantener engrasada su campaña en los tres meses que restan faltan para las elecciones. Al decantarse por Harris, Biden confirma que su mensaje se centrará en derrotar a Donald Trump, en lugar de aspirar a cotas más idealistas, como la transformación del país que reclaman los progresistas. 

Todo el partido ha dado a Harris una bienvenida entusiasta. Desde Barack Obama (“está más que preparada para el cargo”) al propio Sanders (“entiende lo que comporta defender a los trabajadores y luchar por una sanidad universal”). De todas las candidatas para el puesto, era seguramente la que menos explicaciones tiene que dar y la que arrastra un bagaje menos comprometedor. También tiene nombre en la escena nacional. Conoce el Congreso, al que llegó en 2017. Y está acostumbrada a los focos y la presión, después de haber sido candidata a la presidencia.

Momentos vibrantes

Su campaña levantó enormes expectativas y tuvo momentos vibrantes en varios debates, en los que demostró una personalidad vivaz y un verbo afilado, con el que paradójicamente hizo añicos a Biden por su cercanía a varios segregacionistas sureños y su oposición inicial a la desegregación de los autobuses escolares. Biden claramente no es rencoroso.

Pero Harris tuvo que retirarse antes de que comenzara a votarse en Iowa. Su tránsito hacia el centro no funcionó, entre otras cosas porque no supo defender con convicción su cercanía a los sindicatos policiales en su época de fiscal o su timidez a la hora enfrentarse a las fallas del sistema penal. La crítica es legítima, pero también cierto que por entonces la opinión pública era mucho más partidaria de las políticas de encarcelación masiva o que Harris tuvo que sobrevivir políticamente como mujer y afroamericana en un entorno de hombres y mano dura. 

De algún modo, desde el final de su campaña, ha logrado redimirse. Cuando las protestas contra el racismo tomaron las calles tras el asesinato de George Floyd, Harris marchó con los manifestantes y se erigió en una de las voces más clarividentes por la justicia social en el Congreso, donde ha promovido leyes para acabar con la inmunidad policial o hacer de los linchamientos un delito federal. También ha defendido generosas políticas sociales como respuesta a la pandemia. Y en el partido existe además la convicción de que será una rival implacable contra Mike Pence en el debate de vicepresidentes que celebrarán el próximo 7 de octubre. 

Su coronación llegará antes, en la Convención Nacional Demócrata que comienza el lunes, técnicamente en Milwaukee, aunque será completamente virtual debido al descontrol de la pandemia. Los demócratas no solo contemplarán a su potencial vicepresidenta sino a la mujer que está llamada a liderar el partido en futuro porque si Biden conquista la Casa Blanca será el presidente más anciano de la historia. Tendrá 78 años, una edad que confiere a su número dos una importancia que no tuvieron otros lugartenientes.