Ultras en América Latina

Los militares brasileños copan el Gobierno

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Abel Gilbert

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Brasil ya ha superado los 100.000 muertos por el covid-19. Además de ser el segundo país del mundo con mayor cantidad de decesos desde que se ha propagado la pandemia, es el único que la combate con un general inexperto al frente del Ministerio de Salud. El desempeño del militar Eduardo Pazuello es parte de un problema mayor: el Ejército tiene gran peso en el Gobierno de ultraderecha del presidente Jair Bolsonaro, un excapitán de las Fuerzas Armadas. Los militares no solo gestionan 10 de los 23 Ministerios, sino que otro uniformado, el general Hamilton Mourão, ocupa el cargo de vicepresidente del país. 

La presencia de militares  en otras estructuras ejecutivas ha crecido un 33% desde principios del 2019.  El Tribunal Federal de Cuentas ha cifrado en 6.100 los militares que prestan servicio en distintas agencias gubernamentales. Entre 1990 y el 2016, año del golpe parlamentario contra la presidenta Dilma Rousseff, la participación castrense se limitaba  al Ministerio de Defensa -aunque siempre bajo el mando de un civil-, a sectores de la vicepresidencia y a la oficina de Seguridad Institucional del Ejecutivo.

En la actualidad, hasta el Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos, que encabeza la pastora evangelista Damares Alves, tiene empleados a 440 miembros del Ejército. "Los militares decidieron abandonar los cuarteles para colonizar el Gobierno", señala el analista político Reinaldo Azevedo. El resultado, añade, "es un desastre de proporciones". La tragedia del covid-19 y la crisis ambiental, con la Amazonía como epicentro, "son, ante todo, desastres de la gestión militar".

Celso Amorim fue ministro de Defensa y también de Exteriores durante la presidencia de Luiz Inácio Lula da Silva y observa con perplejidad la incursión castrense. "Han ido demasiado lejos", dijo a la revista 'Carta Capital'. Durante un tiempo, señaló a su vez Flavia Lima, columnista de 'Folha de Sao Paulo', los medios de prensa consideraron que los uniformados representaban un "ala racional", en oposición a la corriente "ideológica" que expresa las posiciones más recalcitrantes del bolsonarismo. A los uniformados se los vio entonces como guardianes de cierto "sentido común", capaces de "contener los excesos del presidente". Lima reconoce que esa interpretación ya no se corresponde con la realidad.

Ángeles tutelares

Daniel Aarão Reis, uno de los autores de "La dictadura que cambió a Brasil, 50 años del golpe de 1964", no parece sorprendido por lo que sucede. En su opinión, el gigante sudamericano perdió durante su proceso de redemocratización, en 1985, la oportunidad de discutir el papel de los militares bajo un estado de derecho. Las Fuerzas Armadas se mantuvieron sin cambios, "lo que les permitió continuar viéndose a sí mismos como ángeles tutelares".  En lugar de llevarlos al debate, los líderes civiles prefirieron dejarles en sus nichos, "cultivando amargura y resentimiento", añade Aarão Reis.

Brasil gasta alrededor del 1.3% del PIB en defensa. La gran novedad no es presupuestaria, sino del orden ideológico. De la mano de Bolsonaro, el país se ha convertido en el aliado militar preferido de Estados Unidos fuera de la OTAN. Y como parte de estas nuevas relaciones con el Comando Sur del Ejército estadounidense, las Fuerzas Armadas pasaron a considerar como una hipótesis de conflicto la presencia china en la región.

Hace unos mesees se supo que hasta Francia es vista como una amenaza estratégica para el país. París se ha puesto a la cabeza de las críticas contra la política ambiental de Bolsonaro y se han registrado situaciones de inédita tensión bilateral en el 2019 debido a los incendios en la Amazonía.

"Genocidio"

El debate sobre el papel castrense se ha intensificado al compás del recuento de muertos por coronavirus. Gilmar Mendes, uno de los integrantes del Tribunal Federal Supremo (STF), ha llegdo a calificar de intolerable la gestión del general Pazuello al frente del Ministerio de Salud. "Esto es malo para la imagen de las Fuerzas Armadas. Debemos decir esto muy claramente: el Ejército se está asociando con este genocidio".  

Bolsonaro no solo ha defendido a su cuestionado ministro. Lo ha defenido como un "predestinado", y esa manera de nombrar a un militar ha provocado ciertos escalofríos. No es la primera amenaza del capitán retirado. Tampoco será la última.  De su propia boca ha salido la advertencia de que las instituciones armadas "no aceptan juicios políticos", en alusión a las más de 30 peticiones de destitución que acumula en el Congreso el mandatario por su actuación durante la crisis sanitaria.

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