Agosto sin turistas: Bajo el cielo de París no hay nadie

Una mujer se refresca junto a la Pirámide del Louvre, desierta de gente.

Una mujer se refresca junto a la Pirámide del Louvre, desierta de gente. / periodico

Irene Casado Sánchez

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Es agosto y París está desierto. No hay ni rastro de las infinitas colas de espera para visitar la Torre Eiffel, ni del gentío en la plaza del Trocadero, ni de la marabunta en las estrechas calles del Barrio Latino. Las míticas embarcaciones turísticas circulan a medio gas por las aguas del río Sena. Los buquinistas ven pasar la jornada con los brazos cruzados. No son los únicos, los tenderos de las tiendas de recuerdos tampoco tienen especial quehacer. La pandemia priva a París, hasta ahora la ciudad más visitada del mundo, de uno de sus pilares fundamentales: los turistas. 

El escenario es insólito, al vacío de las calles parisinas se suma una extraña sensación de desahogo y, al mismo tiempo, de tensión y antipatía. "Prefiero no hacer ningún comentario", lanza hastiado el responsable de Le Depart de Saint Michel. Son las dos de la tarde en pleno periodo estival y su inmensa terraza, situada en el corazón del Barrio Latino, está casi vacía. Sus callejuelas adyacentes, antes concurridas y ruidosas, parecen languidecer sin sus transeúntes venidos de todo el mundo.  

Pesismismo en el Barrio Latino

"Este verano está siendo una verdadera catástrofe", suspira un camareo asomado a la ventana de un minúsculo restaurante situado a dos pasos de la catedral de Notre-Dame.  "Nunca hemos visto algo parecido. No hay estadounidenses, ni canadienses, ni asiáticos, ni apenas europeos, este verano no hay turistas en París", se lamenta mientras dirige su mirada al dueño del establecimiento, quien vestido con un delantal negro impoluto, preside una estrecha hilera de mesas y sillas desocupadas. 

En este barrio, uno de los más turísticos de la capital francesa, el ambiente está impregnado de pesimismo: "Nada compensará las pérdidas. No sabemos cómo evolucionará la pandemia… La gente tiene miedo del virus y también de la crisis económica que se avecina", suspira un joven camarero mientras fuma un cigarrillo, su principal pasatiempo esta mañana soleada del mes de agosto.  

A los dos meses de confinamiento y cierre obligatorio, se suman ahora la ausencia de turistas extranjeros y el ajustado presupuesto de los pocos que eligen París como destino vacacional. "Hemos perdido el 90% de nuestros clientes. Los pocos turistas que vemos pasar son franceses y algún que otro europeo, pero no compran nada, todo el mundo mira ahora por su bolsillo", explica la responsable de una tienda de recuerdos situada a los pies de la Torre Eiffel.  

Una realidad que afecta también a los vendedores ambulantes, a los míticos retratistas y a los músicos callejeros que merodean alrededor de los principales monumentos parisinos. "Desde marzo, no vendemos absolutamente nada. Todas las mañanas vengo a la plaza del Trocadero para tratar de vender alguno de mis cuadros. Por las tardes, trabajo como obrero gracias a una empresa de trabajo temporal. Es la primera vez en 15 años que no vendo absolutamente nada" relata con estoicismo Abel, artista de origen argelino, mientras trata de atraer a los pocos transeúntes que no ignoran su presencia. 

Si la ausencia de turistas es toda una primicia, también lo es –para la egoísta felicidad de los parisinos- poder visitar los principales monumentos de la capital sin esperar durante horas. "Ya no hay colas para visitar la Torre Eiffel", asegura Patrick Branco, director de la empresa encargada de gestionar el icono galo. Las cifras hablan por sí solas: el pasado verano, 23.000 personas al día visitaban la Torre Eiffel; hoy el número de visitantes no supera los 12.000 diarios

Las fotografías más buscadas

Algo similar ocurre en el museo del Louvre. A lo largo del mes de julio, 200.000 turistas –unos 10.000 al día- visitaron la pinacoteca. Una cifra poco alentadora si se tiene en cuenta la frecuentación de los veranos precedentes: 800.000 visitantes -40.000 al día- se solían dar cita los meses de julio y agosto, según los datos del museo. Ahora, fotografiarse frente a su mítica pirámide no es ninguna odisea, como tampoco lo es encontrar un banco donde sentarse en el Jardín de las Tullerías. 

Es inevitable sentir una cierta angustia al acceder al metro parisino, vacío de sus usuarios habituales –muchos de ellos abandonan la capital durante el periodo estival- y de sus turistas. Una sensación parecida se repite al visitar la Plaza de Tertre, en pleno corazón del barrio de Montmartre. A última hora de la tarde, todavía cálida, los retratistas desmontan sus caballetes, agotados por la infructuosa búsqueda de potenciales clientes. La mítica plaza de pintores y artistas tampoco se salva del descalabro del sector turístico.   

Ante este trágico escenario, el Gobierno de Emmanuel Macron anunció, el pasado 29 de julio, la prolongación del dispositivo de paro parcial para todo el sector turístico hasta el próximo mes de diciembre. Una medida que no contenta ni consuela. "Es un periodo difícil, difícil para todos. Nada más que añadir", zanja una buquinista mientras echa el cierre a su tenderete a las orillas del Sena, vacías, al igual que su riñonera, en pleno mes de agosto.  

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