TENSIÓN EN EUROPA DEL ESTE

Las protestas crecen en Bielorrusia contra el presidente Lukashenko

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Marc Marginedas

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Si no es un Euromaidán, la revolución que hace seis años derribó al Gobierno prorruso de Ucrania, sí comienza a parecerse.  Decenas de miles de personas se congregaron en la tarde-noche del jueves en Minsk, concretamente en el Parque de la Amistad de los Pueblos, para asistir a un mitin electoral presidido por Svetlana Tikhonóvskaya, esposa de un político local encarcelado y aspirante en torno a la cual toda la oposición de Bielorrusia se ha aliado ante las elecciones presidenciales del próximo 9 de agosto. "No habíamos vivido una manifestación tan grande en 25 años", explica Artiom, un popular bloguero que colabora en el canal 'La Verdadera Bielorrusia', difundido por Telegram.

Los asistentes hablaban este viernes de una contagiosa atmósfera de entusiasmo, de cambios sociológicos en el país, de nuevas generaciones sin temor... "Estuve desde las seis hasta las diez; estaba lleno de gente, no cabía un alfiler", explica telefónicamente Natalia Chikulaeva, una empresaria ya entrada en años. "Cuando ví a aquellos jóvenes, tan educados, comprendí que el país había cambiado; estabamos rodeados de drones que tomaban fotografías, pero nadie tenía miedo", concluye, en tono de exaltación. "Nadie se cree ya a Lukashenko; estuve hace seis meses y me dí cuenta de que el país ya no era el mismo", relata Alena Dólgova, una bielorrusa residente en Barcelona, que pasó un año y medio en prisión en uno de sus viajes de regreso en el 2007 por un delito del que fue exonerada. 

Aleksándr Lukashenko, presidente desde 1994, afronta estos días el más importante desafío de su longevo mandato. Pese a que las manifestaciones opositoras son recurrentes en Bielorrusia, coincidiendo normalmente con los periodos electorales, en esta ocasión han atraído a multitudes inéditas, hastiadas por la crisis económica y la caótica <strong>gestión gubernamental</strong> de la epidemia de coronavirus. "La última ocasión en que vivimos un acto tan masivo fue en 1996", coincidiendo con la firma del tratado de la Unión Ruso-Bielorrusa y el décimo aniversario de la catástrofe de Chernobil, constata el bloguero Artion. Se trata, además, de "un movimiento transversal, no vinculado a partidos políticos", puntualiza el internauta.   

Con todos los recursos

Las autoridades se han empleado a fondo para impedir que candidatos con posibilidades pudieran presentarse, no solo mediante trabas administrativas, habituales en el espacio postsoviético, sino también recurriendo a intimidaciones y amenazas. <strong>Valery Tsepkalo</strong>, uno de esos aspirantes frustrados, al frente del Parque de Alta Tecnología de Bielorrusia, ha tenido que refugiarse en Moscú con sus hijos. "La semana pasada, miembros de los servicios de seguridad se presentaron en su escuela y exigieron a los profesores que firmasen un documento que especificada que Valery y su esposa eran malos padres; semejante declaración permite a la justicia en Bielorrusia retirar la custodia", denuncia Yevgueni Medvédev, su asistente personal. Su mujer, Verónika, se ha quedado en Minsk y hace campaña en favor de la aspirante Tikhonóvskaya. 

Entre las filas opositoras, nadie se lleva a engaño sobre lo que sucedará el día de la votación y en las jornadas siguientes. "Habrá una falsificación masiva; tienen multitud de recursos: no hay cámaras en los colegios, las urnas no son transparentes; no hay observadores", relata Artiom. Para impedir que las multitudes que protesten tras la difusión de los resultados desborden al Estado, los despliegues están siendo cada vez más ostensibles. Daria Sherbich, una joven médico de Brest, junto a Polonia, asegura que hace dos semanas apareció un importante dispositivo de seguridad, con "tropas del Ministerio del Interior, de la policia y hasta del Ejército, montando puestos de control" en la carretera de Minsk.