Conflicto diplomático

China exige a EEUU el cierre de su consulado en la ciudad de Chengdu

Pekín responde de esta manera al cierre de la delegación del gigante asiático en la ciudad estadounidense de Houston

China exige a EEUU el cierre de su consulado en la ciudad de Chengdu

China exige a EEUU el cierre de su consulado en la ciudad de Chengdu (en la foto). / periodico

Adrián Foncillas

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Le tocó a Chengdu, una reposada y esponjada ciudad del interior que buscan muchos chinos tras jubilarse, célebre por los pacíficos pandas y sin más sobresaltos que los ardientes chiles de su comida sichuanesa. Estados Unidos ha perdido un consulado en Chengdu después de que China perdiera otro en Houston en el último capítulo de la inquietante dinámica de las dos superpotencias.

Se sabía que un consulado bajaría la persiana, restaba por saber cuál. En la web del 'Global Times', un diario ultranacionalista, una encuesta invitaba a elegir la más deseada de un bombo con cinco bolitas. Los internautas eligieron Hong Kong pero Pekín se decantó por Chengdu, la más irrelevante y ajustada a la escala de la de Houston. “La medida tomada por China es una legítima y necesaria respuesta a los actos injustificados de Estados Unidos”, ha aclarado esta mañana el portavoz del Ministerio de Exteriores. La situación actual “no es la que China desea” y sólo Estados Unidos es responsable de ella, ha añadido. “Urgimos a que se retracte de su equivocada decisión y establezca las condiciones necesarias para devolver las relaciones bilaterales a la normalidad”, ha concluido. La agencia oficial Xinhua ha justificado el cierre en las acciones “intimidatorias y hegemónicas” de “algunas fuerzas extremistas del Gobierno estadounidense”. Washington había acusado sin pruebas de espionaje al consulado de Houston.

Casi 20 millones de chinos seguían esta mañana la retransmisión en directo de la televisión pública a las puertas del consulado, sin nada emocionante que ver, pero con la duda de si arderán en piras apresuradas los documentos comprometidos como ocurrió en la texana. El consulado abrió en 1985 y cuenta con 200 trabajadores para cubrir la vasta región oriental, incluido el Tibet. Los más damnificados serán los trabajadores locales, que suponen las tres cuartas partes de la plantilla. El personal estadounidense dispondrá de los mismos tres días para marcharse que Washington otorgó al de Houston.

Semana prolija en embates

El cierre de delegaciones diplomáticas tiene un fuerte componente simbólico, también si son consulados de segunda, por lo que se interpreta como otro escalón en la tensión bilateral. Llega en una semana prolija en embates estadounidenses. Tres investigadores chinos han sido arrestados por sus presuntos lazos con el Ejército de Liberación Popular y otro se ha refugiado en el consulado de San Francisco. Y ayer se escuchó un discurso con ínfulas churchellianas y que probablemente será señalado por los historiadores como fundacional de la segunda guerra fría. El Secretario de Estado, Mike Pompeo, decretó el fin de medio siglo de acercamiento a Pekín y concitó a todos los gobiernos a luchar contra la tiranía china que pretende someter al mundo. Ni siquiera el exasesor de Seguridad Nacional John Bolton, el más voraz halcón de Washington, había llegado tan lejos.

Han pasado apenas seis meses desde que Pekín y Washington cerraran el acuerdo sobre la primera fase de la guerra comercial que auspiciaba tiempos de sintonía. La hostilidad hacia China ha crecido al mismo ritmo que Estados Unidos amontonaba muertos por coronavirus y caían las posibilidades de Trump de ser reelegido por su calamitosa gestión. Las loas a Pekín por su eficaz control del virus se convirtieron en infundadas acusaciones de crearlo en un laboratorio y después se apresuró a pisarle todos los callos: Huawei, uigures, Hong Kong, Taiwán, el mar del Sur de China… Trump ha traspasado la línea roja de la soberanía nacional que China entiende sagrada por los dolorosos recuerdos del colonialismo.

Fragor de una elecciones

China responde con inflamados editoriales periodísticos y promesas de represalias que oscilan entre la nadería y la respuestas imprescindibles para no quedar retratada como acobardada ante la audiencia global y, especialmente, la doméstica. Transpira la voluntad de que la 'realpolitik' devuelva la paz tras el fragor de unas elecciones que, en las dos últimas décadas, incluye los litúrgicos ataques a China en nombre del sufrido trabajador o parado estadounidense.  

La inercia, sin embargo, sugiere lo contrario. Las leyes anti-China han pasado en el Senado por unanimidad, Trump y Biden rivalizan en ataques a Pekín y las encuestas revelan un sentimiento sinófobo masivo e inquietante. “El problema es la gobernanza global y Washington no va a renunciar a su papel hegemónico”, señala Xulio Ríos, director del Observatorio de Política China. “La tensión llega cuando China no se contenta con la superdimensión económica y quiere trasladarla a la política. Es normal que el riesgo aumente si le disputas a Estados Unidos la tecnología o la influencia geopolítica y no hay diálogo constructivo como sí lo hubo en el pasado. No habría tensiones si China pasara por el aro y aceptara ser sólo un socio económico que pone dinero sobre la mesa para sacar adelante los proyectos que decide el G-7”, añade.