Srebrenica, una tragedia ética

La peor matanza cometida en Europa, considerada como acto de genocidio, cumple 25 años.

Una mujer reza junto a las tumbas de los fallecidos en el memorial de Potocari.

Una mujer reza junto a las tumbas de los fallecidos en el memorial de Potocari. / periodico

RAMÓN LOBO

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Conocí a Hatidza Mehmedovic en julio de 2005, en el décimo aniversario del mayor genocidio cometido en suelo europeo desde el final de segunda guerra mundial. Tenía 53 años, una voz hermosa y tres desaparecidos: el marido y dos hijos. Era la presidenta de una organización de madres de Srebrenica que exigía justicia, verdad y reparación. Se había hecho célebre dos años antes, en la inauguración del cementerio-memorial de Potocari. En aquel acto, que contó con la presencia de numerosas autoridades en busca de la foto, gritó al presidente Bill Clinton: "¿Por qué no hizo algo? ¿Por qué no hizo nada?".

Han pasado 25 años. Potocari es un paisaje de lápidas blancas sobre una tierra verde. Reina la emoción y el silencio. Está situado en la carretera que une Srebrenica con Bratunac. De esa localidad partieron el 11 de julio las unidades militares serbobosnias que participaron en una matanza que se prolongó una semana. El Tribunal Penal Internacional de la antigua Yugoslavia condenó a su comandante en jefe, general Ratko Mladic, a cadena perpetua por estos hechos y por la guerra de Bosnia. Al otro lado de la calzada estaba la fábrica que sirvió de cuartel a los cascos azules holandeses. Prefirieron la retirada que proteger a los civiles. Fue una cobardía por la que aún supura el país que se vende y percibe como exportador de ética y de justicia.

El acuerdo vergonzoso de Dayton

Occidente mandó tropas de pacificación a la guerra de Bosnia-Herzegovina. Su mandato era avaro y sus armas, escasas. Su trabajo consistía en contar disparos y cadáveres. Cuando finalizó la guerra en diciembre de 1995, y se firmaron los acuerdos de paz de Dayton, enviamos tropas de combate de la OTAN. Fue un acuerdo vergonzoso. No hubo ni justicia poética: se entregó Srebrenica a los asesinos, igual que Foca, la capital de las mujeres violadas, cayó en manos de los violadores.

Las áreas protegidas fueron un farol, no había medios para salvaguardar a su población ni voluntad de entrar en combate

El Consejo de Seguridad de la OINU creó en abril de 1993 cinco áreas protegidas: Sarajevo, Srebrenica, Zepa, Gorazde y Bihac. Fue un farol, un acto de propaganda: no había medios para salvaguardar a su población ni voluntad de entrar en combate.

Mladic, un pitbul sin talento estratégico, tardó dos años en descubrir la trampa. Bombardeaba a diario Sarajevo, como si fuera una rutina. Atacó Gorazde en junio de 1993, solo por probar. No sacó conclusiones de la pasividad de la OTAN. Antes de la creación de los enclaves, las tropas de la ONU evacuaron de Srebrenica a miles de mujeres y niños. Fue una limpieza étnica buenista. Su trabajo era protegerlos, no arrancarlos de sus casas. Deberían leer 'Postales desde la tumba' de Emir Suljagic.

Cada año, en estas fechas, se da sepultura a los restos de las personas identificadas en la vecina Visoko, Bosnia central, donde han trabajado equipos de antropólogos forenses de todo el mundo, sobre todo latinoamericanos. La identificación es un proceso complicado que demanda paciencia y medios. Las tropas de Mladic enterraron a los muertos en fosas comunes. Después utilizaron excavadoras para desenterrarlos y repartirlos por enterramientos secretos. El destrozo de los cuerpos tenía un fin: dificultar su identificación.

Volví a ver a Hatidza Mehmedovic 16 meses después del décimo aniversario. Tenía los ojos hundidos, tristes, rodeados de unas ojeras oscuras. Su voz era terrible, como si hablara desde las catacumbas. Era una mujer rota por el dolor extremo. Le habían informado del hallazgo de dos restos familiares. Uno completo de un hijo y otro incompleto sin adjudicar. La gran heroína de Srebrenica falleció el 22 de julio de 2018.

Más de 8.300 asesinados

Pese a que todos sabían qué había pasado en julio de 1995, conservaban un hilo de esperanza. Las tropas serbobosnias hostigaron a los varones que huyeron a Tuzla; después separaron a los hombres de las mujeres que se habían refugiado en la base holandesa. Fueron asesinados. Los afortunados recibieron una bala; a otros les pasaron camiones por encima. Veinticinco años después sabemos el número exacto de asesinados: 8.372 personas.

El antropólogo forense Freddy Peccerely es uno de los grandes expertos mundiales que en algún momento trabajó en la identificación de víctimas de Srebrenica. Su país, Guatemala, tiene más de 45.000 desparecidos. Tras anunciar en los medios locales la inauguración de un laboratorio de ADN, pionero en Centroamérica, se preparó para una avalancha de peticiones. Tardaron semanas en llegar los primeros familiares. "No es lo mismo buscar a tu desaparecido entre los vivos que empezar a buscarlo entre los muertos", explicó.

Srebrenica es, además de un genocidio, una tragedia ética. Después de gritar ¡Nunca más! tras descubrir las dimensiones catastróficas del Holocausto nazi, volvimos a mirar al otro lado en Ruanda, Liberia, Sierra Leona, Afganistán, Irak, Siria, Yemen. También, en el Mediterráneo. En la guerra de Bosnia se juzgaron a los jefes y a los asesinos, se vendió la idea de que la justicia universal funciona, pero se nos olvidó la escucha de cada víctima, la reparación de su dolor. La paz se construye desde la palabra, no desde el insulto, el olvido y el desprecio. Queda trabajo.

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