LA GESTIÓN DE LA PANDEMIA EN EL REINO UNIDO
Boris Johnson: confusión y contradicciones en la desescalada
"Habíamos pedido una estrategia de desescalada. Parece que lo que tenemos es una desescalada sin estrategia". El laborista británico, Keir Starmer, líder la oposición, pone el dedo en la llaga. La confusión y las contradicciones del Gobierno de Boris Johnson sugieren que improvisa sobre la marcha.
La orden de reabrir las escuelas no ha podido cumplirse. El sistema de control de seguimiento, presentado en mayo como el mejor del mundo, apenas funciona y puede que no lo haga plenamente hasta septiembre. Las medidas de cuarentena impuestas a los que vuelven del extranjero son imposibles de cumplir, según los propios funcionarios del servicio de inmigración. La economía se hunde con un 20% de contracción en el mes de abril y se dilata la vuelta al trabajo. El Gobierno mantiene la obligación de guardar una distancia de dos metros, algo que muchos negocios no pueden aplicar. Al mismo tiempo el ministro de Finanzas, Rishi Sunak, acuerda con los diputados conservadores que la reducción debería ser de metro y medio.
Desde el inicio de la crisis los británicos han sido pacientes y han obedecido las órdenes del Ejecutivo. El primer ministro dijo tener un plan y le dieron un margen de credibilidad. Esa confianza se ha evaporado. Era el 19 de marzo cuando Johnson declaró que en 12 semanas "habría cambiado la marea". "Para entonces, estoy seguro de que nos habremos librado del coronavirus", dijo. Parecía fácil, sonaba triunfalista, o como muchos temieron, imprudente y falso. El Reino Unido tiene hoy el peor récord de Europa. El coronavirus se ha cobrado más de 41.000 vidas, según los datos del Gobierno de los fallecidos que dieron positivo. En realidad, son más de 63.000 los que han perecido de acuerdo con la Oficina Nacional de Estadística, que registra las muertes en exceso, el control más fiable para los epidemiólogos. La cifra ya de por sí es un fracaso, pero Johnson dice sentirse "orgulloso" de la estrategia del Gobierno y rechaza el haber actuado demasiado tarde al imponer el confinamiento, como han apuntado varios científicos.
Pérdida de autoridad moral
La parte más dura en el Reino Unido llega ahora, con la desescalada. Es cuando Johnson más necesita que el país crea en él. Pero el Ejecutivo perdió su autoridad moral con el caso de Dominic Cummings, el arquitecto de la estrategia del 'brexit', que se saltó el confinamiento para irse a la finca de sus padres en el norte de Inglaterra. Si el incidente era lamentable, el verdadero escándalo fue la justificación de Johnson, su defensa ridícula del asesor estrella. Esa reacción de hipocresía y la prepotencia hirió a los británicos. La popularidad de Johnson cayó 20 puntos. "Muchos diputados están furiosos con el desplome en los sondeos y con la forma en que se han ignorado repetidos llamamientos para que Cummings sea cesado", señala esta semana en el 'New Statesman' Tim Montgomerie, un conocido activista conservador, asesor para asuntos sociales de Johnson durante un breve tiempo y crítico ahora con el rumbo tomado por el primer ministro. Y no es el único.
'The Spectator', un semanario del que Johnson fue hace años director, ha publicado un artículo titulado "Boris Johnson no es apto para gobernar", absolutamente demoledor. "Si no puede funcionar sin Cummings significa que no está cualificado para ser primer ministro. El precio de defender a Cummings es admitir la ineptitud de Johnson". En el Gabinete hay quejas de que nadie consulta o cuenta con la opinión de sus miembros, ni se aceptan discrepancias. Las decisiones las toman Johnson y Cummings, que posee su propia red de asesores independientes. Alguien ha comparado esta forma de gobernar con "un régimen de terror", con ministros que sienten "más miedo que respeto" por las decisiones de Johnson y su "corte".
Actuación penosa
Desde los tiempos como alcalde de Londres se sabe que el ahora 'premier' es caótico, desorganizado y poco dado a leer los documentos que le entregan y le aburren. Su actuación está siendo penosa en la Cámara de los Comunes cuando se enfrenta a las preguntas de alguien tan metódico y riguroso como Starmer. Algo similar ocurre en las ruedas de prensa del coronavirus. Cuantas más apariciones hace en público, más baja en los sondeos. Johnson está apagado e irritable. Ya no es el tipo que irradiaba optimismo y energía. Su populismo de eslóganes facilones y chascarrillos bufonescos no sirve cuando se trata de comandar una crisis sanitaria y otra económica monumentales.
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