PERFIL

Olof Palme, un gigante de la justicia

Palme, en una recaudación de fondos para la oposición española en octubre de 1975 cinco días después de los últimos fusilamientos del franquismo.

Palme, en una recaudación de fondos para la oposición española en octubre de 1975 cinco días después de los últimos fusilamientos del franquismo. / periodico

Albert Garrido

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De los líderes socialdemócratas nacidos antes de la segunda guerra mundial, seguramente fue Olof Palme (Estocolmo, 30 de enero de 1927-28 de febrero de1986) el más influyente en lo relativo a su doble compromiso ideológico y moral. En una época, último tercio del siglo XX, en la que coincidieron en la Internacional Socialista varios nombres de referencia -Willy Brandt, Helmut Schmidt, Sandro Pertini, François Mitterrand y Bruno Kreisky, entre otros- el primer ministro sueco hizo honor muchas veces a una de las frases que el presidente del Congreso Nacional Africano, Oliver Tambo, dedicó a Palme al tener noticia de su muerte: "Fue un gigante de la justicia que llegó a convertirse en un ciudadano del mundo, un hermano y un camarada de todos los oprimidos".

Hijo de una familia acomodada, se afilió al Partido Socialdemócrata Sueco en 1949, recién licenciado en Derecho. Muy pronto se unió al equipo del primer ministro Tage Erlander, que fue su mentor político y de quien heredó algunos de los empeños que le hicieron célebre: consolidación del Estado del bienestar, pacifismo, crítica de la carrera armamentista, movilización contra las dictaduras, franquismo incluido, y apoyo a los movimientos que combatían regímenes opresivos. En sus dos períodos al frente del Gobierno -de 1969 a 1976 y de 1982 hasta su asesinato- subrayó este vínculo permanente con las grandes causas, lo que en no pocas ocasiones le colocó en una posición incómoda ante Estados Unidos y la Unión Soviética.

Su idea de que la neutralidad no debe ser sinónimo de equidistancia le llevó a apoyar con igual determinación la lucha contra el apartheid, la presidencia de Salvador Allende, la causa palestina, la transición democrática en España y la acogida de desertores estadounidenses que no estaban dispuestos a participar en la guerra de Vietnam. "No existen ellos y nosotros, sino solo nosotros", repitió con frecuencia Palme hasta hacer famosa la frase.

Muchos enemigos

La abundante bibliografía sobre las circunstancias de su asesinato y el misterio que envolvió las pesquisas durante décadas dejó al descubierto los muchos enemigos que se granjeó Olof Palme. Richard Nixon, que inició su mandato el mismo año que el líder sueco, nunca congenió con él, no le dedica una sola mención en su libro Líderes de 1982 y, sin embargo, es autor de una definición que se amolda en todo al quehacer de Palme: "Los líderes deben tener un gran firmeza de voluntad y saber lo que hay que hacer para movilizar las voluntades de los demás". Políticos laboristas israelís como Yigal Allon y Golda Meir recelaron de Palme a causa de su comprensión con las reivindicaciones palestinas. Y la extrema derecha, en general, lo hizo objeto predilecto de sus inquinas.

Puede decirse que el primer ministro nunca se mordió la lengua y en ocasiones mantuvo opiniones premonitorias. Una de ellas es de mayo de 1975 y la dejó para la historia durante un coloquio con Brandt y Kreisky sobre las crisis del capitalismo y el futuro. "Muchos están inquietos -afirmó Palme-, tienen temor; luego existe el peligro de que este miedo conduzca a un tipo de desarrollo fascistoide". Como dijo el centrista Thorbjörn Falldin, que sucedió a Palme en 1976, "siempre anduvo por delante".

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