Crisis sanitaria internacional

Trump se aferra al covid-19 para consolidar su muro antimigración con México

Washington lleva a cabo devoluciones en caliente, deporta a sus migrantes detenidos y suspende el proceso de asilo con el argumento de prevenir la pandemia

Migrantes huyen de los gases lacrimógenos en el muro entre EEEUU y México, en Tijiuana

Migrantes huyen de los gases lacrimógenos en el muro entre EEEUU y México, en Tijiuana / periodico

Aitor Sáez

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La mascarilla le deja al descubierto la nariz y apenas le cubre media boca. Lo que menos le preocupa ahora a Luis Carlos es contagiarse. Cruzó el río Bravo de noche y se arrastró durante toda la mañana para evadir a las patrullas fronterizas estadounidenses. Sus tejanos y botas embarradas delatan su odisea; sus ojos enrojecidos, el cansancio y la frustración. Era conductor de autobuses en Monterrey y perdió su empleo debido a la crisis por el covid-19.

“Como se vino el virus este, está jodido todo. Por eso quería venir a trabajar al norte”, asegura sin fuerza para levantar los brazos magullados. La guardia de Estados Unidos lo atrapó al mediodía y tres horas después ya lo había devuelto a MéxicoSe gastó 15.000 pesos (unos 620 euros) en pagar al 'coyote' que lo tenía que cruzar a Texas. Todos sus ahorros se han quedado en un par de naranjas, un bocadillo, una botellita de agua y una mascarilla mal puesta: la bolsa de bienvenida que las autoridades mexicanas le acaban de entregar tras su repatriación por Reynosa, en Tamaulipas, el estado norteño más violento y por donde se realizan un 40% de las deportaciones.

En el puente fronterizo, donde se ubica la oficina migratoria, hay más ajetreo de lo habitual. <strong>Washington </strong>emitió un decreto a finales de marzo para retornar de forma exprés a cualquier extranjero detenido al cruzar la frontera. Con el argumento de prevenir así la propagación del covid-19, esta medida unilateral omite la diferenciación entre migrantes y solicitantes de asilo, su registro y el cumplimiento del derecho internacional.  

Devoluciones de riesgo

Luís Carlos abandonó su hogar por el virus, lo retornaron de inmediato por el virus y ni siquiera sabe si porta el virus. "Me agarraron y me metieron en una camioneta directo a mi tierra, íbamos todos pegados, ni sana distancia ni nada. Me tomaron la temperatura, pero no me hicieron ninguna prueba", explica.

A las cerca de 20.000 devoluciones en caliente –aunque en esta frontera no se maneja esa figura jurídica– de migrantes mexicanos se suman unas 15.000 deportaciones de centroamericanos que se encontraban retenidos en centros de detención estadounidenses, incapaces de mantener las medidas de prevención debido al hacinamiento.

De esos retornos expeditos, Estados Unidos apenas hizo la prueba de coronavirus a alrededor de un millar, a quienes presentaron síntomas graves como fiebre. Las autoridades mexicanas tampoco comprueban posibles casos entre los migrantes y ni siquiera los mantienen en cuarentena. Por el puente fronterizo de Reynosa tan sólo pasan por un túnel que los rocía de cloro y de nuevo les toman la temperatura.

“Es un riesgo latente que hayan sido trasladados a esta frontera desde ciudades estadounidenses con un alto índice de contagios, pero aquí es muy complicado tener espacios de aislamiento o los utensilios para confirmar si portan el virus”, dice a EL PERIÓDICO el responsable del instituto migratorio estatal, Ricardo Calderón, que atiende a diario entre 50 y 100 migrantes, deportados por ese punto sin previo aviso.

Esa falta de control sanitario provocó en abril un brote de 14 contagios en un albergue de migrantes de Nuevo Laredo, ciudad fronteriza, iniciado por un mexicano devuelto desde Houston, Texas. Por su parte, Guatemala contabilizó más de un centenar de deportados que dieron positivo.

Al principio de la contingencia todas las devoluciones se hacían por vía terrestre a México, que luego los trasladaba a la frontera sur donde quedaban atrapados debido al cierre fronterizo de Guatemala. Ante ese peligroso embudo, Naciones Unidas instó a Washington a suspender los retornos por “la extrema vulnerabilidad” y la “falta de condiciones de voluntariedad, salubridad y dignidad” para estas personas. En su lugar, EEUU ha prorrogado indefinidamente el decreto para los retornos exprés y ahora realiza las deportaciones de centroamericanos en vuelos directos a sus lugares de origen donde su vida corre peligro.

Atrapados y cercados

“He pensado en regresar, pero no puedo porque me matan”, sentencia Florencia –nombre ficticio–. Abandonó Honduras junto a su hijo de tres años, después de que una pandilla asesinara a su prima por no poder pagar una extorsión y la amenazaran de muerte a ella. Vive en una tienda de campaña desde hace nueve meses, cuando se levantó un campamento improvisado de migrantes frente al puente fronterizo de Matamoros, del lado mexicano a 100 kilómetros de Reynosa.

Los 2.000 centroamericanos que antes aguardaban acampados durante varios meses su cita para tramitar el asilo en EEUU, bajo el programa ‘Permanece en México’, ahora subsisten sin ninguna esperanza de futuro. El Gobierno de Donald Trump suspendió indefinidamente el proceso de asilo debido a la contingencia.

La dilatada duración de este campamento ha convertido a sus habitantes en una comunidad y ha normalizado la falta de salubridad, las enfermedades por dormir a la intemperie y el hacinamiento. Todas las condiciones para un brote de infección que, de momento, se ha evitado gracias a la labor de organizaciones civiles, pero no por ello se ha mitigado el temor.

“Estas no son condiciones para prevenir el virus. Me preocupa que se contagie mi hijo o que nos hagan algo, porque aquí hay mucha gente mala por las noches. A veces me da tanta angustia que me desmayo y me tienen que llevar a la clínica varios días”, dice Florencia refiriéndose a la carpa de Médicos Sin Fronteras que atiende en ese arrabal de lonas y lodo, que el ayuntamiento cercó con una valla de concertinas para restringir la movilidad de los migrantes.

Deterioro de la salud mental

La psicóloga de la oenegé, Nora Valdivia, advierte a este diario de que el confinamiento en esa precariedad y envueltos de amenazas ha deteriorado la salud mental de los migrantes y traído consigo otras enfermedades: “Se han incrementado algunos síntomas de ansiedad debido al miedo a la estigmatización, a lo que escuchan del covid, el miedo a salir a la ciudad por el crimen organizado”.

Se estima que hay unos 25.000 migrantes varados a lo largo de la frontera norte de México en una situación de riesgo parecida. La pandemia ha servido a Trump para culminar su restrictiva política migratoria que venía recrudeciendo desde hace un año y, en la práctica, imponer un cierre de fronteras definitivo, sin ningún horizonte para su reapertura.

Suscríbete para seguir leyendo